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Descubrimiento de metano en Marte abre sospecha de que haya vida

75302 El vehículo robótico Curiosity ha confirmado que en la atmósfera de Marte se registran fluctuaciones de metano, lo que abre nuevas vías de investigación para esclarecer cuáles son las fuentes que producen ese gas, entre las que puede estar algún tipo de actividad biológica.

 

Esa es la principal conclusión de una investigación que publicó ayer la revista estadunidense Science y que también abre una nueva línea para estudiar cuáles son los mecanismos a través de los que este gas se elimina con inexplicable rapidez del aire marciano.

El trabajo cuenta con la participación de dos investigadores españoles y, según sus autores, resuelve «la prolongada polémica» sobre la presencia de este compuesto en la atmósfera marciana, iniciada hace más de una década con las primeras detecciones de metano desde telescopios terrestres, y avivada posteriormente con las medidas obtenidas desde las sondas orbitales enviadas al planeta rojo.

Las mediciones actuales del incremento episódico de la concentración de metano en la atmósfera marciana las ha hecho el instrumento SAM — parte del equipo científico con el que está equipado el Curiosity— a través del espectrómetro láser sintonizable.

Fuente desconocida

Los resultados señalan que, si bien los niveles de metano en la atmósfera de Marte (en concreto en el cráter Gale, donde el robot explorador hace su trabajo) son generalmente inferiores a lo que los modelos predecían, éstos repuntan con frecuencia.

Ello implica que el gas es producido periódicamente por una fuente cercana que los científicos aún desconocen, destacó Science.

Según informó el Grupo de Ciencias Planetarias y Habitabilidad del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra (centro mixto de la Universidad de Granada y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas), los resultados se han obtenido a partir de un exhaustivo análisis de datos obtenidos durante 605 soles (días marcianos).

Un día marciano dura 24 horas, 39 minutos y 35.244 segundos; es decir, alrededor de 3 por ciento más que uno terrestre.

Desde que se anunció por primera vez la detección de metano en la atmósfera marciana con el telescopio del Observatorio Canadá-Francia-Hawái en Mauna Kea, se han sucedido a lo largo de los últimos años varias mediciones del gas mediante diversos instrumentos, tanto de sondeo remoto desde la Tierra como desde naves en órbita (Mars Express y Mars Global Surveyor).

Al ser el metano un producto muy notorio de la actividad biológica —casi todo el que hay en la Tierra tiene este origen—, se abrieron grandes expectativas ante la posibilidad de que también ese fuera el caso en Marte.

Sin embargo, ante la carencia de un modelo capaz de justificar su generación, localización y rápida desaparición, las detecciones se empezaron a poner en duda y se achacaron a defectos derivados de las mediciones, explicó el instituto andaluz en un comunicado.

Medidas precisas

El Curiosity ha sido capaz de obtener medidas precisas: el SAM ha detectado valores basales de concentración de metano en torno a 0.7 partes por mil millones en volumen y ha confirmado un evento de incremento episódico de hasta 10 veces ese valor durante un período de 60 soles.

En cuanto a por qué estos chorros de metano son esporádicos, este trabajo apunta a una correlación con determinadas variables ambientales, como humedad relativa del aire o temperatura ambiente.

Estas medidas son tomadas por el instrumento REMS (una estación meteorológica hecha en España) y el trabajo sugiere que, por ejemplo, a mayor presión podría haber más picos de metano.

No obstante, esto aún hay que comprobarlo en posteriores estudios.

Este trabajo, junto a otro que publicará la revista Journal of Geophysical Research sobre la localización de compuestos orgánicos —como clorobenceno— en el suelo del cráter Gale, fueron presentados ayer en el congreso de geofísica AGU Fall Meeting, en San Francisco, EU.

En el encuentro participaron los científicos españoles Paz Zorzano, del Centro de Astrobiología del INTA y del CSIC, y Javier Martín Torres, del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra.

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