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Elena Barroso abre los límites de ‘El jardín de las delicias’

Elena Barroso abre los límites de El jardín de las delicias

g. h.
el jardín de las delicias. Cuadro pintado por la madre de Ayala, María de la Luz García-Duarte.

REBECA ROMERO
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granada. Tiene horizontes de fuga, puertas entornadas que, a través del lenguaje preciso , acceden a otras emociones y pensamientos. Así es El jardín de las delicias según la óptica de Elena Barroso, conocedora de la producción de Francisco Ayala y sensible, desde hace mucho tiempo, a su entramado literario. Esta tarde, la profesora de la Universidad de Sevilla se desprenderá de las conclusiones e impresiones obtenidas tras el estudio profundo de el jardín ayaliano, donde ficción y realidad muestran la delgada frontera que las mantiene separadas.
La intervención de Barroso, última del ciclo de conferencias organizado por la Universidad de Granada con motivo del centenario de Ayala, sintetiza la presencia del humor y el alcance de la vanguardia en El jardín de las delicias: El libro enhebra la trayectoria cultural no sólo española, sino en el marco general del resurgimiento de la vanguardia, tardío en España. La intención de la profesora es enmarcar esos conceptos en la tendencia que va más allá del ámbito de nuestras fronteras.

En El jardín de las delicias, el autor cristaliza el humor en la estética de lo grotesco y sabe armonizarse con otra estética, como las claves líricas. La reflexión de Elena Barroso contempla asimismo figura clave de Goya, que tiene una presencia importante en el libro y que también es, a su juicio, pieza clave de la trayectoria estética de la cultura española.

La obra que concentrará la conferencia de la profesora está plagada de recuerdos del autor que orbitan alrededor de conceptos universales como el amor o la muerte. Junto a este carácter, que convierte la obra en imperecedera, Barroso considera que la capacidad de Ayala para personalizar esas preocupaciones universales, las cosas que más le importan al ser humano, contribuyen a hacer de la publicación una de las más alabadas de la prolífica producción del escritor. Hace partícipe al lector, concluye.

El camino de Elena Barroso hacia Francisco Ayala comenzó en la Universidad de Oviedo en un momento en el que, como ella recuerda, no era habitual estudiar al autor, por su condición de exiliado y por todas las connotaciones que acompañan a esta circunstancia. Desde entonces nunca se apartó mi interés, sino que fue creciendo, del mismo modo que su intención firme de acompañar a sus alumnos en este viaje laberíntico.

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