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El Consistorio ultima su programa para la atención del ‘síndrome de la abuela esclava’, un fenómeno emergente en la sociedad gaditana consecuencia lógica de la incorporación de las mujeres jóvenes al mercado laboral, que han de delegar cada vez más el cui

Madres a la vejez

El Consistorio ultima su programa para la atención del ‘síndrome de la abuela esclava’, un fenómeno emergente en la sociedad gaditana consecuencia lógica de la incorporación de las mujeres jóvenes al mercado laboral, que han de delegar cada vez más el cuidado de sus hijos en sus agotadas madres

JosÉ García Cádiz
Según cierta teoría machista de la naturaleza humana, la mujer estaría desde nuestros ancestros ordenada por su biología para cuidar del hogar y los niños, mientras el hombre habría sido capacitado para la caza.
La realidad actual ha venido a desbordar tales presupuestos y lo cierto es que la mujer, muy en particular en el Tercer Mundo, no sólo asume el cuidado de los vástagos, sino que se encarga también de su manutención, convirtiéndose en el pilar básico de las economías de sus respectivos países. O sea, que se encarga de la casa y de la caza.
Las mujeres del Primer Mundo, presuntamente o, en cierta medida, liberadas de las obligaciones domésticas, están a un paso de incorporarse en condiciones de igualdad con el hombre al mercado laboral, y hoy son ejecutivas, policías municipales o incluso alcaldesas.
Sin embargo, esta incorporación de las mujeres jóvenes al mundo del trabajo ha derivado en otra forma de sujeción de una parte considerable la población femenina. La que ha venido a identificarse como abuelas esclavas. Como apunta la psicóloga Encarni Liñan, “la delegación del cuidado de los hijos en otra mujer de la familia, que suele ser la abuela materna, es una de las estrategias de compatibilización familia-empleo más utilizadas en nuestro país”.
Este fenómeno se ha hecho especialmente palpable en ciudades como Cádiz, donde la pirámide demográfica (ver cuadro adjunto) refleja una feminización y envejecimiento paulatinos de la población: las gaditanas mayores de 60 años suman un total de 17.048. Es decir, que suponen el 12,8 por ciento de las 133.096 personas empadronadas en la capital gaditana.
Al Ayuntamiento no se le ha pasado por alto este fenómeno emergente, y la feminización de la tercera edad y el síndrome de la abuela esclava constituyen unos de los pilares básicos del Plan de Familia del equipo de Gobierno de Teófila Martínez.
Comienza el cole
Además, ahora empieza el periodo escolar, circunstancia por la que la teniente de alcalde responsable del Área de Familia, Mercedes Colombo, espera un repunte de las manifestaciones de este síndrome. “Hablamos de mujeres que no tienen la libertad de elegir lo que hacer en el día a día, y han de encargarse de lo que le viene reglado por las condiciones externas”, apunta incisiva la delegada municipal.
Colombo recuerda también que el 90 por ciento de los abuelos que se encargan del cuidado de los nietos son mujeres. Las investigaciones de Liñan también parten de esta realidad. “Nuestra cultura androcéntrica nos ha enseñado que la mujer es la cuidadora natural. Los hombres asumen el rol de cuidador sólo cuando no existe o no está disponible un miembro femenino de la familia. El abuelo tiene otras funciones más ociosas con los nietos (juegos, paseos, cuentos, etc)”, asevera la psicóloga.
