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La UGR estudia una enzima que podría servir de marcador de los problemas de funcionamiento de riñones trasplantados

¿Qué relación puede tener la actividad de la ADP-ribosa polimerasa con la necrosis tubular en un riñón que va a ser trasplantado? Mucha, según los indicios de estos estudios, y su inhibición temporal podría mejorar la funcionalidad de estos órganos una vez trasplantados. En este sentido, desde el Departamento de Anatomía Patológica e Historia de la Ciencia de la UGR, en colaboración con el equipo de Francisco Javier Oliver, del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) se prosiguen los estudios sobre la ADP-ribosa polimerasa, una enzima que se activa en mayor o menor medida en cada donante y que depende también del tiempo de isquemia fría (aislamiento en frío antes del trasplante) al que se ve sometido el órgano.

Actualmente, la mayoría de los donantes son personas mayores. En su mayoría, son órganos válidos para ser trasplantados, pero que en todos los casos son evaluados microscópicamente por el patólogo antes de ser implantados. Sin embargo, algunos fallan a los pocos días de injertarse en el nuevo organismo. Tratar de prevenir ese fallo es el objetivo final de estos estudios, que están obteniendo una gran producción científica en los últimos meses. El artículo que se va a publicar antes de finales de año en la revista internacional Trasplantation Proceeding se basa en el estudio de más de 150 casos, en gran parte cubanos, “ya que allí tienen problemas para trasplantar el riñón con inmediatez. La demora puede superar en muchos casos las 24 horas. Esto implica más daño del injerto renal y alteración de su función una vez trasplantado”, explica Francisco O´Valle Ravassa, primer autor del trabajo.

Activación inmediata
Cuando vemos un fragmento recién extirpado, no se puede ver si hay necrosis tubular. El dato morfológico necesita tiempo, entre 12 y 24 horas. Pero si hay una enzima que se activa de forma inmediata, puede servir de indicio de que algo no funciona bien en ese riñón, pudiendo intervenir antes de que deje de funcionar, una vez trasplantado. La ADP ribosa polimerasa nos va a ayudar a resolver este problema ya que esta enzima se activa inmediatamente al detectar lesión celular y podría servir para predecir como va a ser el comportamiento de la función renal una vez trasplantado.

La necrosis tubular aguda suele aparecer entre los días cinco y once después del trasplante. En estos casos, la expresión de la enzima ADP-ribosa es más elevada que en los riñones que no tienen problemas y, por supuesto, que en los riñones de jóvenes, totalmente sanos, que no suelen ser los más abundantes para el trasplante. La necrosis tubular se puede recuperar con el tiempo, con medidas de soporte, como hemodiálisis.

La idea sería anular la actividad de esta enzima que tiene que ver en la inducción de la necrosis. Pero esto es impensable. “Es conocida como la enzima del yin y el yan”, explica O´Valle, “ya que participa en procesos imprescindibles para los organismos vivos, como la reparación del año del ADN”. Lo que sí están pensando hacer los investigadores es aplicar sustancias inhibidoras de la actividad de esta enzima en los líquidos de conservación de los riñones que se van a trasplantar. Es una idea factible, contrastada con experimentos realizados con modelos animales, y no implica la inhibición de al enzima, que luego vuelve a su actividad normal, una vez que el riñón está trasplantado.



Referencia:
Prof. Francisco O´Valle Ravassa
Dpto. Anatomía Patológica e Historia de la Ciencia .
Correo e. fovalle@ugr.es
Tlfs. 958246180 – 958243512.
Móvil 610638804