Neuronas sueltas en el Parque de las Ciencias.
El director del Instituto de Neurociencias dice que una actitud despierta ante la vida supone un gran entrenamiento mental.
NOS sorprende que el bólido de Fernando Alonso alcance los 320 kilómetros por hora, cuando la velocidad de transmisión de una información en el cerebro alcanza los 400. Hay neuronas cuyos brazos (axones) miden hasta un metro de largo y somos capaces de procesar una ingente cantidad de información mucho más rápido que el más potente de los ordenadores sobre la tierra.
El cerebro de la mayoría de los mortales es un prodigio de la tecnología que se merece al menos una semana al año de atención popular. Por eso, el Parque de las Ciencias y el Instituto de Neurociencias Federico Olóriz de la Universidad de Granada se unieron desde ayer -y hasta el próximo 18 de marzo- por segundo año consecutivo a la Semana Mundial del Cerebro con la intención de acercar a la población las múltiples curiosidades que recoge este complejo computador.
Ayer comenzaron las actividades, que disfrutaron más de un centenar de alumnos en edad escolar. ¿Peligro! neuronas sueltas en el Parque de las Ciencias, porque estos chicos no pararon de reír y de pensar durante la hora que dura el taller Explora tu cerebro.
El mismo director del Instituto de Neurociencias, José Manuel Baeyens, explicaba ayer a los estudiantes que el cerebro se ejercita como un gran músculo y que todos los movimientos pasan por él. «Tan sólo en la yema de un dedo hay entre 2.500 y 3.000 receptores que funcionan como antenas de televisión y recogen diferentes tipos de información (como si fueran emisoras): la rugosidad, el calor, el tamaño… y por medio de los nervios, que son como cables de la luz, llega toda esa información al cerebro que la procesa rápidamente y ordena una reacción. Por ejemplo, si se toca una superficie caliente: retirar la mano, o si se ve un coche: volver velozmente a la acera».
Además, el experto y fantástico divulgador granadino comentaba que la mayoría de las personas tiene parecidas actitudes para aprender, desmitificando un poco la existencia de privilegiados superdotados.
«Lo importante no son tanto las condiciones físicas, sino la estimulación del cerebro, el ambiente en el que se crece desde que se es pequeño. ¿Sin llegar a estresar a los hijos apuntándolos a todas las actividades del colegio!», alertaba entre risas. «No hay personas que tengan más neuronas que otras sino que las usan más. El cerebro no es algo estático, sino que las conexiones neuronales se van fortaleciendo».
Saber estudiar
También hacía hincapié en este aspecto una de las estudiantes del tercer curso de Medicina, que durante cinco días se convierten en divulgadores científicos del museo interactivo. «En el cerebelo se producen las conexiones neuronales, por eso lo que estudiamos poco a poco lo recordamos durante mucho tiempo y lo que intentamos almacenar la tarde antes del examen se olvida pronto, porque las conexiones neuronales que se crean son más débiles», mostraba la joven mientras procuraba que sus oyentes no sobaran demasiado el cerebro de cordero puesto en la exposición.
Estos estudiantes, futuros médicos, realizan esta labor de forma voluntaria desde por la mañana hasta las siete de la tarde, aunque la Universidad premiará su trabajo con los niños con dos créditos.
Baeyens, un especialista en neurofarmacología de 49 años, defiende una postura vitalista como la mejor forma de mantener activo el cerebro. «Los pasatiempos, las palabras cruzadas, los jeroglíficos y crucigramas de toda la vida y los modernos juegos, como el Braintraining y demás aparatos, están muy bien.
Pero mantener activo el cerebro es mucho más fácil que todo eso. Una conversación, oler una flor, tocar la superficie rugosa de una hoja, pasear por el campo, tropezar y no perder el equilibrio son actividades menos sofisticadas pero que resultan igualmente estimulantes para el cerebro. Simplemente mantener una actitud abierta y despierta ante la vida y no pasarse los días aislados viendo pasivamente la tele», señalaba el experto centrado en el estudio del dolor.
Así, el investigador señala que parecidos estímulos provocan similares sentimientos de dolor. «No quiere decir que haya gente quejica», aclara el director de este centro multidisciplinar. «Hay hasta un odontólogo que se dedica a estudiar el dolor de la boca y de la cara que producen algunos estímulos como el frío».
Baeyens también recalcaba que, como ya descubrió Ramón y Cajal, existe un pequeño espacio entre las neuronas, por lo que éstas no siempre transmiten la información mediante corrientes eléctricas estando en contacto, sino que algunas se relacionan mediante sustancias químicas. «Por eso funcionan los fármacos, que son sustancias químicas, para curar algunas enfermedades depresivas».
La lección sobre el cerebro, que mueve a sus órdenes el organismo, podría ser mucho más intensa, pero no más interesante. Este taller del Parque de las Ciencias sólo es un pequeño piscolabis para empezar a aprender sobre el cerebro sin devanarse los sesos.
Junto a otros cuatro estudiantes de Medicina, Jonathan Estévez, es uno de los encargados de impartir el taller en el museo de las ciencias granadino. El módulo supone un auténtico viaje por la máquina más perfecta del cuerpo humano. Primero realizamos una introducción para que los visitantes sepan lo básico sobre el cerebro. Después de eso, vienen las explicaciones sobre la parte motora, los reflejos, la sensibilidad táctil o la coordinación entre la parte sensitiva y la parte motora. Otro curso se dirige a la parte de los movimientos. Unos son voluntarios pero hay otros involuntarios y que son esenciales para nuestra vida. Cuando tocamos algo que está quemando, rápidamente retiramos la mano.
Otra de las grandes enseñanzas con la que se encuentran los alumnos es que el cerebro es la máquina más compleja que tenemos en nuestro organismo y por tanto la que más fácilmente, advierte Baeyens, se puede alterar con golpes, con drogas y con sustancias químicas. Es lo más precioso y lo que más hay que preservar.
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