ERA sólo una canción, bocanada de luz en el oscuro túnel indigno de ese régimen, el franquista, que militarizó el orden público y transitó del estado de guerra al estado de excepción permanente. Unos versos para la libertad, una vacuna contra el miedo que miles de corazones acompasaron cada vez que la entonaba la voz firme y valiente de Raimon. Un poema que simbolizó la lucha antifranquista y, por ello, hemos elegido ese título para el libro La cara al viento. Estudiantes por las libertades democráticas en la Universidad de Granada (1965-1981).
El objetivo de esta investigación no sólo ha sido el conocimiento y la reconstrucción de un pasado reciente muy poco conocido -que también-, sino hacer justicia a quienes -como dijera Reyes Mate- lucharon o ansiaron la dicha «y se quedaron en la cuneta de la historia». Porque la historia es una mirada de poder y sus silencios y sus olvidos son reveladores de la manipulación de las clases dominantes. Recuperar la historia y apoderarse de la memoria colectiva es un instrumento para valorar la aportación del movimiento obrero y el movimiento estudiantil -espinas dorsales de la resistencia antifranquista- para la conquista de las libertades democráticas en España. Ésas que la derecha recorta cada día porque sus herederos no han condenado todavía aquel régimen de oprobio aunque, sepulcros blanqueados, desfilen con lágrimas de cocodrilo, caterva de aduladores -postizos, tiralevitas y jonjaberos-, ante el féretro de Santiago Carrillo y, al mismo tiempo, sueñen con que algún día sindicatos como CCOO -al que tanto debe la democracia española, como al propio Partido Comunista de España-, pasen al sueño de los justos. Sí, que desaparezcan, literalmente.
El objetivo del libro es, por tanto, combatir la amnesia de la posmodernidad porque el riesgo del olvido puede llevar a otras historias, a otros recuerdos que nos condenen al silencio de aquello que no interesa. La Universidad se convirtió en una escuela democrática de ciudadanía organizando todo tipo de actividades culturales alternativas (conferencias, recitales musicales, teatro, cine-clubes o exposiciones) donde confrontaron no sólo con el régimen, sino también con las propias autoridades académicas. Por ello, los estudiantes sufrieron una doble represión: la gubernativa y la académica. La primera deteniendo, encarcelando y/o juzgando a los activistas universitarios; la segunda, prohibiendo asambleas o reuniones en el interior de los recintos universitarios, cerrando facultades o denegando actos culturales. Fruto de la represión a lo largo de esas dos décadas algunos centenares de universitarios del distrito de Granada sufrieron sus consecuencias: vejaciones o malos tratos en manifestaciones, concentraciones, sentadas o asambleas dentro y fuera de los recintos universitarios, torturas físicas y psicológicas, años de cárcel cuando fueron condenados por el Tribunal de Orden Público, confinados a otros lugares de España, se les impuso cuantiosas multas, algún expulsado del país o la denegación de prórroga del servicio militar. Y junto a ello, a partir de la transición, la agresión de las bandas fascistas. Por dar un solo dato: los activistas del movimiento estudiantil de la Universidad de Granada (y de entre ellos muchos malagueños) tuvieron que cumplir 29 años, 5 meses y 8 días de prisión por el execrable delito de exigir una sociedad democrática y una universidad pública y gratuita.
Por eso este libro tiene también una rabiosa actualidad, ahora que por el ataque a la enseñanza pública y a los estudiantes, mediante los recortes que se están aplicando y la subida de las tasas universitarias. También por el cuestionamiento de derechos como el de manifestación o de huelga, que con tanto esfuerzo habíamos conquistado, para debilitarlos y así conseguir que no se escuche la voz del pueblo. Todo un ataque sin precedentes, en fin, no sólo a lo público y al estado democrático y social de derecho, sino a la propia dignidad del pensamiento, con la demagogia propia de quienes hacen del populismo su pensamiento bastardo y que, ojalá, no nos lleve pasado mañana a volver a tan gloriosos como indeseables ejercicios de heroicidad. Y es un libro de actualidad porque ahora vuelve a ser necesario argumentar las evidencias: que las sirenas del pesimismo y la resignación sólo nos conducen a la derrota. Por ello, es un reconocimiento expreso a todas aquellas personas que, a costa de su comodidad, expusieron su libertad para crear una cultura cívica que nos vacunase contra la dictadura -contra todas las dictaduras- y para mostrar que no todos fueron espectadores pasivos durante el franquismo y que fueron ellas y ellos quienes, desde su inconformismo y a veces desde un heroísmo no buscado, abrieron las ventanas para que el corazón, las manos y los ojos se inundaran del viento de la dignidad, de la libertad y de la justicia social.