González Alcantud, catedrático de Antropología Social y Cultural de la Universidad de Granada, ofrecerá hoy en Donostia una conferencia sobre la impronta de las inundaciones en la sociedad. La charla tendrá lugar a las 19.00 horas en el centro Koldo Mitxelena
DONOSTIA. Las inundaciones fluviales, entre la catástrofe natural y el control social será el título del evento.
¿Qué relación guardan las inundaciones con el control social?
En situaciones como ésta se procede a culpabilizar a las instituciones por la falta de previsión. Esto se ve cada vez más recurrencia. En la catástrofe del huracán Katrina, la responsabilidad se achacó al Estado y a su inoperancia. En épocas premodernas, el sentido de culpa se buscaba en el castigo de Dios y ahora esa responsabilidad providencial ha recaído en el Estado.
¿El poder establecido se sirve alguna vez de situaciones catastróficas para materializar sus planes?
Cada vez que ocurre una catástrofe se procede a reorganizar socialmente la estructura de las comunidades. En el centro Granada, una inundación del río Tarro provocó hace años el desalojo de un barrio entero alojado por gitanos, que era una atractivo turístico y a la vez un incordio para una población que los veía con cierta hostilidad.
Hace unos meses, tras quedar anegados varios barrios donostiarras, sus vecinos también exigieron responsabilidades a las autoridades. ¿Se debería enfocar ese enfado en otra dirección?
Evidentemente, el diseño urbano actual no tiene memoria. Pasa una catástrofe y el propio sentido de la contingencia de la vida humana hace que se olvide; no podemos vivir continuamente bajo el espectro de la finitud y de la destrucción. Se reclama al Estado que recuerde didácticamente que estas cosas ocurren, pero este no lo cumple. Son los grupos sociales quienes deben tener esa memoria colectiva sobre las catástrofes recurrentes. Eso también ocurre en el Urumea, donde son periódicas. Como anécdota, estuve a punto de ser llevado al mar por la inundación de agosto de 1983, que me pilló en Donostia.
¿El ser humano tiende a intentar controlar el agua, igual que otros elementos de la naturaleza?
El problema está ahí. Los antropólogos nos oponemos muchas veces a la ingeniería. Los ingenieros, igual que los arquitectos, son a veces diseñadores de pantanos y grandes obras públicas. Los humanistas les achacamos que no suelen preguntar a los que están allí, en el sitio. Nuestra diferencia con este tipo de profesiones es que tendemos a preguntar. No niego que muchas infraestructuras sean necesarias y van en favor del progreso, pero otras muchas son discutibles. ¿Qué ocurre? Que el ingeniero y el arquitecto tiende a diseñar por mecanismos de control del agua que pasan por esa gran obra pública. Pero no se tienen en cuenta sistemas tradicionales que ha podido haber en algunas sociedades para controlar las inundaciones.
¿Esa falta de reflexión puede suponer alguna amenaza?
El Nilo tenía las inundaciones que llenaban de limo su curso y permitían la agricultura. Hoy, en cambio, todo ha cambiado desde que se hizo la presa de Asuán para regular el curso del Nilo y hacer autónomo energéticamente a Egipto. Y ahora los agricultores tienen que enriquecer sus cultivos con sustancias químicas, porque no tienen limo. Sin olvidar que el embalse es la principal amenaza para Egipto. Las catástrofes naturales ponen en evidencia que no se pregunta a los habitantes sobre sus técnicas para optimizar esos cursos de agua e inundaciones.
¿Puede poner algún ejemplo?
En muchas sociedades tribales se han adoptado estrategias nómadas. Se ha optado por no hacer asentamientos fijos como nosotros, muy dados a urbanizarlo todo. En este caso las catástrofes han sido menores, en la medida en que el nomadismo les ha llevado a huir de unos lugares. En otras áreas, en lugar de forzar los márgenes de los ríos, se han puesto pequeñas represas que desaguan el agua o la hacen menos violenta. En la vega del río Genil, en Granada, se sembraban mimbres -con raíces más largas- al lado del río y se sembraban plantaciones cuya pérdida no supusiese grandes pérdidas económicas. En todas las sociedades se han desarrollado técnicas basadas en el sentido práctico y común para reducir el impacto.
¿La reflexión antropológica puede ayudar a encontrar vía para encarar estas cuestiones?
No se puede pedir a un antropólogo solucionar una inundación. Pero sí que haga una historia del lugar, pregunte las técnicas y ofrezca ese material vivo para la reflexión. No podemos diseñar los territorios como si fuesen una cartografía militar, encima de un pupitre y un tiralíneas.