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Una tumba para Federico

Una tumba para Federico

Así como aquella madrugada de agosto de 1936 no pudo prever que sería fusilado y enterrado en una fosa común en la que yacen entre 3.000 y 4.000 asesinados por la represión de Franco durante los primeros días de la Guerra Civil, Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca jamás imaginó que su tumba iba a resultar objeto de disputas encarnizadas. La negativa de su familia a encontrar el cuerpo choca con las intenciones de los descendientes de quienes fueron enterrados con el genial poeta, que sí quieren conocer el destino de sus familiares. El conflicto toca el corazón de la memoria en un país que se ha negado a afrontar su propia historia trágica y alimenta el debate: ¿dónde descansa y cómo murió el autor de Bodas de Sangre?
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El destino de Federico García Lorca sigue siendo un misterio difícil de revelar.

“Parece que nadie se atreve a tocar esta fosa”, Nieves Galindo lo dice con resignación e impotencia. Es nieta del maestro republicano Dióscoro Galindo y desde que el gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero promulgó la Ley de la Memoria Histórica, Nieves está empeñada en recuperar los restos de su abuelo fusilado el 19 de agosto de 1936 durante los primeros días del conflicto que ensangrentó a España. Pero Nieves no puede hacerlo porque la fosa ilegal en la que descansa su abuelo no es una fosa cualquiera. Junto a Dióscoro Galindo yacen también los banderilleros Francisco Galadí y Joaquín Arcollas, también asesinados por sus simpatías republicanas. Y junto a ellos, se supone, se encuentran los restos de uno de los más célebres asesinados del franquismo, Federico García Lorca.

Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca jamás imaginó que su tumba iba a resultar objeto de semejantes disputas. Así como no pudo prever esa madrugada de agosto de 1936 que iba a ser enterrado después de su fusilamiento en una zona en la que supuestamente yacen entre 3.000 y 4.000 asesinados por la virulenta represión de los primeros días de la Guerra Civil en la provincia de Granada, por aquellos tiempos territorio de caciques conservadores y terratenientes medievales. Y aunque la disputa por abrir el túmulo comenzó con el retorno de la democracia a España, hubo que esperar a la llegada de un gobierno socialista, el de José Luís Rodríguez Zapatero, cuyo abuelo también fue fusilado por el franquismo, para que se promulgara una ley que otorga a los familiares de las víctimas el derecho a saber si los huesos de sus seres queridos están realmente donde ellos suponen que están, un misterio que en el caso de García Lorca sigue sin aclararse.

Pero mientras los descendientes de los tres hombres que comparten sepultura junto al poeta y dramaturgo más conocido mundialmente de la España del siglo XX desean que la apertura de la fosa se lleve a cabo, son los familiares del propio García Lorca los que se oponen siguiendo el deseo de su hermana Isabel, quien ni siquiera pudo volver mientras vivía al lugar donde Federico fue enterrado por el dolor que le provocaba su pérdida. El conflicto no sólo remueve sensibilidades familiares difíciles de contemplar sino que además toca el corazón de la memoria en un país que se ha negado a afrontar su propia historia trágica y alimenta el debate sobre el derecho de la familia del célebre poeta a negar lo que muchos intelectuales y artistas consideran un derecho de la humanidad a conocer donde descansa y cómo murió el autor de Bodas de Sangre y Doña Rosita la Soltera.

En los próximos días, si la familia García Lorca no interpone un último reparo, la Junta de Andalucía procederá finalmente a poner fin a una parte del misterio, ya que permitirá que se abra el túmulo aunque sólo se llevarán a cabo las identificaciones de los hombres que compartieron fortuna con Lorca y cuyos familiares se han batido con uñas y dientes en los últimos años para eludir la prohibición de los descendientes del poeta y poder enterrar así dignamente a sus abuelos asesinados ese mismo día. Mientras los expertos de la Universidad de Granada, muchos de los cuales ya han participado en exhumaciones en Perú, Chile y Argentina, se preparan para llevar a cabo los trabajos de identificación, muchos temen en España que los restos de García Lorca ni siquiera se encuentren allí, lo que no haría más que aumentar el misterio y el mito en torno a su muerte.

UNA LARGA DISPUTA
A mediados del pasado año el juez español Baltasar Garzón, ante un requerimiento judicial presentado por los familiares de los represaliados que comparten supuestamente la tumba con García Lorca, decidió proceder a la apertura del túmulo a pesar de la negativa de la familia del poeta, que se niega argumentando que de este modo se preserva mejor el mito. La Ley de la Memoria Histórica aprobada por el gobierno socialista ampara a las víctimas de la represión para que puedan recuperar los cuerpos de los seres queridos, pero la presión de la familia García Lorca terminó impidiendo la apertura y Garzón se inhibió finalmente en la causa que él mismo abrió para esclarecer los crímenes del franquismo. La polémica se instaló en todo el país. Personalidades del mundo de la cultura, asociaciones en defensa de la Memoria Histórica, intelectuales y gente de a pie se manifestaron indignados por el hecho de que 73 años después del crimen todavía no pueda saberse donde descansan los huesos del más celebre poeta y dramaturgo asesinado en la guerra civil.

