Los fármacos no sustituyen a la psicoterapia
Cualquier malestar o situación incómoda como una discusión de pareja o problemas al dormir se ha convertido en excusa para recurrir a los psicofármacos. El peligro de esta salida de emergencia es que la gente no los considera medicamentos, banalizando la percepción de sus efectos a mediano y largo plazo, y usándolos para sustituir la terapia clásica.
El psiquiatra Robert Lespinasse explicó que en los últimos años se han venido desarrollando investigaciones a nivel psiquiátrico que han identificado respuestas fisiológicas como consecuencias de problemas mentales, como el caso de la depresión. «Hay enfermedades muy vinculadas a la conducta emocional de las personas y al aprendizaje, hay una fuerte presencia de la investigación buscando elementos que identifiquen dónde están las enfermedades y a qué se deben. Esto ha contribuido a que los fármacos tengan una mayor importancia dentro de la psiquiatría, pero hemos procurado manejar la parte psicoterapéutica dentro de estos procesos, porque se descubrió que los cuadros tratados únicamente con medicamentos mejoraban, pero mejoraban más rápido los que tenían la combinación entre psicoterapia y fármacos».
La psicoanalista argentina Victoria Queipo, destacó en un trabajo publicado en El País de España que «en época de crisis aumentan las consultas. Una mala racha económica es un disparadero de trastornos psicológicos. Hay poca tolerancia a los reveses, al conflicto y al dolor. Por eso recurrimos a la pastilla, aunque sea una solución momentánea, un dopaje». Otra de las razones que aleja a los pacientes del diván es el tiempo necesario para que la terapia surta efecto. La premura con la que quieren deshacerse de sus problemas mueve a las personas a buscar soluciones rápidas a sus malestares como encuentran en los medicamentos.
Beneficios demostrados Lespinasse mencionó los resultados de un estudio donde lograron precisar las modificaciones que produce la psicoterapia a nivel cerebra y la eficacia de ésta sobre todo en los cuadros relacionados con la ansiedad y los procesos de conflictos vivenciales. Estas situaciones no se resuelven únicamente con medicamentos, sino que estos sirven como ayudantes para disminuir los niveles de ansiedad y que la persona pueda internalizar mejor la parte psicoterapéutica, aprender a identificar el problema y manejarlo. «Ambas corrientes tienen vigencia, se ha tendido a complementar unas con otras, no se trata de la supresión de unas por otras, sino el auge de la investigación a nivel siquiátrico ha permitido conocer muchas cosas que antes se manejaban sin saber porqué.
El especialista sostuvo que la medicación dependerá del problema, pero básicamente es la combinación de fármacos y terapia para que la mejoría sea más rápida, eficiente y que le aprendizaje se produzca, porque muchas veces las molestias no son tales, sino la forma como las percibimos y las abordamos, pueden ser situaciones cotidianas que se perciben como una catástrofe.
«Los medicamentos que quitan la angustia disminuyen los niveles de ansiedad, pero no permiten identificar el problema y abordarlo, muchos de los conflictos parten del hecho de que no sabemos cómo enfrentarlos o porque manejamos inadecuadamente nuestras emociones.
Hay que aprender a ver el problema, dimensionarlo y ver las alternativas para enfrentarlo y superar la situación», detalló.
Hablar ayuda Cuando el paciente hace catarsis, el simple hecho de contar los problemas tiene un efecto terapéutico, porque relatarlos a alguien que no los va a usar para su beneficio o perjuicio del paciente, le permite drenar las cosas más intimas y descargar la sensación de tensión.
Lespinasse mencionó la importancia que tiene el encontrar la no censura, el escuchar sin juzgar, el no descalificar, debido a que eso determina una gran tranquilidad sobre todo por no sentirse rechazado, malinterpretado o castigado moralmente por la persona que está escuchando y de esa forma el paciente siente un gran alivio.
«La industria farmacéutica presiona desde los años cincuenta para que se medicalicen situaciones cotidianas», como ocurrió con una tendencia que se inició con la medicación de las disfunciones sexuales, tal como dijo Nuria Romo, antropóloga de la Universidad de Granada, en el mencionado trabajo del diario español.
Así como se las ha llamado las «medicinas de los estilos de y se habla de una «mercantilización de los estados de ánimo».
Los especialistas consultados en el reportaje de El País coincidieron en que la prescripción y consumo de los fármacos resulta indispensable cuando «la vida del paciente se ve afectada, en situaciones limitantes o incapacitantes», y coincidieron en que el medicamento solo, sin ayuda de una terapia, no resuelve nada. «La medicación establece las condiciones básicas necesarias para acometer una terapia personalizada», aclaró Queipo.