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El análisis del ADN dirá si la ‘canilla’ del Santuario es de San Juan Grande

El análisis del ADN dirá si la ‘canilla’ del Santuario es de San Juan Grande

Un estudio del antropólogo granadino Miguel Botella, que ayer estuvo en Jerez, podría aclarar si el húmero, expuesto a parte en el Santuario de San Juan Grande, se corresponde con los restos del Patrón diocesano que presiden el templo.

Por G. Álvarez
Lo que siempre se consideró la canilla de San Juan Grande no es el tipo de hueso que se pensaba –una tibia– sino un húmero. Y si perteneció o no al Patrón diocesano tampoco está claro aún. Determinar esto último es el objetivo del análisis que realizará el catedrático de Antropología Miguel Botella Cecilio, de la Universidad de Granada. Este especialista estuvo ayer en el Santuario y, ante un pequeño y seleccionado grupo de seguidores de la obra de la Orden Hospitalaria, tuvo su primer contacto con esta pieza que podría convertirse en reliquia venerable por los fieles desde el momento en que se demostrara que se corresponde con los restos de la urna que preside el templo del conjunto hospitalario.
El acto del salón anexo al Santuario, sencillo aunque cargado de la solemnidad de quienes en silencio aguardaban a lo que pudiera decir la ciencia al respecto, contó también con la presencia de Félix Lizaso Berruete, postulador de la Orden Hospitalaria. Éste trajo desde Roma aquellas muestras de entre los restos conservados en Jerez que fueron llevadas al Vaticano con motivo de la canonización de San Juan Grande hace justo diez años. De hecho, este ejercicio científico se ha considerado también como elemento conmemorativo. Además, José Luis Repetto Betes, estudioso de la vida y obra del Santo e impulsor de la canonización junto al recordado obispo Rafael Bellido Caro, acudió al acto en representación de monseñor Juan del Río, actual obispo diocesano.
Tras introducción del sacerdote hospitalario Teodoro de Juan Mañueco en la que el rector del Santuario cifró la importancia de aquello que se acometía, el postulador de la Orden dio paso a una intervención breve del antropólogo. Miguel Botella mostró sus credenciales: los trabajos realizados en favor de la identificación de cadáveres de presos políticos en países latinoamericanos. También centró su papel en la labor puramente científica adelantando que “no puedo hacer milagros”. Para ello ya estaba San Juan Grande, quien no alcanzó el reconocimiento oficial de su santidad hasta que en Roma no se consideró probado el milagro que se necesitaba.
Sin embargo, y pese al tono eminentemente profesional ofrecido que dejaba en manos del estudio del ADN la determinación definitiva, “o la no clarificación” como añadiría para no crear falsas esperanzas, a los asistentes parecía un milagro la capacidad de Botella. Con el hueso en la mano y su sola observación visual fue más allá de aquella primera acotación que lo colocaba en el brazo y no en la pierna: “Perteneció a un adulto, varón, ni demasiado joven ni demasiado viejo, no muy robusto, sufrió un trabajo físico grande, tuvo una enfermedad dental…” Ninguna de aquellas apreciaciones hacían, de momento, sino reafirmar la posibilidad anhelada aunque, como dijo el padre Teodoro: “No necesitamos que se demuestre para que sigamos venerando al Santo como venimos haciendo
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