Si las condiciones históricas rara vez se repiten, menos aún la mirada sobre el arte que éstas propician. Los arquitectos que se reunieron hace cincuenta años en la Alhambra acudían a los palacios nazaríes para retomar la modernidad que el franquismo había quebrado. Estos profesionales procedían de Madrid, donde el régimen a penas había fomentado alguna construcción de interés creativo. En Barcelona, por el contrario, la imagen de Gaudí, fallecido en 1926, persistía como un revulsivo para artistas de todo tipo.
En este contexto, no es de extrañar que los firmantes del Manifiesto de la Alhambra hallasen en los palacios nazaríes la ansiada vitalidad del empirismo frente al racionalismo y la posibilidad de desarrollar creativamente una tradición propia alejada de valores abstractos. Precisamente, la naturaleza viva que representa la Alhambra ha hecho de ella un referente atemporal válido para todos los creadores que quieran aprender de ella. Como señala el especialista en arquitectura Juan Domingo Santos, “lo verdaderamente singular de la Alhambra es su capacidad para atrapar el tiempo presente de forma natural, una arquitectura donde la vida se manifiesta en cada rincón y a cada momento, a través de la sorprendente fusión de procesos naturales y artificiales que la actualizan constantemente”.
Esta característica del monumento es una de las que explica por qué aún atrapa la imaginación de numerosos arquitectos contemporáneos en todos los rincones del plantea. Es el caso de ciertas obras de Luis Barragán o Louis Khan. El gusto por los espacios y jardines del monumento también lo encontramos en obras recientes del arquitecto japonés Tadeo Ando.
Referencia: Prof. Ángel Isac Martínez de Carvajal, director del curso. Tlfs. 958 521377 / 619 077541