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El yacimiento de la Motilla del Azuer podría ser visitable la próxima primavera

El yacimiento de la Motilla del Azuer, de Daimiel, una fortificación y un poblado de altura de la Edad del Bronce (2.200 a 1.350 a. C.), podría ser visitable la próxima primavera o a principios de verano, tras la conclusión de los trabajos de restauración, consolidación y puesta en valor aprobados en 2008 por la Comisión Mixta del 1% Cultural, con una subvención de 1,5 millones de euros aportados por los ministerios de Fomento y Cultura en un 75%, y por la Junta de Comunidades en un 25%. En noviembre iniciarán los trabajos de la tercera y última fase, consistentes en la restauración de la muralla más externa, de la zona sur-sureste, consolidar algunas estructuras del poblado y musealizar el yacimiento para que sea visitable. El presupuesto es de 500.000 euros.

La profesora de Prehistoria de la Universidad de Granada, Trinidad Nájera, codirectora del programa de investigación arqueológica de la Motilla junto al catedrático de Prehistoria Fernando Molina, confirmó dicha fecha al diario Lanza confiando en que se cumplan los plazos administrativos. Para Nájera, la Motilla del Azuer es un recurso turístico de primer orden, excepcional y avanzado para su época, con un volumen de edificación en distintas fases inexistente en otros yacimientos del Bronce de la península y con una fortificación de 22 metros de altura “que va a poner a Daimiel en el mapa de la prehistoria en Castilla-La Mancha”, afirmó la investigadora.

El Centro de Interpretación era otro de los objetivos de las administraciones y los expertos, que no se incluye en estos trabajos de restauración pero que la directora considera “imprescindible para el yacimiento, aunque ya se concretará con los trabajos que se inicien en noviembre”, apuntó.

“Parecía una isla”
Simultáneamente, el equipo de investigación de la Universidad de Granada trabaja en la campaña de excavación arqueológica que regularmente se viene haciendo desde 2001 financiada por la Junta de Comunidades.

Este año los trabajos comenzaron el 9 de agosto, no en julio como habitualmente, y se prolongarán hasta finales de noviembre. Las lluvias de invierno y la reducción de presupuesto ha modificado la cotidianeidad de dichas labores. A este respecto, Trinidad Nájera describió las consecuencias del agua caída en el yacimiento: “En diciembre, el yacimiento estaba totalmente encharcado, como una isla”. Algunas estructuras se han visto dañadas, comentaba Nájera, pero curiosamente las lluvias han beneficiado a la investigación, bastante avanzada, sobre el abandono del asentamiento en la época del Bronce tardío, hacia 1350 a.C., debido a un periodo de mayor humedad e inundaciones, “hemos comprobado con nuestros propios ojos cómo pudo ser la realidad de ese tiempo, hace más de 3.000 años”, dijo.

La adversa meteorología, pues, cambió el ‘domicilio’ de estos antiguos pobladores de la Mancha y de la actual rutina en la excavación, al tener que emplear más tiempo en reparar algunos daños estructurales en la fortificación.

 Estos pobladores ya se abastecían del agua del acuífero 23 con un pozo en el yacimiento, el más antiguo que se conoce en la zona. Con las lluvias ha recogido agua hasta situarse al nivel freático del acuífero; actualmente pueden quedar seis metros de agua.
A su vez, se está ultimando la labor en la excavación de los silos de grano y hornos en el espacio más externo de la fortificación, e intensificando los trabajos en las zonas del poblado extramuros y en la organización urbanística del mismo, además de haber excavado y documentado 64 sepulturas y las reconstrucciones paleorientales y paleoeconómicas del entorno, la humedad, el clima, el medio ambiente, la fauna, etc., con resultados más que interesantes.

Casi de sol a sol
Un equipo de unas treinta personas, los dos directores de la excavación, dos técnicos contratados por la Junta, 22 obreros aportados por la Administración regional y el Ayuntamiento de Daimiel, además de la colaboración de profesores, becarios y grupos de alumnos del departamento de Arqueología de la Universidad de Granada, trabajan a diario en la compleja y difícil labor de excavar y restaurar de forma simultánea y milimétrica, a la vez que van descubriendo nuevas costumbres en este poblado de hace 4.000 años y confirmando hipótesis científicas barajadas desde hace unos años. Se rigen por el horario solar, de 7,30 a 12,30 horas en las jornadas de plena canícula, y de 8 a 15 horas el resto; y por la tarde, análisis del equipo científico en el IES Virgen de las Cruces, de Daimiel.

En los estudios realizados, se comprueba que su actividad giraba en torno a los cereales y la ganadería, con almacenamiento del grano, fundamentalmente trigo panificable y cebada, además de guisantes, habas y chicharros, entre otros. Cabras, ovejas, caballos y vacas son los animales más representados, además de cerdos, bueyes, ciervos y perros “éstos últimos formaban parte de su dieta, como en otros yacimientos del Bronce”, explicó Nájera. Destacó especialmente la abundante actividad de recursos lácteos en la Motilla del Azuer, más que en ningún otro yacimiento excavado, “se han descubierto muchas queseras, lo que denota una producción muy importante de queso o requesón, no sabemos si de vaca u oveja”, observó la experta.

En cuanto a su organización social, Trinidad Nájera resaltó que eran unas sociedades muy complejas y evolucionada, con cometidos muy bien definidos para cada grupo, organizados a veces en familias y otros de forma jerárquica (el asentamiento estuvo ocupado durante mil años) que dispensaban un tratamiento especial a los niños y también a las mujeres de edad avanzada. En comparación con otras sociedades contemporáneas, las sepulturas de la Motilla del Azuer aparecen con poco ajuar, siendo frecuente la presencia de algún colgante en las niñas. Entre los individuos adultos, los científicos han constatado señales de violencia, en algunos casos extrema, “quizá por la lucha interpersonal en defensa del trigo y los recursos de la fortificación, pagándolo incluso con su vida”.

Los pobladores de la Motilla del Azuer son más altos y de mejor salud que otros contemporáneos del Bronce, pero han observado una elevada mortalidad infantil del 40%, debido a enfermedades y al esfuerzo físico. “Algunos individuos alcanzan el 1,80 metros de estatura pero los niños son más bajos de lo que cabría esperar”, indicó la directora de la excavación, que informó de que han solicitado un nuevo proyecto de I+D para ampliar los trabajos y buscar nuevas líneas de investigación.

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