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El exceso de actividades extraescolares puede provocar ansiedad y estrés infantil

La llegada del nuevo curso escolar viene acompañada cada año de una tarea paralela: la configuración de la agenda de actividades extraescolares del niño. Desde el inglés hasta las clases de tenis, kárate, informática o pintura, pasando por la catequesis, el conservatorio o el apoyo de un profesor particular para reforzar aquellas materias en las que flojean sus hijos, la mayoría de los padres buscan estos días un quehacer (o varios) para que los pequeños tengan las tardes bien ocupadas durante todo el año.

Todos los expertos coinciden en destacar la conveniencia de que los niños empleen su tiempo en realizar actividades lúdicas, para compaginarlas con aquellas que están relacionadas con el aprendizaje. Sin embargo, una agenda escolar repleta de actividades puede provocar en los niños ansiedad o estrés infantil, ante la imposibilidad de dar una respuesta adecuada a sus exigencias cotidianas.

Antonio Muñoz Hoyos, profesor del departamento de Pediatría de la Universidad de Granada, señala la necesidad de que el niño disponga de un ambiente favorable “en el que exista un razonable equilibrio entre las actividades educativas y las llamadas ‘extraescolares’. Cualquier exageración que desestabilice este binomio resulta perjudicial para el niño”.

Aunque es cierto que existen pocos estudios sobre este tipo de estrés infantil, algunos autores hablan de un aumento significativo en el número de casos en los últimos años, y consideran que afecta al 8% de la población infantil y al 20% de los adolescentes españoles.
Para Muñoz Hoyos, los beneficios que las actividades extraescolares pueden tener en el niño dependen fundamentalmente de dos factores: “En primer lugar, del propio niño, de su temperamento, interés por determinadas cosas, capacidad de aprendizaje, edad, etc. En un escolar o adolescente demasiado tranquilo, que tiene tendencia a emplear su tiempo y pasar la tarde entera jugando o viendo la tele, cualquier clase extra puede suponer un buen estímulo; no debemos olvidar que el espíritu de superación y el esfuerzo forman parte del aprendizaje”, explica el investigador granadino. Sin embargo, si el niño es activo y tiene suficiente motivación por una actividad determinada, “recargar el 100% de su tiempo con actividades, o intentar sobredimensionar una faceta determinada por encima de la apetencia del niño a disponer de su tiempo de ocio, puede provocarle estrés y sensación de agobio.

En segundo lugar, el efecto de las actividades extraescolares en el niño dependen de la actividad que se le proponga. “En general, las propuestas deben ser deseadas por el niño y, por tanto, deben completar la formación con actividades complementarias de carácter deportivo, lúdico, culturales, etc, sin olvidar el interés que pueden tener acividades complementarias como pueden ser el aprendizaje del inglés o la informática. En este sentido –continúa Muñoz Hoyos-, merece la pena incidir en el frecuente error que se comete al someter al niño a una serie de actividades porque son satisfactorias para el padre (como un rígido entrenamiento deportivo)”.

Síntomas físicos y psicológicos

El investigador de la UGR apunta que el estrés infantil provocado por una sobrecargada agenda escolar y extraescolar puede manifestarse mediante síntomas físicos y psicológicos. Entre los primeros, destacan dolores de cabeza, molestias estomacales, problemas para conciliar el sueño, pesadillas o una clara disminución de apetito”. Los principales síntomas psicológicos del estrés infantil son la ansiedad, la aparición de preocupaciones exageradas, incapacidad para relajarse y de controlar sus emociones, comportamiento agresivo y regresión a comportamientos típicos de etapas anteriores del desarrollo.

El profesor Muñoz Hoyos destaca ,en principio, la conveniencia de no imponer ninguna actividad extraescolar al niño, “sino intentar consensuarla con él, en función de sus intereses y preferencias. La configuración de la agenda extraescolar se trata de un acuerdo a tres bandas, en el que deben participar los profesores, los padres y, claro está, el propio niño”.

Sobre si es preferible apuntar a nuestros hijos a actividades intelectuales o físicas, el pediatra afirma que “todas las actividades son, a priori, interesantes y a su vez todas pueden estar de más”. La clave para elegir entre apuntar a nuestros hijos a una actividad extraescolar y qué tipo de actividad escoger para ellos radicaría en un buen conocimiento de las características del niño, de sus capacidades y sus preferencias, cómo lleva su rendimiento académico, y otras aspectos relacionados con su desarrollo integral. “Cuando se han analizado mínimamente estas facetas, se puede estar en condiciones de poder ampliar o reducir actividades, y cuáles pueden ser más o menos recomendables”, concluye el profesor de la UGR.

Referencia: Prof. Antonio Muñoz Hoyos. Departamento de Pediatría de la Universidad de Granada.
Tfnos: 958 023 394 – 958 240 740. Correo e.: amunozh@ugr.es