En el Salón de Rectores del Hospital Real cuelga un cuadro de Eduardo García Duarte, abuelo materno de Francisco Ayala. Murió un año antes del nacimiento del escritor pero, si se comparan los retratos de ambos, parecen compartir una misma manera de estar en el mundo. «La figura de su abuelo influyó mucho en Ayala como queda reflejado en Recuerdos y olvidos, donde habla con mucha admiración de él», explica Amelina Correa, que hoy presenta el libro La familia de Francisco Ayala y su infancia en el marco de las jornadas Días felices que organiza la Fundación del escritor con motivo del primer aniversario de su fallecimiento.
Eduardo García Duarte era madrileño y sacó una plaza en la Facultad de Medicina de Granada, donde pasó el resto de su vida y donde nacieron sus seis hijos. «La menor, Luz, era la madre de Francisco Ayala y estaba muy apegada a su padre, le hablaba de él a su hijo con mucha admiración», explica la investigadora y profesora de Literatura Española en la Universidad de Granada. «Se nota que Ayala está muy influido por su personalidad, era un hombre filantrópico, altruista, republicano… Ayala dice que era agnóstico aunque esto no está del todo claro porque era médico de las Hermanitas de los Pobres, que estaban en Gran Capitán, justo enfrente de la casa familiar». En resumen, es el modelo de cómo Ayala se posiciona ante la vida. «Marcó una impronta por su coherencia intelectual, por su manera de enfrentarse a la vida y por su bonhomía», insiste Correa. Hasta la coquetería crepuscular del autor de Muertes de Perro parece ser una herencia de su abuelo. «La familia conservaba muchos retratos y, como dice textualmente en Recuerdos y olvidos, le llamaba la atención que era una persona de gran prestancia muy de acuerdo con la nobleza de su carácter», concluye Correa sobre el ascendente de Eduardo García Duarte sobre su nieto más allá de la muerte.