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¿De qué color es la música?
Cerca de 400 granadinos sufren sinestesia, una extraña mezcla de los cinco sentidos que les permite ver una melodía, escuchar un olor o visualizar cada palabra en un tono distinto
TEXTO Y FOTOS:/CARLOS CENTENO / GRANADA
INVESTIGADORES. Juan Lupiáñez y Alicia Callejas.
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DANIEL había terminado hacía poco la carrera de Derecho y nunca hasta entonces se había planteado que su visión de la realidad poco tenía que ver con la del común de los mortales. Fue al leer un reportaje en una revista, hace ahora dos años (tenía 22), cuando se dio cuenta de que no todo el mundo veía un aura de color alrededor de las personas, ni percibía colores al comer, ni era capaz de oler un sonido. Extrañado ante tal revelación, acudió a un especialista: acababa de descubrir que era sinestésico.
La sinestesia es un extraño fenómeno que afecta a una de cada 2.000 personas (algunos estudios hablan de una entre 20.000), y que les lleva a experimentar simultáneamente sensaciones procedentes de dos sentidos diferentes cuando reciben estimulación sólo en uno de ellos. Dicho de otra manera, las personas sinestésicas sufren una peculiar mezcla de sus cinco sentidos: son capaces de ver u oler un sonido (como la música), escuchar un olor o paladear una imagen o una forma. Hay también quien puede visualizar una caricia o un ruido, y sujetos susceptibles de ver el sabor de los alimentos. Una habilidad tan inquietante como desconocida, que aparece en individuos con un perfecto equilibrio mental. En muchos casos, como le ocurrió a Daniel, ignoran que la poseen.
«Muchas personas que tienen sinestesia lo descubren por casualidad», explica Alicia Callejas, investigadora del departamento de Psicología Experimental y del Comportamiento de la Universidad de Granada y una de las mayores especialistas en sinestesia de nuestro país. «Consideran que esta habilidad es normal, que todo el mundo percibe la realidad como ellos, hasta que un día, por azar, lo comentan con alguien. Es entonces cuando empiezan a sentirse diferentes al resto».
Estudios realizados en Inglaterra y Estados Unidos han querido demostrar que la sinestesia afecta a más mujeres que hombres (se dice que hay seis féminas por cada varón). Con todo, Callejas muestra sus dudas ante tal afirmación y justifica este dato aludiendo a que el sexo femenino «sencillamente suele sentir una mayor necesidad de compartir sus inquietudes con los demás».
En lo que sí hay consenso es en que las probabilidades de experimentarla aumentan si existe algún otro caso en la familia y en que hay distintos tipos de sinestesia. La más frecuente, sobre la que la investigadora granadina ha estado trabajando en las universidades de San Diego (California) y Waterloo (Canadá), recibe el nombre de grafema-color: al sujeto que la sufre, las letras, palabras y números le evocan colores de forma involuntaria y automática, y viceversa. «Estas personas ven las palabras escritas siempre en el mismo color, independientemente de cómo estén impresas en realidad -explica Callejas-. Y esa visión es siempre la misma, porque la sinestesia es estable (el sujeto siempre ve el mismo color ante un estímulo determinado) e idiosincrásica (cada persona tiene sus propias reglas)». Es decir: si para un sinestésico la palabra árbol es de color rojo, cada vez que la vea escrita la percibirá así. Durante toda su vida.
Las peculiares reglas por las que se rige la visión del mundo de una persona con sinestesia varían, en efecto, de un sujeto a otro. Hay quien ve las consonantes de un color y las vocales de otro, y la palabra que para uno es azul, para otro puede ser verde. Y es que cada uno colorea este particular universo de cifras y letras a su antojo. «Algunos sinestésicos afirman que, con la edad, la intensidad de los colores de sus palabras y números se hace más tenue, e incluso se puede llegar a apagar al final de sus vidas», apunta Alicia Callejas.
Esta sorprendente visión del mundo hace que los sinestésicos sientan cierto malestar, incluso tristeza, cuando su percepción de la realidad no se ajusta a sus peculiares reglas: es lo que se conoce como incongruencia. «Si para una persona, ventana o el número 3 son de color morado, verlos escritos en amarillo les produce una reacción afectiva de carácter negativo -señala la investigadora de la Universidad de Granada-. Aunque a nosotros nos cueste trabajo entender esa sensación, muchos la comparan con la aversión que nos puede provocar la dentera, o el encontrar una habitación destrozada, con los muebles tirados ».
Aunque desde la década de los 80 comenzaran a investigarse con cierta profundidad, las causas de la sinestesia son aún, como el fenómeno en sí, todo un interrogante. Juan Lupiáñez, profesor de Psicología de la Universidad de Granada y responsable del grupo de investigación al que pertenece Alicia Callejas, explica que, en cierto modo, todos somos sinestésicos al nacer. «La sinestesia se debe a un exceso de conectividad entre neuronas. Cuando venimos al mundo, existe en nosotros una hiperconectividad neuronal, que durante el primer año de vida va desapareciendo gracias a lo que en psicología llamamos podaneural». En las personas con sinestesia, esta poda no se realiza, o mejor dicho, se lleva a cabo con menor intensidad.
Artísticos
La sinestesia suele darse en personas con una sensibilidad especial para el arte, la música o la literatura, «lo que no quiere decir que todos los sinestésicos sean artistas», matiza Callejas. La realidad es que han sido muchos los creadores que, a lo largo de la historia, han sufrido esta particular mezcla entre al menos dos de sus cinco sentidos: Baudelaire, Nabokov, Kandinsky, Rimsky Korsakov o Stevie Wonder son sólo algunos ejemplos. Pese a ello, todavía siguen existiendo más sombras que luces en torno a este fenómeno. Muchos han querido ver en la sinestesia una suerte de alucinación o paranoia: nada más lejos de la verdad. «Las alucinaciones -explica Alicia Callejas- se caracterizan precisamente porque carecen de un referente real: el sujeto percibe un estímulo que no existe. Aquí sí lo hay, sólo que el sinestésico lo proyecta en un sentido diferente. Pero son capaces de distinguir perfectamente la realidad física de lo que no lo es».