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El ALEA

TRIBUNAABIERTA
El ALEA
MANUEL PEÑALVER CASTILLO/PROFESOR TITULAR DE UNIVERSIDAD
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EL Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía es una obra imprescindible e insustituible en la bibliografía sobre las hablas andaluzas. Como cada vez son más las personas interesadas en su conocimiento, ningún medio más privilegiado que el periódico para acercar a los lectores y al gran público sus claves interpretativas. Unas claves que encontraron, como tantas otras, en la Universidad de Granada su razón de ser.

Una pregunta surge, inmediata, por urgente, por real: ¿es conocido el ALEA en el grado que corresponde a una obra de unas características tan especiales y tan consecuentes con la realidad lingüística de Andalucía? ¿Hay un ejemplar, como debería ser, en todos y cada uno de los institutos de enseñanza secundaria de la Comunidad Autónoma y en las estanterías de las bibliotecas públicas? ¿Son analizados sus contenidos, su técnica y su metodología en los planes de estudios de Filología Hispánica y de otras especialidades de Filología, de Periodismo, de Magisterio o de Humanidades en asignaturas troncales, obligatorias u optativas con el rigor necesario? Sinceramente, creemos que el grado de conocimiento de esta joya bibliográfica, cultural, filológica, lingüística y antropológica es deficiente e insuficiente a todas luces.

Por ello conviene establecer la necesaria reflexión con el propósito de que en el futuro más próximo la situación cambie. No se trata (bajo ningún concepto) de imponer el estudio de las hablas andaluzas mediante el desarrollo de una programación extensa e inabarcable, pero sí de dar respuesta al reconocimiento que emana del nuevo Estatuto y, de este modo, otorgar a la modalidad lingüística (y a diversas obras en relación con su análisis como la Bibliografía sistemática de las hablas andaluzas, del profesor de la Universidad de Granada, José Mondéjar) la relevancia científica y pedagógica que le corresponde. Y en esta referencia, el ALEA ni puede, ni debe faltar. Y, de acuerdo con el nivel de enseñanza, Bachillerato o Universidad, así debe ser la preocupación metodológica.

La estructura de los contenidos de los seis grandes volúmenes que realizó Manuel Alvar, con la colaboración de Antonio Llorente y de Gregorio Salvador, es la siguiente:

ALEA I. Agricultura e industrias con ella relacionadas, redactado por Manuel Alvar y Antonio Llorente, Granada, Universidad, 1960.

ALEA II. Vegetales. Animales silvestres. Ganadería. Industrias pecuarias. Animales domésticos. Apicultura, redactado por Manuel Alvar y Antonio Llorente, Granada, Universidad, 1963.

ALEA III. La casa. Faenas domésticas. Alimentación, redactado por Antonio Llorente y Manuel Alvar, Granada, Universidad, 1964.

ALEA IV. Topografía. Fenómenos atmosféricos. Oficios. El mar y la pesca, redactado por Antonio Llorente y Manuel Alvar, Granada, Universidad, 1965.

ALEA V. El cuerpo humano. De la cuna a la sepultura. Creencias populares y supersticiones. La religión. La condición humana, redactado por Antonio Llorente y Manuel Alvar, Granada, Universidad, 1972.

ALEA VI. Fonética y fonología. Morfología. Sintaxis, redactado por Antonio Llorente y Manuel Alvar, con la colaboración de José Mondéjar, Granada, Universidad, 1973.

