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La posición de la mujer en la universidad española sigue sin consolidarse en los altos cargos

La posición de la mujer en la universidad española sigue sin consolidarse en los altos cargos

A nivel mundial el acceso de la mujer a la universidad se produce con un importante retraso respeto al hombre, debido principalmente a la función que uno y otro desempeñaban en la sociedad en general. Fue a comienzos del siglo XX cuando se empezaron a romper fronteras y las mujeres se fueron incorporando de manera paulatina a los estudios universitarios.

Precisamente, la presencia femenina en la universidad fue el pasado miércoles objeto de análisis y debate en uno de los simposios que conforman la programación del VI Foro sobre Evaluación de la Calidad de la Educación Superior y de la Investigación, que se está celebrando en Vigo.

Bajo el título Estudios de Género, una de las doce áreas temáticas del congreso, se presentaron tres comunicaciones en torno a la figura femenina en esta institución académica. Cada vez es mayor el número de mujeres universitarias, aunque en los puestos y cargos de más prestigio y responsabilidad se aprecia una ausencia significativa de estas por lo que es preciso la puesta en marcha de medidas de acción positivas y planes de igualdad.

¿Paridad real o solo una mera apariencia?

Las profesoras María Antonia García Benau y Ana Zorio, de la Universitat de València, acercaron sus conocimientos sobre el tema a través de una reflexión, sobre todo mirando hacia atrás, ya que aunque por ahora no hicimos ningún estudio empírico, la historia sirve para explicar ciertas cosas, aseguraba García Benau. En el curso 1900/1901 eran nueve las mujeres matriculadas, en el 1909/1910 el número ascendió a 21 y tendríamos que esperar hasta la década de los 40, pero sobre todo, hasta la mitad de los 70, para observar uno registro mayor, pero aún minoritario frente a los hombres, explica la profesora.

Ciñéndonos a la última década, los gráficos con los que trabajamos nos muestran una presencia ligeramente superior del sujeto femenino, no obstante en los estudios de doctorado el porcentaje cae un poco, un descenso asociado quizás al papel que la mujer desarolla en el seno familiar, sostiene García Benau. En las funciones de profesor e investigador la tendencia es igualitaria, las diferencias significativas se encuentran en los altos cargos, los cuerpos de niveles más iniciales están ocupados en su mayoría por mujeres pero a medida que avanzamos disminuye, registrándose sólo un 13% de catedráticas. Las vicerrectoras ya son más, pero menos que decanas, y estas menos que directoras de departamento.

La presencia de la mujer en la gestión universitaria y en los núcleos de poder es claramente minoritaria, un dato significativo es la existencia de 15 rectoras en el total de las universidades públicas y personales de España. No es tiempo lo que precisamos, pues el propio Gobierno está potenciando políticas de igualdad, además de la existencia de la Unidad de la Mujer y Ciencia o de la Comisión Mujer y Ciencia, señalaba García Benau. En esta línea, una de las asistentes a la comunicación comentaba que aunque los efectos tardan en verse, nunca pasaremos por una fase donde haya más mujeres que hombres, pues hay una inercia escrita en la sociedad que lleva una cuota implícita que los favorece a ellos.

Equidad en el rendimiento

Es cierto que unas carreras atraen más a un sexo que al otro, pero simplemente es por cuestiones de gustos y preferencias, apuntaba García Benau, no porque estén unos más preparados que otros para adquirir determinados conocimientos. Cada uno en su área, los hombres más en las enseñanzas técnicas y las mujeres en ciencias de la salud, el rendimiento es similar, añadía Alejandro Guillén-Riquelme, coordinador del simposio y uno de los relatores de la sesión.

Guillén-Riquelme, de la Universidad de Granada, presentó un estudio, elaborado junto con sus compañeros Ottavia Guglielmi y Gualberto Buela-Casal, sobre el rendimiento en el doctoramiento de hombres y mujeres beneficiarios de las bolsas FPU y FPI, para la cual cogieron una muestra de 3463 bolseros del curso 2002/2003. Los programas de formación son una seguridad para el doctorando, son cuatro años asegurados con dedicación exclusiva, explica. Visto el pequeño descenso de mujeres matriculadas en la universidad al llegar a esta etapa, este tipo de ayudas les suponen un incentivo para continuar su carrera investigadora.

Por otra parte, Anna Villarroya y Maite Barrios acercaron el caso concreto de Cataluña que, según ellas, es muy similar al de todo el territorio español. Centrándose en la obtención del doctoramiento, estas profesoras de la Universidad de Barcelona, analizaron el género de los académicos de las universidades públicas de la comunidad que presentaron tesis doctoral entre 1990 y 2005 y que en la actualidad siguen vinculados y estos centros.

A pesar de que se produce una equiparación con el paso del tiempo, remarca Villarroya, un 61,8% de las tesis fueron elaboradas por hombres; además, el 78% fueron dirigidas también por un sujeto masculino, destacando aquí la existencia, a partir de 1999, de coodirecciones mixtas. Respecto a la relación doctorando y director, la tendencia es que las mujeres tengan una directora o dirección mixta y los hombres un director. A esto se le añade que tan sólo el 10,6% de los tribunales está presidido por una mujer y que la proporción media de mujeres en el resto de miembros de la mesa es del 18%.
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