La exposición es universal, la contaminación acumulativa y combinada, no se conocen dosis mínimas de riesgo y sus efectos pueden transmitirse hasta dos generaciones. Son los disruptores endocrinos, el veneno silencioso de la vida moderna.
Incorporados de forma oculta a la vida cotidiana a través de comida, agua, aire, polvo y suelo, el efecto de estas sustancias sobre los organismos vivos comprende malformaciones urogenitales, alteración en la espermatogénesis y carcinogénesis de próstata en los hombres; cáncer de mama y endometriosis en la mujer, además de maduración sexual prematura y tumores tiroideos.
El reciente informe sobre el Estado del Conocimiento Científico de los Disruptores Endocrinos elaborado por Marieta Fernández, profesora de Radiología y Medicina Física en la Universidad de Granada alerta sobre la exposición silenciosa de la población a estas sustancias químicas presentes de forma regular tanto en el entorno doméstico como laboral.
El mecanismo de funcionamiento de estos químicos, que los fabricantes no consideran tóxicos o de riesgo para la salud por las pequeñas dosis con las que se incorporan a sus productos, es la sustitución o alteración del sistema hormonal, que regula el crecimiento y el metabolismo.
La disfunción tiroidea que se asocia con la intervención patógena de los disruptores en el organismo provoca retrasos en el crecimiento, disminución de la fertilidad, pérdida en la eficacia en el apareamiento, anomalías en el comportamiento, alteraciones metabólicas, desmasculinización y feminización, además de un aumento en la incidencia de tumores, explicó la experta a EFEverde.
Se sabe, también, que del momento y duración de la exposición, depende la gravedad de sus efectos, principalmente peligrosa durante el embarazo, lactancia, infancia y pubertad.
Los efectos son distintos sobre el embrión, el feto, el organismo perinatal o el adulto y si actúan durante un periodo crítico, como por ejemplo en los primeros estadios de la vida, caracterizados por una rápida diferenciación celular y organogénesis, producen lesiones irreversibles», sostiene el documento que presentó Fernández esta semana durante un seminario sobre estos tóxicos.
Los efectos de los disruptores, agrega, pueden no aparecer inmediatamente después de la exposición y las consecuencias «se manifiestan con mayor frecuencia en la progenie que en el progenitor expuesto».
Otra característica peligrosa de la peculiar toxicidad de los disruptores, es la acción combinada de los diversos compuestos, que pueden desencadenar una respuesta sinérgica o antagónica.
«La dosis hace el veneno», recordó Fernández en su exposición, citando al médico y alquimista suizo «Paracelso», que ya estableció una relación entre toxicidad y administración.
Así recalcó, que no hay «dosis umbral» para la toxicidad de los disruptores endocrinos y que no existe riesgo cero, aunque «disminuye proporcionalmente con la disminución de la dosis».
La bioacumulación de disruptores endocrinos ambientales o «xenobióticos», puede ser la causa de diversas enfermedades en el hombre aún por determinar, añadió.
Según Fernández, es imprescindible la monitorización de la exposición humana a contaminantes ambientales como los disruptores endocrinos, reducir o eliminarlos incluso como acción preventiva y comunicar claramente al consumidor sobre los riesgos.
La Comisión Europea, indicó, cuenta con un panel de expertos, «ED Expert Advisory Group-EAG», sobre disruptores endocrinos, y destacó el trabajo que desarrolla el grupo de investigación del Hospital Universitario San Cecilio y el programa Infancia y Medio Ambiente, al que pertenece, dedicado a estudiar el papel de los contaminantes ambientales durante el embarazo e inicio de la vida y sus efectos en el crecimiento y desarrollo.
Los disruptores endrocrinos son en general sustancias químicas que se incorporan tato a cosméticos como pesticidas para «plastificar» fluidos y fijar olores o la permanencia del producto. Suelen ser componentes no estructurales y de relativamente fácil sustitución o eliminación. Los mas frecuentes son Parabenos, bisfenol A y eftalatos.
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