Los estudios indican que los jóvenes sí saben lo que tienen que hacer para prevenir, pero los datos apuntan que el VIH (virus de inmunodeficiencia humana, que provoca el SIDA) se sigue transmitiendo en este grupo de edad. De hecho, el 53,8% de los nuevos enfermos diagnosticados con SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) está entre los 25 y 34 años. Esto apunta que muchos de ellos contrajeron el virus durante la adolescencia. En este sentido, “la información y el conocimiento son necesarios pero no suficientes”, señala Paz Bermúdez, profesora de Psicología de la Universidad de Granada (UGR), que finalizó su tesis hace un año con base en una serie de encuestas entre jóvenes, siguiendo los criterios del científico Freddy A. Paniagua, de la Universidad de Texas (EE.UU.), uno de los directores de este proyecto, junto a Gualberto Buela, de la UGR.
Hay que tener en cuenta que los programas educativos y de motivación han tenido un éxito relativo porque a muchos les cuesta cambiar sus conductas de riesgo. La revisión teórica que precedió al trabajo de campo y la adaptación al castellano de la Escala VIH/SIDA-65 de Paniagua son los primeros pasos de este estudio granadino. El objetivo principal es analizar los factores psicosociales que están en la base de esta problemática. Los hay de tres tipos: cognitivos, actitudinales y conductuales. Tras el análisis de los datos que se desprenden de los cuestionarios que completan los chavales, se obtiene una información muy valiosa para diseñar, modificar o evaluar el efecto de programas de prevención del SIDA.
Los cuestionarios se aplicaron a un total de 657 adolescentes de diferentes ciudades y pueblos de toda España, con edades comprendidas entre los 13 y los 18 años. De ellos, 129 tenían trastornos psicológicos, chicos y chicas que suelen ser más impulsivos e inconscientes que la mayoría. Tras completar los cuestionarios, la psicóloga solía mantener una charla con cada joven. En este sentido, la información que se obtiene es muy abundante, siempre en coordinación con los servicios psicopedagógicos de los centros educativos.
Bermúdez apunta que las ideas erróneas son áreas muy importantes en la adquisición del VIH en los adolescentes. Además, los resultados apuntan que existen barreras psicológicas que imposibilitan que en el momento se tomen las medidas que deben tomarse para prevenir la transmisión del temido virus. La susceptibilidad también es muy importante. Surgen expresiones como “esto no va conmigo”, cometiendo el error de identificar el VIH y el SIDA con colectivos como homosexuales, prostitutas o drogadictos.
Otro factor importante es la falta de asertividad, es decir, la dificultad de decir “no” ante una situación no deseada. “Se ve en los casos de chicas que se exponen a las enfermedades de transmisión sexual porque sus parejas no quieren mantener relaciones con ellas, si no es sin preservativo”, comenta Bermúdez. También son esenciales las influencias religiosas e ideológicas. La profesora de la UGR explica que conoció algún chico que le señaló que “no uso preservativo ni lo usaré nunca”.
En los adolescentes es muy importante “la opinión del grupo de iguales”, es decir, lo que piense la pandilla o los compañeros de clase. Hay una serie de normas, que se transmiten y se imponen para la pertenencia a dicho grupo, también en relación con la conducta sexual. En cuanto a la comunicación con los padres, suele ser insuficiente. “Muchas veces habría que evaluar a los padres, para saber qué conocimientos transmiten”, señala Bermúdez. La prevención es muy complicada, y no incluye sólo la información y el conocimiento, es la conclusión básica que se puede extraer de este trabajo de investigación.
Más información: Mª Paz Bermúdez Sánchez
Dpto. de Psicología Evolutiva y de la Educación
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