EDICIÓN IMPRESA – África
Medio siglo sin Protectorado
El 7 de abril de 1956 España salió dando un portazo que poco ha ayudado a las difíciles relaciones hispano-marroquíes… Ni unos ni otros tienen hoy nada que celebrar
Plaza de la Iglesia, en Tetuán, que hasta 1956 fue capital del Protectorado español
ImprimirVotarEnviar
TEXTO Y FOTOS LUIS DE VEGA. CORRESPONSAL
RABAT. Hoy hace medio siglo que España dio por finalizados sus 42 años de protectorado en Marruecos -el 7 de abril de 1956-, que acababa de independizarse. Comenzaba entonces un periodo de alejamiento mutuo en el que Rabat sólo mantuvo abiertos los canales de la concordia con París, la otra potencia colonial, «en parte por el despecho con el que España abandonó Marruecos», que pasó a convertirse «de amigo a hostil», como sostiene el profesor Bernabé López.
El precio pagado por los errores cometidos y por el consiguiente distanciamiento fue tan alto que pocos creen posible que algún día se pueda recuperar todo lo perdido, aunque el optimismo bañe coyunturalmente las relaciones bilaterales desde que el PSOE ganó las elecciones de 2004. La lengua española, pese al entusiasmo de algunos defensores, ha ido en fulminante retroceso en Marruecos con respecto al francés, que goza del apoyo oficial.
Pese a todo, pasear por Tetuán, la primera gran ciudad que se encuentra el visitante que entra por Ceuta, mantiene todavía en 2006 un indudable sabor a la España de mediados del siglo XX. Las calles, las casas, la iglesia… La relojería «La Princesa», la librería «Alcaraz», la perfumería «La Catalana», el teatro Español, la lechería «El Buen Gusto»… El ensanche por el que creció la que fue capital del Protectorado más allá de la medina (ciudad vieja) es «una auténtica ciudad española en Marruecos», explica el historiador Mohamed Benaboud en un castellano envidiable «que nunca he tenido que estudiar porque soy tetuaní».
Este profesor de universidad explica sin rencor alguno que es hijo de un líder nacionalista de igual nombre que trató de poner fin a la presencia española en tierras norteafricanas «porque los marroquíes se consideraban de segunda categoría en su propio país». El general Varela le impuso un entierro en Tánger, lejos de su casa, tras el accidente de avión que le costó la vida cuando su mujer no había dado aún a luz a su hijo. Aquel primer Mohamed Benaboud, hoy con calle en la ciudad, había sido el cerebro de la liberación en El Cairo del mítico líder rifeño Abdelkrim, uno de los principales protagonistas de la sangrienta y desastrosa historia española en la guerra de África durante los primeros lustros de Protectorado.
Cinco heridas de guerra
«Mi padre trabajó con Abdelkrim, era muy cercano a él», recuerda Mohamed Lmrabet, de 88 años, en la casa de la época española que tiene alquilada en Tetuán. Pero el destino de Mohamed no estuvo marcado por el revolucionario del Rif, sino por su alistamiento «a la fuerza» en las tropas de Franco durante la Guerra Civil, cuando apenas había dejado de ser un niño. «Yo sólo tenía miedo de Dios y en mi primer avance, en el frente de Vitoria, ya fui herido», relata mientras muestra el balazo en su pierna izquierda. Fue la primera de sus cinco heridas de guerra, como certifica la documentación oficial que guarda de forma cuidadosa. «En Brunete sí que vi la muerte de cerca. De todo un batallón quedamos sólo tres hombres», explica el anciano después de su paseo diario por la ciudad.
El espacio principal del centro de Tetuán se llama oficialmente plaza Mulay el Mehdi, pero todos la conocen como plaza Primo, la abreviatura en que ha quedado con el paso de los años Primo de Rivera. Benaboud bromea con el nombre de uno de los cibercafés que se han abierto en los últimos años en la plaza, el «Cíber Primo», que, según explica, es de un profesor simpatizante del Partido Socialista llegado desde Fez. «¿Cómo tú le pones ese nombre a tu negocio, hombre?, le pregunté. Pero claro, él no sabe nada de eso», asegura divertido el historiador.
Un ejemplo claro de ello lo tenemos casi en la otra punta de lo que fue el Protectorado, el colegio español de Alhucemas, que sigue aún presidido por un enorme azulejo visible desde bien lejos con el escudo de la España preconstitucional, con su águila y todo. «Aquí no tenemos los problemas que tenéis allí con las estatuas de Franco, y la gente convive con estas cosas sin problemas», añade.
El Atlético de Tetuán
El club de fútbol Atlético de Tetuán, que como todos posaba en las fotos brazo en alto en honor al generalísimo, llegó a jugar una temporada (1951-52), la única que mantuvo su ascenso, en la Primera División española. Los periódicos de la época aún guardan un sabroso recuerdo del día de Reyes de 1952, cuando el Real Madrid fue incapaz de arrancar una victoria al modesto equipo local, que logró empatar a tres goles. Era el preludio de la independencia de Marruecos, que llegaría en 1956, cuando los españoles habían dejado aupada a Tetuán como segunda ciudad del país a nivel económico, después de Casablanca.
Hoy, lejos de los grandes circuitos turísticos marroquíes, la antigua capital del Protectorado vive en gran parte de la gloria del pasado y de su cercanía a Europa. Una pléyade de embaucadores que se hacen pasar por guías salen a menudo al paso del visitante con aspecto de «guiri», al que hacen sentir cual flautista de Hamelin. Por cualquier esquina se puede observar cómo a cualquier hora del día se descargan de los maleteros de los coches las mercancías llegadas de la vecina Ceuta y que dan de comer a centenares de familias. Lo mismo ocurre con las miles de hectáreas de cannabis que elevan a esta región al primer puesto entre los productores mundiales de hachís, que en su mayoría viaja al mundo a través de España. Más allá de este lucrativo tráfico y el de emigrantes clandestinos, los marroquíes acusan a los españoles de estar guiados por los prejuicios y de desconocer la realidad del vecino del sur.
Los hispanistas, castigados
Antes de la asombrosa multiplicación de las parabólicas, los canales de televisión españoles tenían entre los marroquíes del norte una fiel audiencia, que poco a poco están absorbiendo canales vía satélite como Al Yasira. Esto aleja cada vez más a los jóvenes de la lengua que amamantó a muchos de sus mayores. «Los hispanistas estamos castigados. Sólo piden licenciaturas en francés o marroquí. Mi título de Sociología de la Universidad de Granada aquí no tiene valor», denuncia Ahmed Megara en la oficina bancaria en la que trabaja.
Las autoridades marroquíes mantienen en español un semanario oficialista, La Mañana, y un telediario en la televisión pública. «La intención es buena pero la calidad es mala», asegura Megara, encargado del suplemento en castellano que aparece en la revista editada en lengua árabe Tamuda.
El recuerdo de aquellas cuatro décadas de presencia hispana se mantiene en la actualidad más rancio que fresco en el territorio que va desde Larache, en la costa atlántica, hasta Nador, al este del Reino de Marruecos. Por eso hoy, cincuenta años después, los marroquíes y el puñado de españoles supervivientes a aquel periodo no tienen nada que celebrar.
Descargar