VIVIR
Las huellas del pasado
Los primeros restos que atestiguan la presencia humana en Ronda tienen 100.000 años de antigüedad
TEXTO: ALMUDENA SALCEDO / FOTOS: ECIJARA / RONDA/
LA PILETA. La cueva esconde en su interior una buena muestra de pinturas rupestres.
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HACE 100.000 años, cuando el hombre dormía en cuevas o al aire libre y se alimentaba de la caza y de lo que la naturaleza proveía, la Serranía de Ronda resultaba un buen lugar para vivir. Así al menos lo atestiguan los numerosos restos prehistóricos localizados en diferentes puntos de la depresión natural de Ronda. Se trata de simples instrumentos de piedra descubiertos en las terrazas de los ríos o en campamentos estacionales ubicados en pinares y encinares. Sin embargo, aunque son estos elementos los que gozan de una mayor importancia histórica por lo que delatan de la vida de sus usuarios, no son, ni mucho menos, los más conocidos. Y es que la cueva de La Pileta, con sus pinturas rupestres, y los numerosos dólmenes repartidos a lo largo y ancho de toda la Comarca, gozan sin duda de mayor prospección y belleza. Estas huellas del pasado resultan intrigantes y espectaculares, aunque no por ello deben considerarse mejores que los pequeños restos anónimos guardados sólo en la memoria de historiadores y arqueólogos y en más de un buen libro de historia. Así al menos lo explicó ayer en el I Congreso de historia de Ronda el doctor en Prehistoria por la Universidad de Granada Pedro Aguayo de Hoyos.
Las primeras huellas humanas encontradas en Ronda y alrededores se remontan al Paleolítico inferior, y son toscas herramientas de piedra localizadas «casi siempre por azar inmersas en el medio», puntualiza Aguayo. Asimismo, también se han encontrado vestigios de presencia humana en algunas cuevas de la Comarca, aunque estos pertenecen ya al Paleolítico Medio.
La cueva de La Pileta
Cabras, caballos y peces son sólo tres de los objetos que decoran las viejas paredes de la cueva de La Pileta. Allí vivieron durante la Prehistoria grupos de cazadores- recolectores que plasmaron sus miedos, vidas y arte en unas pinturas que se han conservado hasta nuestros días gracias a las bajas temperaturas y la oscuridad de la cueva. Las pinturas, en color amarillento, rojo o negro, están repartidas en varias salas y varían desde simples signos lineales y cordiformes hasta un pez, una yegua, una cabra hispánica y un caballo, sin olvidar los dibujos de la foca, la cierva y, por supuesto, la figura humana en forma de cazador. Estos dibujos son además la prueba de que quienes ocuparon esa cueva conocían el litoral, se trataba de nómadas que se movían en función de la caza. Su objetivo era sobrevivir.
Estos cazadores- recolectores pronto se convirtieron en agricultores y ganaderos, dejando entonces huella no sólo de sus asentamientos, sino también de sus actividades económicas. Pero este asunto se abordará en la jornada de hoy.
Ayer, la historia comenzó con lo acaecido en la Comarca hace 100.000 años, y finalizó con la llegada de los primeros asentamientos permanentes en el I milenio antes de Cristo. Antes, el hombre primitivo dejó su impronta en zonas como El Duende o el arroyo de La Ventilla. Vivían en pleno monte, al aire libre, lo que dificulta los descubrimientos arqueológicos. Sin embargo algunos se han hecho, destacó ayer Aguayo, gracias a «las condiciones de conservación de la Comarca y al esfuerzo que se está haciendo en investigación». De hecho en Ronda en su casco histórico, y en Acinipo, también se han encontrado vestigios de presencia humana del IV milenio antes de Cristo. Eran asentamientos temporales que se fechan en el periodo de transición entre los cazadores- recolectores y los agricultores- ganaderos. De entonces «hay detectados en la depresión rondeña casi un centenar de lugares de enterramientos y asentamientos», añadió Aguayo, que ha publicado un gran número de libros sobre los orígenes de Ronda y sus alrededores.
Hoy muchos de estos tesoros duermen bajo modernos edificios o viejas casas, aunque la mayoría se encuentran en suelo agrícola. Estos pequeños yacimientos están localizados, pero no han sido excavados y estudiados, por lo que Aguayo teme por su futuro.
Un deseo para el futuro
Sin embargo, a pesar de que Aguayo se muestra preocupados por la conservación de este importante patrimonio histórico, también se declara partidario de la reserva arqueológica. «Nosotros no podemos parar el reloj de la historia presente y, por tanto, el conocimiento del pasado en nosotros, y no sólo debemos investigar lo que hay, sino asegurar que haya investigación para el futuro», afirmó. Y es que cree que «el patrimonio debe pasar al futuro y no debe agotarse en el presente». Sin embargo no sólo se refiere al patrimonio arqueológico, sino también, y de forma muy especial, «a los paisajes que esconden esos restos, el paisaje como parte insustituible del contexto histórico».
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