VIVIR
Cuando tres son multitud
La infidelidad es sólo la punta del iceberg de una crisis. La rutina y la falta de comunicación están detrás de ella. Ahora la ciencia también busca explicación en los genes
TEXTO:/MARINA MARTÍNEZ / ILUSTRACIONES: SUR / MÁLAGA
Cuando tres son multitud
POR SEXOS. El cambio de mentalidad y la evolución de las costumbres sociales han hecho que la mujer se libere y sea cada vez más infiel; pese a ello, los hombres siguen superándolas.
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EN DETALLE
Qué es: La infidelidad es el incumplimiento de un compromiso. Se produce cuando un miembro de la pareja rompe su promesa de lealtad, de exclusividad a su pareja.
Por qué se produce: A menudo, tiene su explicación en una crisis provocada por la monotonía, cansancio, insatisfacción emocional, falta de comunicación, inseguridad, celos o vida sexual deficiente.
Qué origina: La infidelidad provoca en la persona engañada dolor, desconfianza en la pareja, pérdida de autoestima, humillación, impotencia y rencor.
Cómo prevenirla: Aunque la infidelidad es un síntoma de falta de autocontrol, se puede prevenir potenciando la comunicación y combatiendo a diario la rutina sabiendo sorprender a la pareja.
Sospechas y excusas
Internet se convierte en una tentación para la promiscuidad
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«EN señal de mi amor y fidelidad a ti». Eso dicen los novios cuando están ante el altar prometiéndose amor eterno. Sin embargo, a unos les cuesta más que a otros. No pueden evitarlo. Lo llevan en la sangre. Y nunca mejor dicho. Recientes investigaciones apuntan a que la infidelidad puede estar escrita en los genes. La excusa perfecta para los promiscuos, que podrían encontrar en la ciencia la explicación a sus comportamientos. De hecho, uno de las más recientes estudios al respecto es el de científicos estadounidenses de la Universidad de Harvard. Tras un estudio en animales de laboratorio, concluyeron que hay unos 30 genes determinantes del comportamiento social y sexual. Entre ellos, el de la fidelidad conyugal, el del amor hacia los hijos y el de la personalidad romántica.
También el profesor Tim Spector, de la unidad de investigación de mellizos del Hospital Saint Thomas, en Londres, observa la evidencia de un componente genético en la tendencia a la infidelidad. Según sus trabajos, si entre dos hermanas mellizas una tiene una historia de infidelidad, el porcentaje de que la segunda también sea infiel es superior al 55%.
Sólo son, hasta el momento, investigaciones. Lo que sí está claro es que la infidelidad es simplemente la punta del iceberg de un crisis en la pareja. Algo no va bien y uno de los dos miembros busca fuera lo que no encuentra en casa. Por lo general, la falta de comunicación y la monotonía son sus principales motivaciones.
Sea como sea, la mayoría de los especialistas en psicología coinciden en que ser fiel no es una cualidad del ser humano. Ya lo decía Freud: «Todos somos polígamos reprimidos». Pero, ¿reprimidos por qué? La cultura y la historia han hecho que vivir en pareja sea lo normal en esta sociedad.
Por naturaleza
«La tendencia natural es a ser infiel, pero nos vamos acostumbrando a cierto grado de fidelidad por respeto, por convención social, por amor o para no meternos en líos», asegura la psicoanalista Helena Trujillo.
La cuestión es qué se entiende por infidelidad. Pese a la idea generalizada, la cama no es la única culpable. Como advierte Trujillo, «para ser infiel no es necesario realizar el acto sexual con otra persona distinta a nuestra pareja, somos infieles con el mero pensamiento, con la mirada». El simple flirteo, por tanto, tampoco se escapa.
De hecho, no hace falta compartir lecho con alguien para destruir la confianza de la pareja. «El hombre tiene la necesidad de agradar a todos los que le rodean, más si cabe si son del sexo opuesto», mantiene la psicóloga y sexóloga Margarita Luque, que además advierte del «peligro» que puede suponer «despertar una respuesta» en la persona con la que se coquetea. Es entonces cuando entra en juego la coherencia de cada uno. «La infidelidad se produce por una falta de autocontrol y por no saber evitar a tiempo situaciones comprometidas. Es cuestión de ser consecuente con nuestra elección y el compromiso adquirido con nuestra pareja», añade Luque.
