Más de la mitad de los alumnos dice haber sufrido acoso escolar
Los pupitres de un aula están repartidos entre víctimas, acosadores y espectadores que miran hacia otro lado. La sociedad no ha prestado atención al drama silencioso del acoso escolar hasta que se le bautizó con un anglicismo, allá por finales de los años 90: bullyng. Un terror latente en las clases y en los patios de recreo que atenaza a uno de cada diez alumnos ceutíes y que más de la mitad dice haber sufrido al menos alguna vez a lo largo del pasado curso, según se desprende del Informe del Defensor del Pueblo Violencia escolar. Maltrato entre iguales 1999-2006.
La institución que dirige Enrique Múgica se apoya en dos tesis doctorales de la Universidad de Granada (UGR) en Ceuta: La violencia escolar en contextos interculturales. Un estudio en la ciudad autónoma de Ceuta, leída en 2002 por el doctor J. A. Pareja y El maltrato entre escolares y otras conductas problemas para la convivencia: Un estudio desde el contexto del grupo-clase, del doctor Santiago Ramírez. Cuatro años separan a ambas tesis. En este tiempo, el problema lejos de remitir se acentúa, aunque levemente, Eso sí, como la propia sociedad ceutí (con parámetros muy similares al resto del país) varía con el paso de los años. Así, el robo y la amenaza verbal son dos de los miedos más comunes que diferencian un aula de Ceuta en 2002 del resto del territorio nacional. Cuatro años más tarde, el insulto, la agresión, el chantanje y los rumores falsos son las denuncias más habituales de los escolares ceutíes y los únicos parámetros que sobresalen de la media nacional.
La tesis elaborada en el primer trimestre del curso 2005-2006 por Santiago Ramírez en el departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Humanidades de Ceuta no se aleja demasiado de la realidad de un colegio español medio. No es ni mucho un problema endémico de Ceuta, se trata de un problema de la sociedad.
La tesis está formulada en base a 587 entrevistas a chicos y chicas con edades comprendidas entre los ocho y los quince años, -de 3.º, 4.º, 5.º y 6.º de primaria y primero y segundo curso de la ESO- de dos centros públicos de Ceuta a priori muy diferentes, que acogen respectivamente al alumnado del centro y la periferia de la ciudad autónoma. La violencia entre iguales es un hecho en ambos centros educativos, por más que las realidades sociales sean diferentes. La única divergencia estriba en la tipología del abuso. Mientras en el colegio del campo exterior hay una mayor incidencia de la amenaza y el insulto, en la escuela céntrica la exclusión, la marginación y la rumorología es práctica común.
El estudio diferencia entre maltrato grave y ocasional. Así, más allá de diferencias socioeconómicas, más de la mitad de los alumnos ceutíes, concretamente el 57,6 por ciento afirma haber sufrido al menos en una ocasión algún tipo de agresión física, verbal o psicológica durante el primer trimestre del curso pasado. De ese 57,6 por ciento, un 7,4 por ciento denuncian ser maltratados casi todos los días y otro tanto, un 7,6 por ciento, dicen haber sido agredidos bastantes veces (más de seis) en el trimestre y hasta un 42,6 por ciento de los escolares ceutíes que recibe maltrato esporádico, entre tres y seis veces en el trimestre analizado.
Para que haya una víctima es necesario uno a más agresores, y no pocos espectadores. Tres de cada diez chicos y chicas ceutíes de entre 8 y 15 años reconocen haber ejercido algún tipo de maltrato sobre un compañero. De este porcentaje, el 30 por ciento asegura que lo ha hecho sólo de forma ocasional, un 3,8 por ciento con una frecuencia intermedia y el 4,1 por ciento afirma sin tapujos que hace de la intimidación una conducta habitual, siendo estos últimos los que el estudio cataloga como verdaderos acosadores o intimidadores. A partir de estos resultados, la tesis concluye que en las aulas ceutíes conviven un 6,4 por ciento de víctimas y un 3,1 de verdugos, a los que hay que sumar un uno por ciento de chicos que desgraciadamente pueden ser clasificados como agresores-victimizados, es decir que son víctima e intimidador simultáneamente y casi a diario.
El perfil de víctimas y agresores arroja un saldo de un 85 por ciento de espectadores que en su gran mayoría miran hacia otro lado, bien por simpatía bien por miedo. De estos, sólo la tercera parte son espectadores no implicados, es decir, que nunca han ejercido el maltrato sobre un igual, mientras que el 56,2 por ciento restante han estado implicados en casos de bullyng, bien como agresor o cómplice del maltrato, bien como una víctima que opta por el silencio como secuela.