Oviedo
Educar para actuar
El estudio ganador del Premio Virgilio Palacio concluye que los jóvenes alojados en los centros de menores temen menos los riesgos de contagio del VIH
MARTA FRECHILLA/OVIEDO
GALARDÓN. Mercedes García, integrante del equipo premiado con el Virgilio Palacio, posa en el Conseyu de la Mocedá. /MARIO ROJAS
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DATOS
Estudio: de 2003. Se centró en 500 jóvenes alojados en centros de menores. Tras el estudio del riesgo de transmisión de VIH en este colectivo, se pasó a la acción con un programa gracias al cual los chavales han adquirido conocimientos sobre el sida y hablan con más soltura.
Programa: en todos los centros de Asturias, diputación de Guipúzcoa, Álava y Ayuntamiento de Vitoria. Y Aldeas Infantiles de Pontevedra, Madrid, Guadalajara y Zaragoza.
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Han pasado más de dos décadas desde la detección de los primeros casos de sida. Al mismo ritmo que se han multiplicado, también lo ha hecho la información sobre los riesgos y formas de contagio del VIH. Pero ni siquiera los más próximos a las nuevas formas de comunicación, los jóvenes, se las saben todas.
Un reciente estudio de José Luis Bimbela, de la Universidad de Granada, reflejaba el conocimiento, actitud y comportamiento de los jóvenes españoles ante la transmisión sexual del virus de inmunodeficiencia humana. Un grupo asturiano, integrado por Jorge Fernández del Valle, Óscar Suárez Álvarez, Amalia Franco Vidal, Ricardo de Dios del Valle y Mercedes García Rodríguez, fue más lejos. Realizó en 2003 el mismo estudio descriptivo, centrado en 500 jóvenes que, por circunstancias familiares, residen en 51 centros de acogida del Principado y de otras dos comunidades autónomas. Su título, Conocimientos, actitudes y comportamientos relacionados con la transmisión sexual del VIH en jóvenes residentes en centros de menores de Protección y Reforma en Asturias, País Vasco y León.
A partir de los resultados, desarrollaron un programa educativo con fines preventivos, para mejorar su conocimiento y sus hábitos. La primera actuación, el estudio, les valió el Premio Virgilio Palacio destinado a investigaciones sobre infecciones de transmisión sexual, convocado por el Hospital Monte Naranco y la oenegé Médicos del Mundo. Fue entregado la semana pasada. El programa posterior les reportó una satisfacción probablemente mayor: el logro de que estos chavales tengan mayor conocimiento del tema y hablen con más soltura.
Las edades de iniciación
«No sabíamos qué pasaba con esos jóvenes que residen en otros lugares, que han vivido situaciones afectivas más complicadas y que -pensamos- pudieran influir en que sufrieran situaciones de mayor riesgo», explica Mercedes García. Sus razones convencieron a la Fundación para la Investigación y la Prevención del Sida en España (FIPSE), que financió el trabajo. Algo poco habitual en un país en el que, como asegura, «no hay dinero para la investigación en prevención».
La miembro del equipo insiste en que no buscaban detectar jóvenes con sida en las residencias, ni compararlos con la población general, sino «ver qué saben del VIH, qué creencias tienen y cuáles son sus prácticas sexuales para trabajar con ellos en el tema de la prevención».
El equipo de trabajo se encontró con que, «no hay una gran diferencia» con el resto en cuanto a edades de iniciación. En dos terceras partes de los casos (el 67%), su primer encuentro sexual tiene lugar a los 16,6 años, cuando la media general es a los 17,5. En cambio, «sí le hemos dado importancia a que hay una percepción de riesgo más baja relacionada con la transmisión del VIH», explica García.
Las mujeres juegan con ventaja. Están mejor informadas que los hombres. «Conocen mejor los métodos y formas de prevención, pero a la hora de negociar una conducta se cortan más en proponer el preservativo o decir que no a una relación sin protección».
A mí no me puede pasar
Otra de las conclusiones de la investigación es que los jóvenes que utilizan condón van a tener conductas más seguras en el futuro. En eso no se diferencian del resto de la población. La idea del A mí no me puede pasar está también igual de instaurada. «No porque vivas en un centro o porque seas el más guapo de la pandilla, te va a pasar. Tiene que ver con lo que hagas, no con lo que parezcas».
Cuando pasó a la acción, el grupo optó por formar a los educadores, al fin y al cabo, quienes viven con ellos. «Hay que trabajarlo desde la vida cotidiana» y «hay que conocer cuáles son las formas de transmisión y no centrar la sexualidad en la genitalidad», dice la experta. En la tarea educativa, quizás una de las herramientas más útiles es mentalizar al grupo de que «hay que utilizar el preservativo», porque la «presión grupal es fundamental». De momento, la investigación ya se encontró con parte del camino andado: un 60% de los encuestados piensan así. Queda otro 40% por convencer.
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