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El fin de la Historia contada a medias

Historiografía. Trece historiadoras, seis de ellas catedráticas, apuestan en un libro editado por las universidades de Valencia y Granada por «una Historia global» en la que el estudio de las relaciones de género entre hombres y mujeres, es decir la construcción cultural de la diferencia sexual, pase a formar parte de la «Historia en mayúsculas».

La Universitat (UV) acogió ayer la presentación del libro «Feminismos y antifeminismos. Culturas políticas e identidades de género en la España del siglo XX», una obra publicada por las universidades de Valencia y Granada que según la catedrática de Història Contemporània de la UV, Ana Aguado, supone «un punto de inflexión» en la historiografía española.
Aguado es, junto a la profesora Teresa María Ortega, de la Universidad de Granada, una de las dos editoras de esta monografía en la que 13 historiadoras, seis de ellas catedráticas, abordan el arte de escribir la Historia desde la perspectiva de las identidades de género, entendidas éstas como «la construcción cultural de la diferencia sexual» entre hombres y mujeres, apunta Aguado parafraseando a la historiadora norteamericana Joan Scott.
Aguado explica que a partir de esta obra «debe haber un cambio en la forma de afrontar el estudio de la historia política, social y cultural en España, donde cada vez más habrá que hablar de las relaciones de género, de las identidades y valores femeninos pero también masculinos».

«Sumar en vez de restar»
Añade que «frente al tópico de que la historia de las mujeres es un gueto, nuestro planteamiento de ver la Historia desde la perspectiva del género es todo lo contrario». «De lo que se trata es de «sumar en vez de restar, de hacer una Historia global», resalta.
La investigadora destaca que en la Universidad española «se ha avanzado mucho» en la incorporación de las relaciones de género como una variable más analizar en los estudios históricos, «pero aún se está lejos de la normalidad que se ve en el ámbito internacional». Esto se debe, según Aguado, a que todavía hay historiadores que consideran estos estudios «como una historia en minúsculas, pese a que son una historia tan importante como la del movimiento obrero o cualquier otra».
Aguado considera que cualquier estudio histórico, si no quiere quedarse con la mitad de la Historia, «tiene que contemplar la variable de género». «No se puede explicar -continúa- la historia de la construcción de la democracia sino se aborda el sufragio femenino, o la del movimiento obrero sino tienes en cuenta la mano de obra de la primera industrialización, que era básicamente femenina e infantil».

Desmontando tópicos
Ante una Historia pensada en masculino, estas historiadoras luchan por desmontar tópicos como el de la incorporación de la mujer al mundo del trabajo en el siglo XX. «La imagen que se da de la mujer como ama de casa es una visión de una minoría integrada por clases hegemónicas y medias, ya que las mujeres han trabajado siempre fuera de casa y ya estaban en las fábricas desde el siglo XIX», dice Aguado.
Así, detalla que en Elx, uno de los núcleos iniciales de la industrialización en la C. Valenciana, «desde muy pronto hubo sindicatos de mujeres, con cajas de resistencia» para hacer frente a huelgas, que no solo defendían reivindicaciones laborales y de clase, «sino también de género, como permisos de lactancia o de maternidad e incluso de respuestas colectivas ante el acoso de los patronos». Según la catedrática, cuestiones como estas son «escasamente visibles en la historia del mundo obrero, y sin esto no se puede entender la Historia».

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