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Las plagas provocan pérdidas millonarias en la agricultura andaluza

Los agricultores han de gastar grandes cantidades de dinero para combatir las plagas, en el caso de los cultivos en invernadero estas cantidades rondan las 250.000 pesetas por hectárea y campaña, ya que, según Felipe Pascual Torres, profesor de Biología Animal y Ecología de la Universidad de Granada, las especies plaga se reproducen mejor y más rápido en las condiciones ambientales del invernadero y su ciclo vital se repite varias veces al año. «Es más, en el sureste de la Península Ibérica, no se concibe un invernadero sin plagas».

Felipe Pascual lleva más de quince años estudiando las plagas en los invernaderos de Almería y Granada. «Actualmente el principal problema de los invernaderos lo constituyen los virus, ya que los tratamientos son costosos y difíciles. No sirven los pesticidas». El virus de la cuchara es el que en la actualidad más está afectando a los cultivos de la zona. Se trata de un virus transmitido fundamentalmente por moscas blancas. Otros virus son transmitidos por pulgones e insectos chupadores en general. «La única forma de evitar las infecciones es con mallas antipulgones, tener cuidado con la ropa del personal que trabaja dentro del invernadero, reforzar el cuidado de la planta y cultivar variedades resistentes, con semillas garantizadas. Sin embargo, poco puede hacer el agricultor ante un virus». Muchas veces la solución es arrancar la planta y comenzar de nuevo con la consiguiente pérdida económica; los pesticidas no funcionan.

Desgraciadamente, no es la primera vez que las plagas se ceban con la agricultura andaluza. Pascual Torres trabajó hace años en el llamado Trips de las flores, unos insectos que atacan a las hortalizas (mayoritariamente pimientos y tomates) mermando la producción y la calidad. «Una plaga introducida en 1986 desde América y que comenzó atacando en los invernaderos para pasar después a los cultivos al aire libre del valle del Guadalquivir «. Los daños en los primeros años fueron enormes, no existían insecticidas para tratar las plagas. «A principios de los 90 cuando comenzamos a estudiar este fenómeno analizamos la dinámica de la población de esta especie y su distribución en el cultivo».

Los investigadores llegaron a conocer el color que atraía a este tipo de insecto, su reproducción en ciclos, la eficacia de los insecticidas y la lucha biológica más adecuada. Gracias al trabajo de los investigadores, cuyos resultados se publicaron en las revistas de plagas del Ministerio de Agricultura, los agricultores tuvieron información de primera mano y «además, de ahorrar en la cantidad de insecticida redujeron su uso (y los correspondientes residuos) con la utilización de la lucha biológica».

La lucha biológica es uno de los aspectos que más importa a los investigadores actuales. «En primer lugar porque no daña el medio ambiente y a la larga no es muy cara». Sin embargo, esta lucha biológica es más lenta por lo que normalmente los investigadores intentan encontrar soluciones intermedias con la lucha integrada.