Colombo, por su parte, conceptualiza el síndrome de la abuela esclava como la antítesis del conocido como del nido vacío, aquél que padecen muchas mujeres cuando les llega la menopausia y los hijos se emancipan y abandonan el hogar. “Es un error llenar ese nido vacío con las labores del hogar y el cuidado de los nietos en sustitución de quienes se han incorporado al mercado laboral”, indica la edil. Por eso considera un deber de los poderes públicos llenar este vacío con otras actividades, como es el caso del Aula de Mayores de que dispone la Universidad de Cádiz.
“Tenemos que facilitar las condiciones para que estas mujeres no sólo se den todo el día a los demás, sino que también reciban de ellos”, prosigue la edil.
Para Colombo uno de los principales problemas que tienen estas gaditanas es que no saben decir que no. “Las personas mayores en general, cuando llegan a cierta edad, son capaces de asimilar cualquier tarea que se les proponga y adaptarse a cualquier situación”, continúa.
Sin embargo, la responsable municipal de Familia no permite siquiera que se insinúe que son las mujeres jóvenes, en su ansia por ocuparse laboralmente, las responsables de esta nueva forma de opresión femenina que representa el fenómeno de la abuela esclava. “Las mujeres que trabajamos no lo hemos tenido tan fácil como el hombre aun existiendo las abuelas esclavas. Los factores culturales siguen pesando, y si alguien tiene que pedir excedencia en el trabajo para cuidar de los niños, ése nunca suele ser el hombre”, apostilla.
Cádiz, y España en general, ha dado pasos agigantados en la educación no sexista, pero Colombo recuerda que se siguen viendo las mismas películas que antes, y se leen cuentos con los mismos estereotipos de género.
La delegada remacha que se ha avanzado mucho en materia legal, aspecto que se ha trabajado mucho más que la educación, evolucionando hacia una igualdad más formal que real. “Por eso hay muchos menos abuelos esclavos”, subraya.
Encarni Liñan especifica aún más algunos de los factores que determinan este nuevo papel de las abuelas: no contar con recursos económicos para niñera o guardería, la existencia de lazos afectivos, la comodidad y la gratuidad del servicio.
Mercedes Colombo también considera que en Cádiz habría menos abuelas esclavas si se contara con más plazas públicas de guardería. El Ayuntamiento dispone de dos instalaciones, la Escuela Infantil de la calle San de Dios y Los Dálmatas, mientras que la Junta de Andalucía posee otra guardería en la calle La Palma. Todo ello sin contar las plazas concertadas.
“Las plazas concertadas con el Ayuntamiento son para personas con pocos recursos. Y cuando no hay, pues ahí es donde interviene la abuela”, se lamenta.
La edil popular aprovecha también la oportunidad que le brinda la ocasión para hacer ciertas críticas a la Administración autonómica. “En las plazas de guardería que gestiona la Junta de Andalucía el criterio que prevalece para la adjudicación es que trabajen los dos cabezas de familia, más que la escasez de recursos, y así no se facilita la incorporación de la mujer al trabajo”, argumenta.
Colombo apunta otro dato que se debe tener en cuenta: incluso cuando se puede contratar a otra persona para que cuide de los niños, también suele ser una mujer.
Así las cosas, el Ayuntamiento se prepara ya para hacer frente a este fenómeno que afecta a mujeres que normalmente no se reconocen como abuelas esclavas, por lo que se está haciendo un estudio con las usuarias de la Tercera Edad de la Fundación Municipal de la Mujer, para determinar cuántas de ellas responden al perfil hasta aquí definido y suscribir un convenio con la vocalía de Matronas del Colegio de Enfermería que permita trabajar los signos externos que manifiestan este poco conocido síndrome.

