Pueden llegar a tener ocho metros, pero muchas veces su apariencia se asemeja a la de pequeños bonsáis, dadas las dificultades que tienen para crecer en unos parajes que no les son favorables. El Acer opalus granatense, conocido popularmente como arce granadino, está en una situación de riesgo. Es una especie caduca, cuyas poblaciones son actualmente “islas” que persisten en un ámbito mediterráneo gracias a condiciones microclimáticas que se dan en lugares como fondos de barrancos, laderas norte y canchales de alta montaña, teniendo una especial importancia el papel de los matorrales en su crecimiento.
“Nos hemos centrado mucho en Sierra Nevada, en el área de Trevenque, y en Baza, además de realizar un estudio extensivo a lo largo de toda la Península Ibérica y de todas las zonas por donde se extiende el arce, excepto el Rift y Mallorca”, señala Lorena Gómez Aparicio, de la Universidad de Granada, que ha realizado una tesis dentro del grupo de investigación de Ecología terrestre, bajo la dirección de Regino Zamora Rodríguez y José María Gómez Reyes. En algunas de estas zonas “hay menos de diez árboles”. En este sentido, sería importante disminuir la carga ganadera o dispersarla para que en los primeros años los nuevos árboles puedan crecer.
“Los animales herbívoros, como los ratones, o los ungulados como cabras y ovejas, prefieren para su alimentación las hojas de los árboles caducifolios que las perennes. Estos últimos son mayoría, y cuando hay un árbol que, como el arce, tiene hoja caduca, acuden todos a él”, explica Gómez Aparicio. Y añade: “Otras causas de su mala situación son la tala de árboles y la desertificación, que se pueden achacar a la acción directa del hombre”.
Dispersión de semillas
En este trabajo han analizado el ciclo de regeneración de la especie, desde la dispersión de semillas hasta el crecimiento de juveniles, con el objetivo aplicado de diseñar medidas de conservación y restauración que contribuyan a asegurar la viabilidad de sus poblaciones a largo plazo. Gómez Aparicio explica que “se trata de una especie anemócora, esto es, que tienen semillas que son dispersadas por el viento. En el caso del arce, como los adultos son relativamente bajos y las semillas son pesadas, su capacidad de vuelo es muy restringida, de manera que la mayoría de las semillas se dispersan muy cerca de las plantas madre”.
Una consecuencia de la limitada dispersión es la dificultad de la especie para extenderse por nuevas áreas. Así, la mejor manera de reforzar o reintroducir el arce granadino en zonas donde sus efectivos han disminuido o desaparecido, es mediante siembra de semillas o introducción de plantones. La joven bióloga pretende seguir profundizando en el arce granadino y en las estrategias para salvar a nuestros bosques de las distintas perturbaciones a los que los sometemos, nosotros y la naturaleza en general. Su próxima parada, Nueva York, en el Institute of Ecosystem Studies (Millbrook), en una zona donde abundan los arces.
Más información: Dra. Lorena Gómez Aparicio.
Dpto. de Biología animal y ecología de la Universidad de Granada.
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