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El ejercicio físico estresante puede incrementar el riesgo cardiovascular

Son las conclusiones de un trabajo publicado en el último número de Revista Española de Cardiología* realizado por el Grupo de Investigación en Evaluación Funcional y Fisiología del Ejercicio del Departamento de Fisiología de la Universidad de Granada. En este trabajo se ha estudiado el efecto de tres deportes distintos –natación, voleibol y fútbol- sobre los valores plasmáticos de colesterol total, colesterol LDL, colesterol HDL, triglicéridos, lipoproteína (a) y otros parámetros lipídicos, y han observado que los futbolistas y jugadores de voleibol, deportes con un alto grado de estrés físico, presentan niveles más elevados de colesterol LDL (cLDL) -aunque dentro del rango de referencia para su edad y sexo-, y de lipoproteína (a) (Lp(a)), y por tanto un perfil lipídico menos favorable que los nadadores, que son los que presentan valores más bajos.

Es la primera vez que se analizan el papel de la Lp(a) -a la que se ha identificado como factor aterógeno y trombogénico- y sus interacciones con otros factores de riesgo cardiovascular. El ejercicio físico de alta intensidad o estresante eleva los valores de Lp(a). La trascendencia clínica de este hallazgo no se conoce todavía; sin embargo sí se sabe, a partir de otros estudios, que cuando se asocian unos elevados niveles de Lp(a) con altos niveles de cLDL el riesgo de padecer enfermedad cardiovascular se incrementa exponencialmente. Esta asociación se encuentra con mayor frecuencia en los futbolistas y los jugadores de voleibol, mientras que es inexistente en los nadadores, seguramente debido el carácter aeróbico de la natación y a los escasos o nulos contactos o caídas.

Los deportistas estudiados practican deportes de competición. “Sin embargo –aseguran los autores- estos resultados adquieren un enorme interés en los practicantes eventuales de deportes estresantes con un alto componente de contactos y caídas (fútbol, rugby, baloncesto…) que pretenden mejorar su condición física haciendo deporte sólo los fines de semana”. Aunque son necesarios más trabajos para corroborar esta hipótesis, el riesgo de aterotrombosis sería mayor en este sector de la población debido a la falta de un entrenamiento continuo y bien planificado y a la ausencia de factores que contrarrestan los efectos observados, como la mayor capacidad antioxidante y fibrinolítica que caracteriza a los deportistas habituales debido precisamente a su mejor estado de forma física.

“Mientras tanto –asegura Araceli Boraita, de la Sección de Cardiología Preventiva y Rehabilitación de la Sociedad Española de Cardiología y cardiólogo del Centro de Medicina del Deporte del CSD -, las personas con dislipemia deberían realizar una actividad deportiva de tipo aeróbico, a moderada intensidad, y durante toda la vida”.

Los más saludables
El reconocimiento del sedentarismo como factor de riesgo cardiovascular y el efecto beneficioso de la práctica regular de ejercicio físico han motivado la promoción del deporte a favor de la salud y la prevención de enfermedades. “Sin embargo –explica la Dra. Boraita, -, no todas las actividades deportivas tienen los mismos efectos. La respuesta varía según el tipo de ejercicio, la intensidad, la frecuencia, la duración de la sesión y el tiempo de permanencia en el programa de entrenamiento físico.”

En lo que respecta a la aterosclerosis, una enfermedad progresiva caracterizada por la acumulación de lípidos y elementos fibrosos en las grandes arterias, se sabe que la práctica regular y moderada de ejercicio aeróbico –natación, ciclismo…- incrementa los valores plasmáticos de cHDL y disminuye los de cLDL, y se asocia a un saludable perfil lipídico plasmático y un menor riesgo de arteriopatía coronaria y mortalidad cardiovascular. Sin embargo, estos beneficios sólo se alcanzan si se cumplen ciertas condiciones relativas a la intensidad y a la duración del entrenamiento.

Así, cuando la intensidad es moderada los lípidos almacenados en el organismo son utilizados como fuente de energía, y esa utilización es mayor conforme el ejercicio aumenta en duración. Sin embargo, cuando la intensidad del ejercicio es muy elevada la disponibilidad de los ácidos grasos libres como sustrato energético disminuye y el organismo obtiene la energía de los hidratos de carbono, con lo cual los efectos sobre el perfil de lípidos son mínimos.

Más importante aún que la intensidad es la frecuencia, es decir, el número de sesiones que se realicen a lo largo de la semana. “Teniendo en cuenta que los efectos favorables –reducción del colesterol total y del cLDL- se mantienen aproximadamente durante 48 horas para volver después a los valores iniciales, una sesión de 30-60 minutos de ejercicio cada dos días parece coherente para mantener en el tiempo dichas respuestas”, explica la Dra. Boraita. En cuanto a la elevación del cHDL, las personas jóvenes logran incrementar los niveles plasmáticos al cabo de 6-12 meses de práctica. Los mayores de 50 necesitan al menos dos años, aunque desde el primer momento pueden obtener una mejoría de su condición física y pequeñas modificaciones en sus valores de cHDL.

Ruiz JR et al. Deportes con alto riesgo de estrés físico afectan negativamente al perfil lipídico plasmático. Rev Esp Cardiol 2004;57(6):499-506.

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