La ‘abuela esclava’ como metáfora coetánea de la sujeción de la mujer

El profesor de la Universidad de Granada Antonio Guijardo fue el primero en acuñar en el año 2001 el término ‘síndrome de la abuela esclava’, definido como “una enfermedad grave, que afecta a mujeres maduras sometidas a una sobrecarga física y emocional que origina graves y progresivos desequilibrios, tanto somáticos como psíquicos”. Las manifestaciones físicas de este síndrome están perfectamente identificados: hipertensión arterial; padecimientos metabólicos como la diabetes; sofocos, taquicardias, dificultad para respirar, mareos, hormigueos, desvanecimientos (molestias paroxísticas); cansancio (debilidad y decaimiento); caídas fortuitas. Las emocionales también lo están: malestar general y disconfort; ansiedad; tristeza, desánimo, falta de motivación; a veces sentimientos de culpa por su malestar; en momentos de crisis, piensan en el suicidio como única salida. El síndrome está reconocido por la Organización Mundial de la Salud como malos tratos hacia la mujer. Su importancia radica en que puede llegar a ser potencialmente mortal, el altísimo grado de sufrimiento que provoca y el gran deterioro de la calidad de vida de la propia afectada y de su entorno familiar. Entre los factores que predisponen a padecer este síndrome se pueden resaltar, por una parte, el realizar trabajos o actividades extradomésticas además de sus obligaciones de ama de casa, como cuidar de los nietos. Por otra, las familias numerosas, tener parientes incapacitados o enfermos a su cargo, la acumulación de obligaciones, etcétera. Del perfil psicológico y social de las mujeres que lo padecen se puede destacar su mediana edad, el excesivo sentido del deber y la responsabilidad, el hecho de que no suelan quejarse de la situación con la debida elocuencia y expresividad, y el pertenecer a cualquier clase social. Como se ha venido explicando, se trata de un problema de difícil diagnóstico, debido a que las pacientes suelen negar que están sometidas a estrés por razones familiares o culturales, y aunque saben que tiene demasiadas responsabilidades, creen que pueden con todo y piensan que su malestar se debe a otros motivos. Normalmente la familia se mantiene ajena a esta situación y considera que la única culpable es la abuela, que se niega a delegar responsabilidades e incluso entiende que ésta se ha vuelto desinteresada, distraída y “está chocheando”. El tratamiento consiste en liberarlas de cargas, buscar el equilibrio entre sus capacidades y responsabilidades, cariño y comprensión familiar.

Leonor Prieto Vera | Cuidadora de niños a la fuerza: “Cuando me canso, pego un grito y los llamo ‘okupas”

J. G./Cádiz
Esta abuela gaditana de 68 años asume el cuidado de sus cuatro nietos varones desde hace bastante tiempo. Se expresa como la gran matriarca de una familia formada por otras tres mujeres, sus hijas, que por diversas circunstancias tuvieron que acceder pronto al mercado laboral y delegar el cuidado de sus vástagos en su madre.
–¿Cómo empezaron estas obligaciones?
–Mi dos hijas mayores empezaron a trabajar antes de ser madres, y cuando lo fueron no quisieron abandonar su empleo. Así fue como asumí el cuidado de mis nietos. Todo empezó con Jose, el mayor, que ya cuenta con catorce años.
Entre una cosa y otra, a la hora del almuerzo se sientan cada día en su mesa, como mínimo, seis personas. Sus hijas nunca han acudido al servicio de guardería.
–¿Se siente ahora un poco más liberada?
–Ahora sólo tengo en casa de forma permanente al mayor, y todos los días me peleo con él. Además, en contra de lo que se cree, cuando son mayores no son más independientes, porque están acostumbrados a que se lo pongan todo por delante. Nunca me canso de decirles que son unos okupas.
–¿De qué tareas se encarga exactamente?
–Buf, les preparo el bocadillo, les pongo los uniforme, les arreglo la ropa…
Leonor apenas si levanta la vista de su tricotosa mientras responde a las preguntas que se le hacen.
–¿Está satisfecha con la incorporación de sus hijas al mercado laboral?
–Me hubiera gustado que no tuvieran que trabajar tanto. La segunda de mis hijas lo hace todo el día. Aunque doy gracias a Dios porque tienen un empleo.
–¿Qué es lo que más le agobia de su papel de madre a la fuerza?
–La sobrecarga de trabajo que tengo. Y es que no puedo dejar a los niños todo el día solos.
–¿Se reconoce a sí misma una ‘abuela esclava’?
–No me siento esclavizada. Cuando me harto pego un grito y se acabó. En realidad lo hago porque me da igual, aunque ahora que soy más mayor a veces me duele la cabeza, y los niños no me hacen ni los mandados. ¿Verdad que no, Alejandro?
El tercero de sus nietos, quien presencia la entrevista mientras dibuja, apenas si se da por aludido.
–¿Le parecen mal otras vidas de abuela?
–Algunas no se hacen cargo de los nietos. Dicen que no y es que no. Pero tenerlos permanentemente es mucho, te levantas temprano, los llevas al colegio…
Hace 23 años que perdió a su marido.
– Me hice fuerte, y mis hijas y yo nos hemos ayudado mucho.

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