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Cadáveres en el sondeo

Cadáveres en el sondeo

SEGÚN cierta teoría al uso, el triunfo electoral no está en manos de la oposición incluso aunque hagan un trabajo perfecto. Desde luego ésta no es una ciencia exacta, pero sí se trata de una hipótesis verificada: no se puede derrotar a un gobernante en su ciclo ganador, de modo que los rivales sólo pueden esperar a que éste acabe y al fin se desplome su popularidad. Así las cosas, la oposición tiene dos tareas además de controlar la gestión pública: tratar de acelerar el descrédito del gobernante y ofrecer una alternativa atractiva a la espera de que surja su oportunidad. Antes o después ésta acaba por presentarse. Y ese es un factor diferencial de la política andaluza, por cierto catastrófico, descrito nuevamente por el sondeo del centro de análisis electoral de la Universidad de Granada: el Gobierno andaluz suspende sin ambages, pero la oposición saca aún peor nota. Cuando hay una oportunidad de relevo, simplemente no hay relevo.
Las autonomías, no sólo Andalucía, son muy resistentes al cambio, pero sobre todo las grandes comunidades. Los datos resultan estupefacientes: sólo en una de cada cuatro autonómicas hay vuelco, pero en las grandes sólo ha habido tres cambios en treinta años, un miserable 7,5% de alternancia que revela la capacidad de éstas para convertirse en regímenes. Andalucía continúa en alternancia cero, y ésta se ve más lejos incluso que la derrota del nacionalismo en el País Vasco, quizá ya en marzo. Esto requiere, por tanto, una oposición muy competente al acecho; pero aquí sucede todo lo contrario. No venden ni siquiera ante el horizonte de un millón de parados después de treinta años con billete de tercera en el furgón de cola de Europa. El Gobierno andaluz se sostiene en las consejerías que transmiten credibilidad -Cultura o Turismo- y en una oposición que aplaza sine die la renovación de unos dirigentes desde hace años cadáveres políticos.
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