El Espejo
Ana Riaño, in memoriam
Por Ana Bohórquez
Coincidían, casi hasta en la hora, los homenajes que se rindieron ayer a la melillense Ana Riaño López tanto por la UNED de Melilla y el Ministerio de Cultura, en el marco del ciclo literario organizado como antesala al Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla, como por la Universidad de Granada, que dedicaba este reconocimiento póstumo a la única docente de la comunidad universitaria andaluza especializada en historia, lengua y literatura sefardí.
Bajo el título Qué poemas nuevos fuiste a buscar, extraído de esa inolvidable y poética canción argentina de Ariel Ramírez y Felix Luna, Alfonsina y el Mar, se reunían en Granada investigadores, músicos y poetas en el homenaje póstumo a la que también fuera escritora, poetisa, cantautora y apasionada de la música. Ana Riaño no se fue, como Alfonsina, con su soledad, sino acompañada del aprecio, el respeto, la admiración y el cariño de quienes tuvieron la suerte de conocerla en alguna -o todas- sus múltiples facetas creativas. Por sus inquietudes y apasionamientos, Ana Riaño encajaba más en la Italia del Renacimiento, ese movimiento artístico, científico y literario nacido en el siglo XV en el que se encuadra su poemario El manuscrito de Ha-Kohén -una visión lírica y profunda sobre la amistad que pudo surgir entre un intelectual judío de origen español, Yosef Ha-Kohén, y el poeta castellano Garcilaso de la Vega en el siglo XVI-, que en la Granada del siglo XXI: simplemente su heredado entusiasmo por la música hizo que casi toda su obra poética fuera editada en formato discográfico con notación musical que ella misma compuso o interpretó. Pero además, como investigadora, era la única profesora andaluza especializada en estudios sefardíes en una época, la nuestra, en que resulta verdaderamente difícil ser único en nada.
A Melilla quedará para siempre unido el nombre de esta singular mujer. Ana Riaño creó para su ciudad natal el Himno Oficial de la Ciudad Autónoma con música compuesta por su madre, Aurelia Eulalia López Martín, además de grabar en 1996 De color y claridad, una selección de poemas y canciones dedicadas a Melilla que el poeta Miguel Hernández, Premio Nacional de Literatura, escribió para ella. Pero, como destacan sus amigos y compañeros, entre otros José Luis Fernández de la Torre, quien ayer dirigió el homenaje melillense Ana Riaño en la memoria, además del redactor de este periódico, también amigo de la multifacética autora, Angel Meléndez, por encima de todo se alzaba su categoría personal y calidad humana. Por ello tantos y tantos han lamentado que, continuando con la famosa estrofa de Alfonsina y el Mar -algo desvirtuada en aras de la prosa-, una voz antigua de viento y de mar la llamara y ella se fuera, hacia allá, como en sueños, dormida y vestida de mar, demasiado pronto.
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