La envergadura de las medidas adoptadas esta semana por José Luis Rodríguez Zapatero es más que notable. Se trata del mayor recorte del gasto social de la democracia española. Supone, además, un giro de 180 grados en la política de un presidente que se había comprometido a no hacer pagar la crisis a los trabajadores y que ha tenido que abjurar de sus principios para calmar a unos mercados histéricos. Un golpe de timón que ha puesto en pie de guerra a los sindicatos y que podría acarrear un importante coste electoral. Y, sin embargo, los expertos consultados advierten de que este tijeretazo no es más que el primer paso del vía crucis. Ahora queda lo más difícil, señalan. Acometer las reformas estructurales que tanto tiempo se han dejado aparcadas para impulsar el crecimiento. Si no se logra dinamizar la estancada economía española, habrá que pensar en nuevos ajustes. Porque las cuentas siguen sin cuadrar y los mercados ya dejaron claro el viernes que no se dan por satisfechos.
En su histórica comparecencia del miércoles ante el Congreso, Zapatero explicó que los desequilibrios «en nuestro caso se llaman 11,2% de déficit y 20% de paro». O si se prefiere en cifras absolutas, un ‘agujero’ fiscal de 117.000 millones de euros y 4,6 millones de desempleados. Pero el gran problema que subyace debajo de estos números no es otro que la incapacidad de la economía española para ser competitiva y volver a crecer, una vez agotado y colapsado el negocio inmobiliario en el que se ha apoyado en los últimos años. Sin actividad suficiente, no se crea empleo y no aumenta la recaudación impositiva, luego no se cierra la brecha entre ingresos y gastos.
Las medidas anunciadas por Zapatero, entre las que destacan la rebaja del 5% en el salario de los funcionarios y la congelación de las pensiones en 2011, suponen un ahorro de 15.000 millones de euros en dos años. Un enorme sacrificio, sin duda, pero que empequeñece si se tiene en cuenta que el déficit que se acumulará a lo largo de este ejercicio y el siguiente supera con creces los 200.000 millones de euros. Y en el cálculo ya se descuenta que, gracias a los esfuerzos que se van a realizar, el desequilibrio en las cuentas públicas se estrechará del 9,8% al 9,3% en 2010 y del 7,5% al 6,5% en 2011.
Prioridades
Estas previsiones se basan, además, en unos pronósticos de crecimiento un tanto optimistas si se comparan con los de la mayoría de organismos internacionales. El FMI, por ejemplo, considera que España no volverá a registrar tasas de expansión del 2%, el mínimo requerido para crear empleo, hasta 2016. El Gobierno, por su parte, estimaba un aumento del PIB del 1,8% para 2011, aunque ha reconocido que tendrá que revisarlo a la baja debido al impacto de los recortes anunciados. Y es que, según reconoció el viernes la ministra Elena Salgado en una entrevista, «las dificultades que han atravesado los mercados en las últimas dos semanas han inclinado la balanza, al menos a corto plazo, hacia la consolidación fiscal frente al crecimiento».
Es un reconocimiento de que los mercados mandan y establecen las prioridades en la política económica. El desplome bursátil de la semana pasada y las apuestas a la baja contra la deuda de los países periféricos, con España en el centro de la diana, obligaron al Eurogrupo a montar ese domingo el mayor plan de rescate de la historia con 750.000 millones de euros. También forzaron la intervención del BCE con compras directas de bonos. Asimismo, es su presión la que ha llevado a todos los países de la UE a lanzarse a una carrera para reducir su déficit. Lo más irónico es que la fuerte caída en la jornada de este viernes se atribuía, al menos en parte, al temor a que dichos planes para reequilibrar las cuentas públicas frenen la incipiente recuperación económica. Y es que está claro que los mercados son difíciles de satisfacer pero tienen el mando, porque si te retiran la financiación te vas al traste.
Por eso, los analistas consideran acertado que Zapatero haya cedido finalmente y recortado el gasto social para recuperar la credibilidad que había perdido ante los inversores. «Las medidas propuestas no son las mejores posibles. En particular, el recorte de la inversión en un 0,6% del PIB tiene consecuencias contractivas. Pero sirven, sobre todo, para recuperar la confianza en que el Gobierno quiere gobernar», explica Luis Garicano, profesor de la London School of Economics.
