Antonio Malpica fija en su libro una serie de coordenadas que vertebran el desarrollo de su trabajo y que se propone el estudio de un complejo que es a la vez monumento, y, sobre todo, ciudad palatina, y por tanto fortaleza, espacio de poder y entidad urbana, que implica a su vez un entorno periurbano tan profundamente afectado por aquélla que pasa a ser entidad integrante de la misma. Para ello, el profesor de la Universidad de Granada ha ordenado su análisis conforme a los cuatro segmentos que definen la realidad alhambreña y que son su faceta como espacio defensivo, con la Alcazaba como núcleo articulador; su faceta como espacio de poder, plasmado en los palacios; su realidad como espacio urbano, y su reflejo en el área periurbana, con las almunias y espacio agrario que la componen.
Según el profesor de la Universidad de Granada, “la percepción artística y monumental que generalmente preside cualquier acercamiento a la Alhambra, supone no tanto la consecuente primacía de una serie de aspectos en su análisis cuanto, y sobre todo, la omisión de otros que, no por marginados resultan menos determinantes en su conformación. De este modo, las características arquitectónicas, estilísticas e iconográficas que enriquecen su aspecto, han velado en cierto modo el acercamiento a la esencia de un complejo que es ante todo espacio habitado”.
Esta circunstancia incide negativamente, siempre según el profesor Malpica, en la comprensión global del conjunto y por tanto en la interpretación correcta de cada una de sus partes y de su desarrollo. Así, se, pues, necesaria e incluso urgente la tarea de dar estas nuevas claves de interpretación que pueden ofrecer acercamientos como el que afronta Antonio Malpica en este libro.
Con estos presupuestos, la tarea de percibir, comprender y transmitir una realidad espacial multifuncional y poliédrica en su concepción, que no resulta fácil, es desarrollada respetando las pautas de planificación espacial y conceptual que adoptaron sus constructores. Y es aquí mismo donde inicia su ejercicio Antonio Malpica, quien, en un esfuerzo de combinación de los conocimientos arqueológicos, documentales y apoyándose en los resultados de estudios anteriores, emprende una labor de interpretación de unos vestigios que constituyen el reflejo de una sucesión de objetivos ligados al poder y sus necesidades, exigencias materiales y estrategias de actuación adoptadas para cubrir unos y otras.
El profesor Malpica inicia su estudio a partir del área más antigua, la Alcazaba, que define tanto la función primitiva que se asigna a esta colina al menos desde el siglo XI, como, y sobre todo, la capacidad que tiene de reorientar su naturaleza y convertirse en núcleo primitivo de un asentamiento permanente que ocuparía toda la Colina Roja. La iniciativa, que se atribuye por completo a los primeros reyes nazaríes, pone en juego un elemento de análisis primordial que marcará al autor la pauta a seguir y que permite identificar este primer y sustancial cambio que se constata en la Alhambra: el aprovisionamiento de agua.
La ordenación espacial del conjunto se identifica a partir de un eje de coordenadas formado por la Alcazaba, como limite occidental, y el trazado de la Acequia Real, que recorriendo la cresta de la colina en dirección Este, vertebra en estos primeros momentos la organización topográfica. Ésta queda marcada por un desarrollo del conjunto que desciende por sus laderas Norte y Sur, y por la principal vía de comunicación, la calle Real, que corre por encima de la acequia que le da nombre, y delimita claramente los espacios palatino, al Norte, y urbano, al Sur.
Tanto la identificación de las estructuras palatinas como las funciones de cada uno de los edificios que las componen son el siguiente objetivo del autor. Entrando en una de las zonas más ricas en informaciones y objeto de modificaciones, en algunos casos profundas e irreversibles, se constatan las posibilidades de conocimiento que se pueden abrir a través de un abordaje arqueológico, que integre análisis de estratigrafía muraria, estudios planimétricos y sobre todo, por supuesto, intervenciones. A falta de todo ello por el momento, se ha de limitar en la mayoría de los casos a realizar el examen planimétrico del conjunto de los palacios.
En cuanto a la ciudad propiamente dicha, tiene, como el resto, asignada ya el área y definida su estructura a través de la ubicación de sus elementos fundamentales, a saber la calle real, la mezquita y los baños. A partir de aquí se centra en el estudio de las calles que lo vertebran y las murallas y puertas que la delimitan, en suma, las vías de comunicación que definen su plano urbanístico, del que aún queda mucho por conocer. Su faceta productiva, tanto agrícola como artesanal, y la evolución funcional de sus espacios es algo que se ha de definir. Igual ocurre con el área periurbana, en la que de nuevo aparecen con gran fuerza las estructuras hidráulicas como clave de estudio de la ocupación de sus espacios.
Se trata, pues, de una relectura del complejo alhambreño tan innovadora en su planteamiento como rica en contenidos y propuestas. Una percepción muy dinámica de la evolución del conjunto, que establece unos puntos de partida sólidos a través de una fijación cronológica del programa urbanístico, y una ordenación de su estructura a partir de la identificación de sus líneas rectoras.
Para más información:Antonio Malpica Cuello
Catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Granada
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