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Somos quien somos

– Somos quien somos

CONFIESO que el poeta Celaya no es santo de mi devoción, pero eso no me impide valorar la calidad excepcional de su obra. Supe de la persona del poeta que como tal me era, tiempo atrás, muy conocido, por un amigo común al que tengo en estima y que alguna vez trató de despejar mis reservas. Éstas se deben a algún desafortunado verso que hirió mi sensibilidad. Su Rapsodia euskara, baladas y decires vascos rezuma estupidez y xenofobia, algo tan impropio de un poeta, de un ser razonablemente racional, que te invita, cuando menos, a ignorarle. Vascos de acero…, Andaluces enanos asexuados…, en fin: para dejarlo en la cuneta. Como quiera que a mí estas cosas me producen pena por quien las dice o las escribe, mantengo una pose misericorde con la parte humana del paisano de Hernani, en el bello paraje de la tierra vasca. Parece, no obstante, que mi reserva no ha sido compartida por otros andaluces pues la Universidad de Granada le otorgó el título de Doctor Honoris Causa a pesar de sus ostensibles insultos a nuestra naturaleza. Eso sí, no les dio tiempo a entregárselo en vida y tuvo que ser señalado como póstumo. Así es la vida; y la muerte, siempre inoportuna. Ese amigo común que era su médico le ayudó a morir en paz y como ya pertenece al silencio eterno del sueño infinito, he dejado los reproches en la trastienda de lo considerable.

Pues bien, cuando yo era un joven profesor en la Universidad de Ginebra asistía a todo lo que se me ponía por delante y tuviera alguna relación con la España contestataria, más o menos antifranquista o, acaso, crítica con el inmovilismo inquietante de la oligarquía pseudofalangista que hacía de corte y cuadrilla del generalísimo. Se acababan los ardorosos sesenta y el ambiente estaba lleno de creatividad. Por entonces Paco Ibáñez, pionero en el arte de musicalizar la poesía, recurría al poeta guipuzcoano con frecuencia y en este tiempo que vivimos recuerdo especialmente los versos aquellos de Nosotros somos quien somos (…)/ ¡A la calle!, que ya es hora de pasearnos a cuerpo/ y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo. ¿Anunciamos, en verdad, algo nuevo?, ¿reaccionaremos el domingo contra el inmovilismo? No es muy distinto de aquél, pudiera ser que incluso éste fuera mucho más inquietante: es voluntario y remediable. La subordinación subliminar del voto en nuestra tierra a su paralela interpretación en el Estado, no nos ayuda a sopesar en sus justos términos lo que significa, pero su repercusión en el futuro inmediato de Andalucía será extraordinaria. La calidad del sistema se mide en términos de su validez como instrumento al servicio de la soberanía popular, para mantener permanentemente inseguros a sus administradores.
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