Ahora bien, añade, con esto no se acaba la tarea: «hay que empezar, de una vez, por la senda de las reformas estructurales; la prometida de las pensiones y, por supuesto, la laboral». No obstante, la negociación de ambas iniciativas se va a ver entorpecida por el malestar que ha suscitado entre los sindicatos el recorte de derechos sociales acometido por Zapatero.
Copago en la sanidad
En la misma línea, el Instituto de Estudios Económicos, dirigido por Juan Iranzo, cree necesario «elevar nuestro potencial de crecimiento con una reforma laboral adecuada, una mejora de la fiscalidad empresarial que favorezca la competitividad de las empresas, una reestructuración del sector financiero y, en la medida de lo posible, mantener los proyectos de inversión pública más urgentes y necesarios».
La apuesta de este organismo, siempre muy crítico con el Gobierno socialista, está muy alejada de la subida de impuestos de las rentas altas que piden los sindicatos y sectores de la izquierda. A su juicio, lo que hay que hacer es rebajar la presión fiscal a las empresas y, para compensarlo, meter la tijera en otras partidas del Estado de bienestar como la sanidad, introduciendo el copago para contener la demanda. Esta medida ya estaba encima de la mesa cuando se debatió cómo ahorrar 15.000 millones de euros, pero Zapatero la descartó y prefirió congelar las pensiones.
Por su parte, Santiago Carbó, catedrático de la Universidad de Granada y consultor de la Reserva Federal de Chicago, valora el «cambio de rumbo» imprimido por Zapatero, aunque echa de menos que los recortes al gasto social no viniesen acompañados de otras medidas como «una mayor racionalización de la Administración pública para evitar solapamientos, la reducción del número de asesores, la eliminación de algunos ministerios y la supresión de la panoplia de subvenciones existentes». A su juicio, tarde o temprano también «habrá que abordar una subida de impuestos» aunque, apostilla, hay que pensarla bien porque «eso de elevar la presión fiscal sobre las grandes fortunas suena muy bien, pero puede tener efectos no deseados como una fuga de capitales».
Pero no todos los economistas consideran adecuado el ajuste realizado por Zapatero. Carlos Berzosa, rector de la Universidad Complutense de Madrid, considera que el tijeretazo es «demasiado drástico» y que habría que reducir el déficit de una forma más gradual. «Se va a frenar todavía más el consumo con el recorte aplicado a funcionarios y pensionistas y, encima, se reduce la inversión pública», advierte. Más cerca de lo que piensan los sindicatos y los partidos de la izquierda, critica el sometimiento de la política económica a la dictadura de los mercados, sin que se tome ninguna medida contra los excesos de la banca, causante de la crisis internacional. «Yo soy funcionario y estoy dispuesto a que se me reduzca el salario porque tenemos que ser solidarios con los 4,6 millones de parados. Ahora bien, creo que el esfuerzo debería ser colectivo. ¿Por qué no se recupera el Impuesto sobre el Patrimonio? ¿Por qué no se gravan las SICAVs? ¿En qué han quedado las limitaciones que se iban a poner a los bonus de los banqueros? ¿Y la tasa a la banca?»
Especuladores
En un análisis más internacional, Lorenzo Dávila, jefe de investigación del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB), llega a la misma conclusión de que se ha terminado por dejar la política en manos de los mercados. Advierte de que los ataques especulativos contra la ‘zona euro’, auspiciados por La City y Wall Street, van a continuar porque hay una competencia feroz por colocar el sobreendeudamiento existente en el mercado y «al lobby anglosajón le interesa que el euro esté débil para tener más posibilidades de vender sus bonos». No hay que olvidar que tanto EE UU como el Reino Unido registran desequilibrios fiscales mayores, incluso, que los de España. Al final, vaticina, «esto va a acabar con el Estado de bienestar europeo».
Está claro que el diagnóstico y las recetas de los expertos no coinciden. Pero sí hay unanimidad en que si España se encuentra en una situación tan débil dentro de este complejo panorama internacional es por culpa del presidente del Gobierno, que no acometió las reformas adecuadas en su momento y se dedicó a despilfarrar los recursos que había. «Es cierto que los mercados son irracionales. Pero son necesarios para financiarse y Zapatero les ha dado la espalda durante años. Por no tomar las medidas adecuadas, ahora hay que aplicar ajustes traumáticos que pagan los más desfavorecidos», critica Felipe Serrano, catedrático de la Universidad del País Vasco.