Bajo la denominación científica (y, sin duda, menos estigmatizada que otros términos) de ‘nuevos movimientos religiosos’ se esconde un fenómeno que en los últimos años ha irrumpido con fuerza en nuestro país: las conocidas comúnmente como sectas. Decenas de grupos religiosos más o menos organizados, con mayor o menos número de seguidores, proliferan en las ciudades españolas, sin que exista realmente un control sobre sus actividades y sobre la relación que establecen con sus miembros.
María del Mar Ramos Lorente, profesora del departamento de Sociología de la Universidad de Granada, es autora del primer estudio en profundidad que se realiza en España sobre el proceso de entrada y abandono de nuevos movimientos religiosos en nuestro país. Su trabajo pone de manifiesto el inmenso vacío legal que existe en torno a algunas de sus prácticas cuando las personas que entran en contacto con los nuevos movimientos religiosos se sienten defraudadas. Y pone como ejemplo a los consumidores de la llamada ‘medicina alternativa’, actividades culturales y lúdicas o determinadas terapias para toxicómanos que tratan de ‘desengancharse’ de la droga.
“Es evidente que nadie controla en este momento ciertas actividades que llevan a cabo –señala la investigadora granadina-, y que en ocasiones dañan a las personas que tratan de salir de las sectas”. Conferencias y charlas sobre temas culturales, visitar puerta por puerta el domicilio de las personas –llevándolas, cuando se trata de ancianos, hasta el mismo templo, o cursos gratuitos de inglés son algunos de los ‘ganchos’ empleados por los nuevos movimientos religiosos en la actualidad.
Un papel claramente definido
Para la realización de su estudio, la profesora granadina entrevistó a 48 sujetos en toda España entre los que se encuentran miembros de nuevos movimientos religiosos, ex miembros y familiares de ambos. Gracias a este trabajo de campo, ha podido determinar que existen edades más suceptibles que otras para afiliarse a alguno de estos movimientos. Así, los jóvenes y los jubilados son más propensos a ser captados que el resto de la sociedad, “por los procesos sociales que atraviesan –apunta María del Mar Ramos-. La juventud siempre va asociada a la búsqueda de ideales, de la propia identidad, de la independencia. La jubilación, por su parte, supone un cambio en los valores de las personas que de pronto necesitan dar un nuevo sentido a su vida. Los nuevos movimientos religiosos vienen a llenar estos huecos”.
Ramos señala que no existen diferencias de sexo en la afiliación a los nuevos movimientos religiosos (“afectan por igual a hombres y a mujeres”), ni de clases sociales (“hay gente con pocos medios económicos, y personas con mucho dinero”). Todo depende de que el nuevo movimiento religioso ofrezca al sujeto justo lo que necesita en el momento de entrar en contacto con un determinado grupo. Existen circunstancias vitales que facilitan la adhesión a alguno de estos movimientos religiosos, como la desestructuración familiar (divorcio, separación, viudedad, etc.), donde el sujeto siente un gran vacío en los roles que venía desempeñando dentro de la estructura familiar, o las discapacidades, por ejemplo. La investigadora granadina señala que estas personas “encuentran alivio a sus problemas en estas organizaciones religiosas, ya que les proporcionan una sólida red de relaciones sociales y afectivas”.
Con todo, la profesora de la UGR (que en su trabajo ha analizado cuáles son las necesidades de las personas que entran en estos nuevos movimientos religiosos, y qué les ofrecen, a su vez, éstos) destaca que “todos somos susceptibles de afiliación a nuevos movimientos religiosos”, puesto que entrar o no en ellos “sólo depende de nuestras circunstancias, del momento vital que atravesemos”.
Referencia: Prof. María del Mar Ramos Lorente. Dpto. de Sociología de la Universidad de Granada. Tlfs. 958 248063 – 958 248073 Correo e.: mdmrl@ugr.es