Por lo general, una persona es infiel cuando su matrimonio no alcanza sus expectativas y, en lugar de recurrir al diálogo, busca en otro lo que su cónyuge no es capaz de ofrecerle (tanto en el terreno sexual como emocional o intelectual). Ojo, así, a dejarse llevar por la rutina, la desatención, la crisis de los cuarenta (en muchos casos surge la necesidad de sentirse joven y atractivo a través de una aventura) o los celos. Sólo consiguen allanar el camino.
No hay que olvidar que infidelidad es sinónimo de engaño, de traición. Y, como tal, es uno de los termómetros de la salud de la pareja. Como destaca el sociólogo Carlos Malo de Molina en su estudio Los españoles y la sexualidad, el 70 por ciento de la población considera importante la fidelidad sexual. Con ello coincide el último informe del Centro de Estudios Sociológicos, que revela que lo más valorado por los españoles a la hora de elegir pareja no es el físico o la inteligencia, sino la fidelidad.
Cuestión de cultura
No hay más que ver los índices de separaciones para comprobar el peso que tiene la lealtad en nuestra cultura. Según evidencia Diego Ruiz Becerril, profesor de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Granada, en su libro Después del divorcio, la infidelidad dentro del matrimonio es la primera causa de los divorcios tramitados en España desde su legalización en 1981. No obstante, como advierte, «son pocas las parejas que se atreven a confesar que el motivo de su separación es la infidelidad y alegan otros como la incompatibilidad de caracteres».
Y es que la educación y las costumbres tienen mucho que decir. No está muy bien visto eso de que a uno le pongan los cuernos. Y, pese a que parezca un tópico, está aún peor visto que quien los ponga sea una mujer. «Al hombre se le ha permitido históricamente una doble moral sexual, que no se le ha permitido a la mujer. Él ha tenido más libertad para desplegar sus deseos, mientras que a la mujer no se le ha dejado ni pensar en su sexualidad ni en sus ambiciones», considera Trujillo.
De ahí que el concepto de fidelidad siga siendo entendido de forma diferente según el género. En este sentido, al hombre le suele resultar más fácil tener una aventura porque tiene clara la separación entre amor y sexo. Siempre generalizando, claro. Como recuerda Helena Trujillo, «hay un tipo de hombres que pueden desplegar su goce sexual con prostitutas, mientras que con su esposa, a la que aman y respetan, son impotentes».
En este caso, la infidelidad se convierte en un camino para obtener placer sexual. Su modalidad más extendida y la que da mayores quebraderos de cabeza. Sobre todo, a las féminas. Así lo siguen reflejando las estadísticas. En el informe de Malo de Molina, la cifra de hombres infieles asciende hasta un 27 por ciento, en su mayoría varones entre 30 y 49 años. No obstante, la mujer es más infiel hoy en día, en cierta forma, debido a esa liberación que ha vivido en los últimos años. No en vano, muchas se lanzan a la aventura en busca de nuevas sensaciones, cansadas de la única relación que han tenido. «Ya somos dueñas de nuestra vida y hemos decidido experimentar lo que deseamos», aclara Luque.
Cuidado con los celos
Tanto ellas como ellos acuden a una nueva pareja para suplir carencias afectivas, pero también muchos caen en el desliz huyendo de una actitud posesiva, a menudo, desencadenada por los celos. «Hay que pensar que la otra es una persona que vive con nosotros libremente, que sabe que yo puedo desear a otras personas y yo sé que esa persona puede desear a otras personas y, a pesar de ello, vivimos juntos», aclara Helena Trujillo.
La sinceridad, el respeto y la confianza son los pilares de una relación y los primeros que se ven amenazados cuando se produce una infidelidad. Entonces, la capacidad para perdonar se complica. El dolor, la falta de autoestima y la humillación afloran. Aunque todo depende del grado de engaño y de quien sea la tercera persona. No es lo mismo una aventura puntual que una relación de meses. O tener un escarceo con una desconocida que hacerlo con el mejor amigo/a de nuestro cónyuge. Los especialistas aconsejan analizar lo que ha ocurrido y ver, a través del diálogo, si es posible encontrar una solución.
De hecho, son muchas las parejas que deciden volver a intentarlo. Existen terapias para ello. El problema es que, como puntualiza Margarita Luque, ya la confianza se ha visto dañada y la infidelidad se puede convertir en un arma arrojadiza muy recurrente en el futuro, que puede desgastar más aún la relación.