Luego de muchas idas y venidas, la Junta de Andalucía resolvió el pasado 25 de agosto que se procederá a la apertura de la tumba, pero sólo con el objeto de identificar los restos de los compañeros de infortunio de Federico, siempre y cuando la familia del dramaturgo no ponga objeciones, para lo cual abrió un plazo de quince días en el caso de que quisieran presentarlas. El gobierno andaluz tomó esta decisión sin esperar la decisión final de la justicia que se espera provenga del Tribunal Supremo, luego de que la causa se fuera enredando con el correr del tiempo y la polémica. Laura García Lorca, familiar del poeta, afirmó que su familia no realizará “movimientos que impidan o dificulten” la medida. De este modo tangencial, indirecto, se podrá develar otro de los misterios que rodea al crimen: ¿están los restos de Lorca realmente allí? Aunque esa es ya otra historia.
El crimen fue de Granada

Se le quiebra la voz al actor José Sacristán en medio de la cálida noche granadina, mientras recita A un poeta muerto, el poema de Luis Cernuda en homenaje a Lorca y la elegía que en su honor compuso su amigo Antonio Machado, El crimen fue de Granada. Un día antes, el 17 de agosto pasado, Sacristán ha declarado al diario El país: “Se observan voces y actitudes que remiten a la Guerra Civil”, en alusión a la negativa de la derecha española a enfrentarse a los fantasmas del pasado. La disputa en torno a la tumba de Lorca arrecia. ¿Cómo se llegó hasta ahí?

Federico fue detenido el 16 de agosto de 1936 en casa de su amigo el poeta Luis Rosales. La Guerra Civil había estallado un mes antes, el 18 de julio, y desoyendo los consejos de sus allegados, el escritor se dirigió a Granada, su tierra natal, que se encontraba bajo el control del bando franquista. Su padre, de nombre Federico igual que él, era un cacique progresista odiado por los terratenientes de la zona por su adhesión a la República y su crítica al caciquismo retrógrado granadino, lo que hizo suponer en un principio que el asesinato del hijo pródigo era también una venganza con tintes de disputa regional. Pero a Federico los fascistas lo odiaban por muchas más razones. Detestaban que fuera abiertamente homosexual y no podían soportar esa rara mezcla de catolicismo, anarquismo; tradicionalista, monárquico y libertario a la vez, como le gustaba definirse.

Nacido el 5 de junio de 1898, García Lorca era ya un autor célebre a los 38 años. Durante los últimos años de su vida había cobrado incluso fama mundial, luego de su paso por Nueva York y gozaba un reconocimiento inaudito gracias al éxito que habían tenido entre el público obras como La Casa de Bernarda Alba y Yerma, escritas durante sus últimos años. Ya desde joven se había codeado con lo más granado de la generación de su tiempo, como los poetas Rafael Alberti y Jorge Guillén, el cineasta Luis Buñuel y el pintor Salvador Dalí, con quien mantuvo una turbia y platónica relación amorosa.

Quizá fue su fama internacional, piensa su máximo biógrafo Ian Gibson, la que le dio a Lorca la confianza para acudir a Granada días después del estallido de la guerra. El franquismo no había mostrado aún su cara más criminal y la amistad que el propio Federico mantenía con personajes como José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange, le impidieron sospechar que vendrían a por él. “Esto es un horrible error” les dijo a los hombres que, siguiendo las órdenes del gobernador civil de Granada José Valdés Guzmán y del general Queipo de Llano, vinieron a buscarlo ese día a casa de Luis Rosales. En la madrugada del 17 al 18 de agosto, García Lorca fue asesinado y enterrado luego en una fosa común junto al maestro Galindo y los dos banderilleros, Galadí y Arcollas. Años después, el dictador Francisco Franco defendió el crimen en un ejercicio de refinado cinismo: “Era un gran poeta” afirmó “pero las autoridades tenían que preveer cualquier reacción contra el Movimiento por elementos izquierdistas. Por eso fusilaron a los más caracterizados, y entre ellos a García Lorca”. Ian Gibson logró entrevistar para uno de sus libros a Ramón Ruiz Alonso, el matón que lo ejecutó. “Le he metido dos tiros por el culo, por maricón”, soltó apoyado en la barra de un bar sin una mínima pizca de arrepentimiento.
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