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Vargas Llosa: «Vivir en una democracia, aunque sea mediocre, es un privilegio»

Vargas Llosa: «Vivir en una democracia, aunque sea mediocre, es un privilegio»

Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936) mantuvo ayer un encuentro con sus admiradores, en la víspera de su nombramiento como doctor \’honoris causa\’ por la Universidad de Granada. El acto en el abarrotado salón de actos del Complejo Administrativo Triunfo fue presidido por el rector, Francisco González Lodeiro, y presentado por el director del Seminario de Estudios Latinoamericanos, Ángel Esteban. A preguntas del público, el Premio Cervantes 1994 habló de política y literatura, desgranó recuerdos de juventud e hizo gala de su inteligencia y su sentido del humor.

Poco antes, aseguró a los periodistas que dedicará estos días en Granada a pasear y ver a amigos. «He estado muchas veces, pero siempre por visitas muy cortitas. Hay muchas cosas que ver, si el calor nos permite hacer turismo», confió.
Un venezolano preguntó al escritor cómo pueden los ciudadanos estar seguros de que el país en el que viven es una auténtica democracia, en alusión al viraje autoritario de su gobierno. «Quienes viven en dictadura no necesitan ninguna teoría: lo saben -respondió Vargas Llosa-. Si no hay libertad de prensa, si no hay partidos políticos y las elecciones son una farsa, si no pueden salir del país, lo saben. Debería ser lo mismo para la democracia: deberíamos ser conscientes del privilegio que significa, pero no ocurre necesariamente así».
El escritor aludió a la «paradoja» que supone que la mayoría de la población en los países democráticos manifieste «poco entusiasmo», «escepticismo» e incluso «desprecio» hacia el sistema. A su juicio, es importante concienciar a los jóvenes españoles, desencantados de la política, de que son unos privilegiados si se comparan con los de hace 30 ó 40 años, para así evitar la sensación de que la política es algo «sucio» o «podrido». «Si los mejores se apartan de la política, se acercan los mediocres y los oportunistas», recordó.
A pesar de todo, una democracia mediocre está a años luz de una dictadura como las de Cuba o Corea del Norte, o de «seudodemocracias» como la venezolana. «La democracia, aunque sea mediocre, es perfectible, se puede mejorar desde dentro, y eso la hace vivible. La dictadura, no; produce miedo, inseguridad, frustración… No hay nada que corrompa tanto el espíritu humano como la dictadura», subrayó.
Tragedia indígena
El literato habló de su reciente visita a Venezuela y afirmó que, pese a la polémica -fue retenido y censurado por las autoridades- el balance fue positivo: «La oposición no está muy organizada ni muy unida, pero sí muy extendida».
El autor de \’Pantaleón y las visitadoras\’ aseguró que la retirada por parte del gobierno peruano de un paquete de leyes sobre la Amazonía, como reacción a las protestas indígenas que acabaron con la vida de 24 policías y 10 nativos, ha sido «una victoria de Hugo Chávez» y de «las fuerzas más retrógradas, que en algunos lugares del extranjero han sido presentadas como progresistas». A su juicio, los indígenas saldrán perjudicados por el vacío legal reinante sobre aquellos territorios, porque seguirán siendo víctimas de bandas de narcotraficantes y de aventureros sin escrúpulos.
Sin tiempo
Vargas Llosa recordó sus inicios como escritor. Explicó que en 1958, cuando estudiaba con una beca en Madrid, decidió dar prioridad a la literatura y escoger trabajos que le permitieran dedicar tiempo y energía a su vocación literaria. Se había casado muy joven -con Julia Urquidi, su tía política- y para poder independizarse de su familia llegó a acumular hasta siete «trabajos alimenticios». «No me dejaban tiempo para escribir; ni siquiera para leer», aseguró.
«Decidí que la literatura no iba a ser un hobby para los días feriados. Lo conseguí, primero como profesor, después como periodista. Eran puestos que me dejaban tiempo para emprender novelas de aliento, de varios años de trabajo».
Lo que no se imaginaba era que podría vivir de la literatura. «Nunca pensé que llegaría a tener un editor. Creía que tendría que pagar para poder publicar mis libros y repartirlos entre amigos y familiares. Esa era la condición del escritor latinoamericano entonces», subrayó. «Todavía hoy, algunas veces me despierto y pienso que me dedico a escribir, a lo que me gusta… Y me froto los ojos, esperando que ese sueño se va a volatilizar».
Fortuna y vocación
El escritor afirmó que en su temprano éxito literario influyó la suerte y, en concreto, varias circunstancias afortunadas. La primera, que al editor Carlos Barral le gustó mucho \’La ciudad y los perros\’. Varias editoriales la habían rechazado, y el autor no confiaba en que la censura española, que había tachado partes de sus primeros «cuentos inocentes», fuera a pasar el nuevo manuscrito. Y sin embargo, la «estupidez» de los censores hizo que sólo cambiaran «ocho palabras».
Vargas Llosa hizo reír al público al recordar que al funcionario del Ministerio de Información de turno no le pareció correcto que un coronel luciera «vientre de cetáceo», pero no vio ninguna objeción a que lo tuviera «de ballena». Por lo mismo, puso pegas a que un cura «merodease por los burdeles»; en cambio, aprobó que frecuentara «los prostíbulos».
También recibió un gran apoyo del escritor católico José María Valverde, que durante meses sumó sus peticiones a las de Barral. Y obtuvo un inesperado \’empujón\’ de los militares peruanos, que convirtieron su obra en un best-seller. «Todo el mundo quería saber qué tenía ese libro para que lo quemaran los militares», rememoró.
Curiosamente, la novela que le lanzó a la fama está basada en su experiencia en el colegio de cadetes Leoncio Prado: «Allí la pasé bastante mal, pero estoy agradecido porque me hizo descubrir la verdad: el racismo, la violencia, los prejuicios de la sociedad peruana de entonces». Su padre, «aterrorizado» por la incipiente vocación literaria del adolescente, le había internado en ese centro militar sin saber que le estaba proporcionando el tema de su primera novela.
En definitiva, resaltó, tuvo suerte: hay buenos escritores que jamás triunfan y otros que alcanzan una fama inmerecida. «La vocación literaria debe convertirse en un premio en sí misma», aconsejó.
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