El abad de Poblet se muestra dispuesto ahora a que se analicen los dos cráneos del Conqueridor
La joven disciplina de la paleogenética -funciona desde hace menos de 20 años- comienza a dar sus frutos para desmontar mitos históricos. El que cayó ayer es el de los restos del príncipe de Viana (1421-1461), conservados y venerados en el Monasterio de Poblet, junto con los de otros reyes de la Corona de Aragón. «No sé de quién es la momia, pero no es del príncipe de Viana», zanjó ayer la antropóloga de la Universitat Autònoma de Barcelona Assumpció Malgosa, autora del estudio genético a partir del ADN de los supuestos restos del príncipe.
La investigación, iniciada hace diez años y cuyos resultados se presentaron ayer, ha revelado que la momia del príncipe custodiada en Poblet está formada por restos de tres personas diferentes. Pero además, ninguna de estas era el ilustre personaje catalán, según ha determinado la comparación de ADN con el de algunos miembros de la rama genealógica del príncipe.
La conclusión da algún indicio de lo que puede ocurrir cuando se analicen -si algún día sucede- los huesos de Jaume I. Mejor dicho, aquellos que están en el sepulcro del rey que fundó el Reino de Valencia, de cuyo nacimiento se cumplen ahora 800 años.
Esto es así porque los avatares sufridos por los restos del Conqueridor y los del famoso hijo de Joan II son paralelos. Ambos descansaban eternamente en Poblet -como otros reyes y nobles de Aragón- hasta que el monasterio fue víctima de una revuelta popular en 1837. Las tumbas del panteón real fueron abiertas y los huesos tirados y esparcidos por el suelo, donde estuvieron años. Hasta que el cura vecino de l\’Espluga de Francolí los recogió, los metió en sacos y los llevó a la Catedral de Tarragona. Allí permanecieron hasta que a mediados del siglo XX expertos de entonces recompusieron algunos esqueletos y los devolvieron a Poblet.
Sabían historia, porque la hasta ahora momia del príncipe de Viana se ajusta a su biografía: son restos de hombres de unos 40 años -murió a esa edad- y tiene un brazo cortado, ya que con él se hizo una reliquia, desaparecida luego. «Era necesario un icono y se creó», dijo ayer el profesor de Antropología de la Universidad de Granada Miguel C. Botella. «Fue una falsificación por tema nacionalista», abundó más tarde en referencia a la importancia simbólica del príncipe para el pueblo catalán.
Este personaje real, hijo de Blanca de Navarra y Joan II, es símbolo de la oposición catalana al autoritarismo de la corona por la pugna que mantuvo con su padre durante años.
El constructor de la momia fue el egiptólogo Eduardo Toda, indicaron ayer los investigadores, y Carlos de Viana fue así el primero de los personajes reales en regresar a Poblet. Lo hizo en 1935, casi veinte años antes del traslado de los restos de Jaume I.
Botella ironizó ayer sobre los supuestos despojos del Conqueridor y la presencia de dos cabezas en el sepulcro, tal como se documentó entonces. «Sabían que era un hombre muy grande y cogieron los huesos más grandes. Y como murió con una herida en la cabeza y había dos cráneos con traumatismos, metieron los dos».
La pregunta que queda ahora es dónde están los restos del príncipe de Viana. Lo único que se puede saber -a falta de una posible investigación más extensa- es que estarán entre los huesos de 110 sujetos que permanecían desordenados en cajas en Poblet como consecuencia del expolio del siglo XIX.
¿Y se podrá verificar algún día la autenticidad del esqueleto de Jaume I? Las expectativas no son malas, porque el abad de Poblet, Josep Alegre, se mostró dispuesto ayer -a diferencia de lo dicho en otras ocasiones- a abrir el sepulcro y apoyar «todo lo que pueda enriquecer la vida cultural de España». No está cerrado a ello, aseguró, aunque «yo solo no me atrevo a decidir. Está el patronato», precisó. De este forman parte los gobiernos de Cataluña, Aragón, Baleares y la C. Valenciana.
La directora del equipo investigador, Mariona Ibars, agregó que sería necesario además algún patrocinio -así ha sucedido con el estudio del Príncipe de Viana- para poder dedicarse a Jaume I.
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