Inicio / Historico

La endoscopia descarta que el Infante Sancho de Castilla muriera envenenado

La endoscopia descarta que el Infante Sancho de Castilla muriera envenenado
Los análisis anatomopatológico y toxicológico de los restos del Infante Sancho de Castilla y Sandoval, hijo ilegí­timo de Pedro I de Castilla, descartan la hipótesis defendida por algunos historiadores de que murió envenenado. Según los autores del estudio, el fallecimiento, a los siete años, se debió muy probablemente a un proceso inflamatorio pulmonar.
Daniel Arbós. Barcelona22/12/2006
En el año 1370 morí­a, a los siete años de edad, el Infante Sancho de Castilla y Sandoval. La defunción se produjo en la fortaleza de Toro, en Zamora, donde estaba recluido con su hermano Diego.

Hijo ilegí­timo del rey Pedro I de Castilla, apodado el Cruel, algunos historiadores han barajado la posibilidad de que hubiera muerto envenenado, por el temor que existí­a en la Casa Real de que reclamara la sucesión al trono.

Como si fuera una historia de detectives o un capí­tulo de la serie de suspense CSI, un equipo multidisciplinar de cientí­ficos ha analizado los restos momificados del Infante, que desde el siglo XV reposan en el Monasterio de Santo Domingo el Real, en Toledo, para esclarecer si realmente fue el envenenamiento la causa del fallecimiento.

En el estudio, coordinado por Miguel Botella, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, han participado especialistas de la Universidad de Alcalá de Henares, del Hospital Clí­nico de Barcelona y de la Dirección General de la Policí­a Cientí­fica, ubicada en Madrid.

Una de las piezas fundamentales de las pesquisas ha sido un estudio anatomopatológico y toxicológico de las partes blandas de la momia, que ha realizado el Grupo de Paleopatologí­a del Clí­nico barcelonés. El mismo equipo ha colaborado en un estudio de los restos de Carlos V, que ha demostrado que sufrí­a gota.

Momificación natural
Los lugares frí­os y secos, como Toro, son muy propicios para que se produzca la momificación natural de los cadáveres, como sucedió en el caso de Sancho, ha explicado Pedro Luis Fernández, del Servicio de Anatomí­a Patologí­a del Clí­nico de Barcelona.

Los cientí­ficos reconvertidos en detectives han utilizado un endoscopio flexible de última generación cedido por la empresa Olympus. El equipo nos ha permitido entrar en todas las cavidades del cuerpo y extraer muestras sin lesionar los restos mortales, ha apuntado Agustí­n Franco, del Servicio de Urologí­a del hospital.

Se extrajeron porciones de tejidos conservados, como el nervio óptico, el corazón y el pulmón. Se exploraron zonas como el cráneo, el interior de la columna vertebral y el abdomen, de donde también se tomaron muestras. Es la primera vez que se hace un estudio tan exhaustivo de una momia española, ha destacado Fernández. Las imágenes del endoscopio han mostrado los pulmones más turgentes de lo normal, ya que en la mayorí­a de momias aparecen colapsados.

Por su parte, los estudios toxicológicos y los análisis por microscopí­a electrónica de barrido no han detectado sustancias como el arsénico y el cianuro, los venenos más comunes en la época, lo que descartarí­a que la muerte fuera por envenenamiento. El examen de los pulmones ha mostrado la presencia de una importante cantidad de pigmentos que provocan antracosis, lo que indicarí­a una exposición crónica al humo, probablemente de una chimenea.

¿Podrí­a ser ésta la causa de la muerte? En principio no. También hemos detectado macrófagos alveolares y hematí­es, que podrí­an estar asociados a un proceso inflamatorio y hemorrágico. Teniendo en cuenta que en la época las infecciones eran una de las principales causas de muerte, probablemente murió de un proceso inflamatorio pulmonar provocado por una infección, ha concluido Fernández.

Más análisis
El estudio de los restos de Sancho de Castilla y Sandoval no terminan aquí­. Así­, se le ha realizado una TAC y el equipo dirigido por Botella ha procedido a la digitalización del cráneo para hacer una reconstrucción del rostro del infante. Por su parte, la Policí­a Cientí­fica estudia sus huellas digitales.

Descargar