MÁLAGA
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Una clase desde la Antártida
Un profesor de Secundaria de Fuengirola es elegido entre 500 candidatos para participar en una expedición nacional a la Península Antártica. Allí ha encontrado deshielo, vegetación y turistas. Las conclusiones del viaje se debaten ahora en clase
TEXTO: MÓNICA PÉREZ / FOTOS: CHEMA GARCÍA / MÁLAGA
COMPAÑÍA. Chema García, junto a uno de los pingüinos que han encontrado durante la expedición.
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EL PROFESOR
Nombre: José María García Aguilar.
Profesión: Profesor de Biología y Geología en el Instituto de Educación Secundaria Los Boliches de Fuengirola.
Formación académica: Doctor en Ciencias Geológicas cum laude por la Universidad de Granada. Máster en Gestión Medioambiental por la Open University-INIEC.
Ponencias: Ha participado en congresos y simposios nacionales e internacionales sobre Estratigrafía, Sedimentación y Didáctica de la Geología.
Actividad profesional: Ha trabajado para las empresas Apliteg, CIECSA, Lignitos de Meirama y Orienta.
Colectivos: Miembro fundador de la Asociación Española para la Enseñanza de las Ciencias de la Tierra (AEPECT)
EL tema de debate de hoy en la clase de Biología y Geología es la Península Antártica. Los apuntes que el profesor Chema García presenta a sus alumnos del Instituto Los Boliches de Fuengirola no han salido de ninguna enciclopedia, sino de su cuaderno de trabajo. Son las anotaciones que realizó desde un buque oceanográfico a 65 grados latitud sur, muy cerca del Círculo Polar Antártico.
Doctor en Ciencias Geológicas cum laude por la Universidad de Granada, Chema García decidió las pasadas navidades cambiar los villancicos y encuentros familiares por el verano austral. Fue uno de los 60 elegidos entre más de 500 candidatos, miembros de la Asociación Española para la Enseñanza de las Ciencias de la Tierra (AEPECT), que han participado en la expedición Antártida 0405. Lejos de ser un viaje de placer, el trabajo durante los 16 días de singladura ha sido intenso.
«El objetivo era triple. De un lado, didáctico, ya que toda la experiencia se comenta después en clase, pero además queríamos comprobar los cambios a nivel ecológico que se están produciendo en la zona y, por supuesto, realizar un estudio geológico», explica.
Las primeras imágenes que este profesor pudo obtener de la Península Antártica evidencian que el deshielo del que llevamos oyendo hablar desde hace años es más que cierto. «El viaje nos ha permitido comprobar in situ las teorías de los grandes investigadores. El escudo de hielo está desapareciendo. Prueba de ello es el retroceso de los frentes glaciares, lo que ha derivado en la aparición de vegetales, de líquenes a gramíneas, algo impensable hace unos años».
A bordo de un buque oceanográfico de bandera argentina, la expedición española ha tenido la oportunidad de alcanzar puntos apenas visitados por el hombre con anterioridad. «Hemos realizado un total de 13 desembarcos, la mitad de ellos en islas, y el resto, en la península. Sin duda eran los momentos más arriesgados de todo el viaje. Si alguien hubiera caído al mar hubiera fallecido en apenas tres minutos debido al shock térmico», explica.
Medidas de seguridad
Los riesgos que entraña un viaje de estas características obligó a la expedición a respetar una serie de medidas de seguridad, entre ellas, las normas del Tratado Antártico. «Un médico nos acompañaba en cada desembarco, además llevábamos chalecos salvavidas y balizas identificadoras, aunque lo más importante era no acercarse demasiado a las especies animales y respetar el entorno».
Más allá de los nefastos efectos del cambio climático sobre la flora y la fauna de la Antártida, la expedición se vio sorprendida por la explotación turística de la zona. «Era habitual cruzarnos con grandes buques llenos de turistas, aunque afortunadamente estas costosas vacaciones aún no contemplan desembarcos».
La investigación en tierra y las conferencias y debates en el interior del buque han centrado el trabajo de los 60 expedicionarios, aunque también han tenido momentos para la diversión. El fin de año les sorprendió mientras cruzaban el estrecho de Drake, azotados por olas de hasta seis metros y con la luz que el verano austral les proporcionaba. «Muchos lo han pasado mal y han debido usar antifaz para dormir porque la luz era intensa», comenta el profesor.
Tampoco fue fácil la comunicación con los familiares y amigos que esperaban noticias en España. La conexión por teléfono móvil era prácticamente imposible, y el correo electrónico sólo funcionaba dos veces al día.
Entre los momentos más emotivos, Chema destaca el encuentro con los militares españoles en la base Gabriel de Castilla, en la Isla Decepción y, sobre todo, la belleza del paisaje. La expedición vuelve con material didáctico de calidad y un mensaje: «Cuidemos el medio ambiente para frenar el desastre ecológico que supondría el deshielo de los polos».