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DROGAS PARA HOMBRES, DROGAS PARA MUJERES – Un estudio coordinado por la UGR pone de manifiesto los condicionantes sociales en la prescripción de psicofármacos a mujeres

El estudio, realizado en Andalucía, Madrid y País Vasco, ha tratado de recoger la experiencia de mujeres que habían sido prescritas con psicofármacos (antidepresivos, tranquilizantes o somníferos), y de profesionales de Atención Primaria y Psiquiatría que los recetan. En ambos casos se repiten ciertos estereotipos, que el equipo de investigación asocia a la construcción social del género. “Yo creo que tiene que ver con la construcción de una imagen de la mujer como más débil, pasiva, dependiente y con ciertas patologías inespecíficas”, sostiene Nuria Romo.

“A las mujeres en el ámbito médico se las ve como más necesitadas de medicación por el tema del malestar”, explica la investigadora. En su opinión, existe un modelo previo que se transmite entre los profesionales sanitarios y que, ante situaciones inespecíficas expresadas por las mujeres (donde no existe una patología clara), tiende a prescribir psicofármacos. Estas situaciones tienen que ver con circunstancias vitales que generan desasosiego, ese malestar que se diagnostica como “ansiedad” y al que se asigna un tratamiento con psicofármacos.

El malestar
Conflictos familiares, estrés laboral, un examen importante o la pérdida de confianza en sí mismas son algunas de las causas que las mujeres achacan al malestar y a la utilización de psicofármacos. La variedad de causas se relaciona con las características de las mujeres: para las jóvenes, la competitividad laboral y las grandes expectativas de futuro son las principales fuentes de malestar; para las de mediana edad son los conflictos derivados de la familia y el trabajo remunerado o la doble jornada, mientras que la frustración y pérdida de confianza son los principales problemas en las mujeres de edad avanzada.

Las estadísticas reflejan posteriormente este hecho, y la mujer aparece como la mayor consumidora de este tipo de sustancias, así como más afectada por trastornos de tipo psicológico. Según los datos que maneja Romo, a las mujeres se les diagnostica ansiedad tres veces más que a los varones. Sin embargo, para la coordinadora del estudio esto no respondería tanto a condicionantes fisiológicos como a esquemas culturales que determinan ciertos comportamientos según el género. Y estos prejuicios afectan tanto a la Sanidad como a las propias mujeres.

Visita a la consulta
El estudio coordinado desde la Universidad de Granada ha puesto de relieve que la elevada prescripción de psicofármacos a mujeres no es sólo una cuestión de prejuicios médicos. “Muchas de las mujeres acudieron a la consulta demandando alguno de estos medicamentos, recomendadas por sus madres, hermanas o amigas”, reconoce Romo. En su opinión, esto se relaciona con la “semiología de la mujer”, con su forma de representarse y de expresarse. Esta manera de construir la personalidad según el género hace que la mujer esté más dispuesta que el varón a solicitar ayuda.

Según datos de la Encuesta Nacional de Salud, en el período de abril-septiembre de 2003, las consultas por motivos clínicos (diagnóstico) fueron frecuentadas por casi un millón y medio más de mujeres que de hombres. Aunque no siempre estén relacionadas con la ansiedad, estos datos muestran una mayor predisposición de las mujeres a visitar al médico, lo que también se ha reflejado en las entrevistas a profesionales realizadas durante la investigación. A la postre, esto se convierte en un arma de doble filo, ya que algunos médicos tienden a restar importancia a la consulta cuando quien acude es una mujer, según refleja el estudio.

El sector médico reconoció la falta de tiempo con que cuenta para la atención a mujeres que se quejan de un malestar inespecífico, así como la duda sobre la eficacia del tratamiento con psicofármacos. Esto, unido a la falta de terapias alternativas como la creación de grupos de mujeres, hace que se mantenga el ciclo de la prescripción y utilización de este tipo de sustancias, cuyo uso se ha incrementado en España un 250 por ciento en los últimos diez años. Según manifestó recientemente Julio Zarco, presidente de la Sociedad Española de Medicina Rural y Generalista, el 30% de los fármacos que se prescriben en España son psicofármacos.

Autoconsumo
Teniendo en cuenta que los psicofármacos se han convertido en un componente habitual del botiquín doméstico, parece fácil acceder a una sustancia que, una vez recetada, puede ser utilizada por los motivos más variados fuera del tratamiento prescrito. Este estudio ha reflejado también la instrumentalización que muchas mujeres hacen de los psicofármacos para afrontar las situaciones que les generan malestar siguiendo pautas de autoconsumo. Un hábito peligroso, ya que estas sustancias, aunque forman parte de la farmacopea oficial, tienen el riesgo de acarrear dependencia y negativos efectos secundarios.

El Plan Nacional sobre Drogas (PND) recoge en sus estudios epidemiológicos sobre uso de drogas ilegales el autoconsumo de psicofármacos. En uno de estos estudios, una encuesta realizada en 2002 a estudiantes entre 14 y 18 años, un 3,1% de las adolescentes reconocía un consumo habitual de estas sustancias (sin prescipción), frente a un 1,7% de los varones. La edad media de inicio al consumo se fijó en los 14 años. De hecho, el estudio coordinado desde la Universidad de Granada ha detectado un aumento del consumo de psicofármacos entre mujeres jóvenes, en muchos casos siguiendo pautas de autoconsumo o recomendadas por madres o amigas.

Detrás de esta tendencia se esconde una serie de consideraciones culturales sobre el uso de drogas entre hombres y mujeres. Nuria Romo, experta en estas cuestiones, reconoce que los varones suelen tener índices de consumo de sustancias ilegales mucho más elevados que los de las mujeres. ¿A qué responde este hecho? Según su interpretación, a que, por una serie de factores sociales y culturales asociados a la construcción de género, las mujeres evitan las conductas asociadas al riesgo, como es el caso del uso de drogas ilegales.

Drogas “seguras”
Sólo en sustancias cuya percepción social del riesgo esté bien vista (véase alcohol y tabaco), las estadísticas de consumo se equiparan, sobre todo entre la población más jóven. En algunas franjas de edad, el consumo de las mujeres supera ya al de los hombres. El cánnabis, cuya perceción del riesgo era similar a la del tabaco según la citada encuesta del PND, es la única sustancia ilegal donde los niveles de consumo entre ambos sexos se igualan (es la tercera droga más consumida por los jóvenes, tras el alcohol y el tabaco). El resto de sustancias ilegales (cocaína, éxtasis, heroína, etc.) muestra mayores índices de consumo masculino, mientras que el femenino adopta patrones menos “agresivos”.

Siguiendo la interpretación propuesta por Romo, los psicofármacos son drogas que las mujeres perciben como “seguras”, ya que proceden del ámbito reconocido de la Medicina. Según la antropóloga de la Universidad de Granada, la industria farmaceútica ha intentado aprovechar el filón y ha identificado a la mujer como el principal objetivo comercial de los psicofármacos; en los años 50, en los EE.UU. se vendían tranquilizantes como “las pastillas de las buenas madres”. En el contexto actual, donde su consumo está muy extendido en todo el mundo (sobre todo en los países más industrializados), organismos como la ONU han llegado a alertar del riesgo de utilizar psicofármacos para remediar problemas considerados “sociales”.

Más información:
Nuria Romo Avilés. Dpto. Antropología. Instituto de Estudios de la Mujer. Universidad de Granada.
Correo e: nromo@ugr.es