Merece la pena que nuestros estudiantes conozcan los secretos mejor guardados de un trabajo y de una investigación excepcional, que dieron lugar a la redacción de seis volúmenes, llenos de ciencia filológica, de sabiduría esplendorosa, de dedicación, de honradez profesional y de un amor intenso a los pueblos de Andalucía (fueron 230 las localidades encuestadas). Desde Rosal de la Frontera o La Puebla de Guzmán en Huelva a Cantoria o Vélez-Rubio en Almería, desde Orcera en Jaén hasta Albuñol en Granada, rincón a rincón, pueblo a pueblo, Manuel Alvar y sus fieles colaboradores, Antonio Llorente y Gregorio Salvador, sin apenas ayudas económicas, dejaron para la posteridad un testimonio, un referente que traspasa las líneas de la filología para convertirse en enciclopedia de las hablas andaluzas y de la misma lengua española. Con una vocación y una entrega ejemplares sintieron la realidad humana y lingüística de Andalucía y, convencidos de sus proyectos y de sus ilusiones, viajaron, a pesar de las grandes dificultades de las comunicaciones, por los cuatro puntos cardinales de nuestra geografía, conociendo sus problemas y sus creencias, sus valores humanos y geográficos, su historia y su folclore. La sierra y la campiña, el litoral y el interior, la aspiración, el seseo cordobés y el seseo sevillano, el ceceo malagueño y el ceceo granadino, las Alpujarras y las comarcas de Onuba, del amanecer al anochecer en busca del dato, de la aplicación práctica del cuestionario. «Durante casi diez años recorrimos Andalucía. No eran días como los que ahora vivimos. Transportes, alojamientos, modo de trabajar, tenían una dureza que, contadas hoy, serían increíbles. Ninguno de nosotros se quejó de tanta penuria y ahora, cuando hemos gastado cuarenta tacos de almanaque, volvemos a los días en que trabajar no era hacer currículum, ni medrar económicamente, ni esperar reconocimientos. Era, simplemente, ¿podría decirse?, el testimonio de amor a nuestro oficio y a nuestras gentes. Si se nos regalaron otras cosas, fue porque no nos afanábamos en buscarlas», escribían Manuel Alvar, Antonio Llorente y Gregorio Salvador en Textos andaluces en transcripción fonética.

Como escribe Julio Llamazares, «el paisaje es memoria. Más allá de sus límites, el paisaje sostiene las huellas del pasado, reconstruye recuerdos, proyecta en la mirada las sombras de otro tiempo que sólo existe ya como reflejo de sí mismo en la memoria del viajero o del que, simplemente, sigue fiel a ese paisaje». Esa Andalucía en la que hacen sus encuestas Manuel Alvar y su equipo de dialectólogos es una Andalucía marginada y olvidada, pero honda y de alma tranquila y pura, frondosa y bellísima, con el murmullo del silencio hecho mediodía, enraizada en el encinar de los recuerdos, como escribe López Andrada. Y, como la de Valera, ese paisaje de huertas y campos placenteros, en los que lucen su hermosura campanillas, lirios, mosquetas, violetas blancas y moradas y multitud de pájaros animan y alegran con sus trinos y gorjeos; donde la mujer guarda en los anaqueles de sus alacenas almendras, azafrán, azúcar, batatas, café, castañas, cirolitas imperiales envueltas en papel para que se pasen, guindas en aguardiente, hierbabuena, manzanilla, matalahúga, poleo, romero, salvia, té, tila; cuelga en ristras ajos, pimientos picantes, guindillas y cornetas; conserva en las orzas vidriadas lomo de cerdo en adobo, cubierto de manteca, alcauciles, asaduras, espárragos trigueros y amargueros, pajarillas, riñones; hace la matanza; suspende del humero en cañas o barras largas de hierro chorizos, morcillas y salchichas; prepara riquísimos guisos con todo género de especierías, ajonjolí, almendras, miel, nueces, orégano o tomillo y elabora almíbares, arropes de calabaza y de cabello de ángel, carne de membrillo, cuajados, gajorros, hojaldres de flor de harina, manteca de cerdo en pella, mazapanes, nuégados, pestiños, polvorones, tan ricos como los de Estepa o Alcaudete, hoy, roscos de vino, sopaipas, turrones y otras riquísimas frutas de sartén. Es, también, la Andalucía donde las mujeres con una cultura gastronómica, tan especialmente dilecta, preparan el rico salmorejo, con rojos pimientos, ajos duros y pan prieto, el refrescante y saludable gazpacho para los fatigados segadores y el nutritivo ajoblanco. Es, igualmente, una Andalucía donde las huertas, convertidas en edenes, paraísos terrenales, en los que tiene su trono Pomona, son pródigas en caquis, ciruelos, granados, higueras, manzanos, membrillos, nísperos, nogueras, perales y por cuyos cielos, tan intensamente azules, vuelan alcaudones, colorines, estorninos, golondrinas, gorriones, grajos, jilgueros, ñerras, oropéndolas, perdices, tordos, tórtolas, vencejos, verderones, zorzales, cuando empieza a negrear la aceituna, bandadas de palomas torcaces y zuritas y toda clase de pajarillos; corren conejos, liebres y perdigones, y desarrollan su labor en la plenitud de la naturaleza cabreros, pastores, porqueros y vaqueros.

El Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía, una obra universal para la Historia. Un legado humanístico de incalculable valor, que nunca debe flotar en el río del olvido. Sus palabras deben ser fotografías, que siempre nos acompañen como un cuadro mítico proyectado en las pupilas de la memoria.

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