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Los test de inteligencia no son muy inteligentes

71434 Según la Wikipedia, inteligencia es «la capacidad de pensar, entender, asimilar, elaborar información y utilizarla para resolver problemas». Para la RAE, la acepción es más amplia, y se define como la «capacidad de entender o comprender», la «capacidad de resolver problemas», el «conocimiento, comprensión y acto de entender», el «sentido en que se puede tomar una sentencia, un dicho o una expresión», una «habilidad, destreza y experiencia», el «trato y correspondencia secreta de dos o más personas o naciones entre sí» y una «sustancia puramente espiritual». Teniendo esto en cuenta, vemos que la idea que se tiene acerca de la inteligencia no es demasiado clara ni concreta. Tal vez por eso, los test de inteligencia, concebidos a principios del siglo XX en Europa e introducidos poco después en Norteamérica (hechos por y para el mundo occidental), están sometidos a una gran controversia por sus limitaciones y su contribución a la creación de prejuicios. A este respecto, un estudio llevado a cabo por investigadores del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC) de la Universidad de Granada ha sacado a relucir un nuevo punto flaco de los test de inteligencia, hasta ahora considerados como Universales, esto es, que eran igualmente válidos para personas de todas las culturas. No es así.

El estudio, dirigido por el profesor Ahmed Fasfous, del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la UGR, se puso a prueba con 54 personas de entre 18 y 54 años, la mitad españoles y la mitad marroquíes, para contraponer las características culturales, idiomáticas, tradicionales, geográficas y religiosas de ambos grupos en los resultados de los test. Sin embargo, se buscó que entre ambos grupos existiese la máxima igualdad en cuanto a edad, sexo y niveles educativos y socioeconómicos.

Las pruebas aplicadas estaban relacionadas con las capacidades intelectuales, capaces de medir distintas funciones cognitivas. Entre esas pruebas estaba un test de inteligencia no-verbal y diversas pruebas neuropsicológicas sobre la memoria visual, la memoria verbal y las funciones ejecutivas. A pesar de lo igualado de los grupos, salvo por la procedencia de cada uno (Europa frente a África), los resultados no fueron los que cabría esperar en tal caso, otorgando al grupo español el coeficiente más alto en las pruebas de inteligencia no-verbal. De hecho, según informa la UGR «las habilidades neuropsicológicas utilizadas en cada subtest de la prueba de inteligencia dependieron claramente del país de origen de cada persona. En otras palabras, la misma prueba puede medir diferentes funciones cognitivas en personas de diferentes culturas». Por esta razón, los autores de este trabajo «indican que las pruebas no-verbales no se pueden considerar como pruebas libres de cultura y confirma la importancia de validar las pruebas en su contexto cultural».

Esto parece respaldar una de las críticas más duras a la estandarización de las pruebas que tratan de medir el coeficiente intelectual de las personas, el de la justificación de prejuicios raciales amparados en criterios «científicos». Psicólogos más recientes como Wayne Payne, Howard Gardner y Daniel Goleman, postularon acerca de la importancia de las emociones en el desarrollo de la verdadera inteligencia, al tiempo que aportaban nuevas consideraciones a las tradicionales definiciones de «inteligencia». Concretamente Goleman, en su libro «Inteligencia Emocional» (1995), ya ponía seriamente en entredicho la aplicación sistemática de los test de inteligencia en los centros educativos para favorecer la criba entre los «listos» (futuras personas de éxito) y los «tontos» (condenados al fracaso). En sus estudios aportaba datos sobre el fracaso de estas técnicas de clasificación de las persona, especialmente en lo relativo a la predicción de su éxito como persona. Los test pueden otorgar a las personas el título de «listas» pero, para Goleman, eso no es señal de inteligencia. Pero no hace falta ningún estudio para saber que, a veces, la gente oficialmente más lista no se comporta, realmente, como la más inteligente.

Con todo esto sobre la mesa, tal vez no sean ni la Wikipedia ni la RAE ni los psicólogos los que mejor hayan definido qué es la inteligencia, sino los padres de la palabra. Proveniente del latín Intellegere, su etimología señala al inteligente como aquel que sabe entender o escoger ( de inter -entre- y legere -leer-, o eligere -escoger-), y eso es algo que no sabe de fronteras, edades, sexo ni condiciones sociales, pero precisa indispensablemente de la virtud de no prejuzgar.

Imagen: Wikimedia Commons. Autor: Onderwijsgek (Wechsler Intelligence Scale for Children)

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