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La célula del 11-M siguió una obsesiva dinámica de grupo

La célula del 11-M siguió una obsesiva dinámica de grupo
Expertos analizan las charlas, reuniones y paseos de los acusados.

Una dinámica de grupo obsesiva basada en una espiral constante de reuniones, paseos, charlas y excursiones fue determinante para convertir a varios jóvenes musulmanes residentes en Madrid en el comando terrorista que perpetró el 11-M, la mayor masacre en Europa tras la Segunda Guerra Mundial.

A esa conclusión llegan Javier Jordán, Fernando Mañas y Humberto Trujillo, investigadores universitarios de la Universidad de Granada expertos en terrorismo que han elaborado el informe Perfil sociocomportamental y estructura organizativa de la militancia yihadista en España .

A juicio de estos especialistas, que han estudiado con detalle los perfiles, biografí­as y declaraciones judiciales de los presuntos autores del 11-M, es básico analizar la dinámica de grupo para entender como gente aparentemente normal acaba cometiendo atentados espeluznantes.

ENCUENTROS DE 8 HORAS Una de las claves de esa radicalización es la relación asfixiante entre los radicales de la célula. Los miembros de la red del 11-M mantení­an una relación casi cotidiana con los otros integrantes del grupo, destacan los tres expertos en su informe. Los documentos judiciales refieren multitud de ejemplos de llamadas telefónicas, encuentros en mezquitas, paseos por la ciudad, reuniones en pisos, excursiones, etc, que evidencian la amistad y el contacto frecuente entre unos y otros.

La relación era extremadamente intensa. A veces -explica el informe- las reuniones eran interminables. Un confidente de la policí­a habla de sesiones que se prolongaron durante ocho horas. Por su parte, la mujer de un testigo protegido también se refiere a reuniones diarias que ocupaban de cinco de la tarde a nueve y media de la noche.

En esos encuentros, los miembros de la red consultaban textos yihadistas de ideólogos clásicos como Ibn Taymiyya y Sayid Qutb y otros contemporáneos como Abú Qatada, Osama Bin Laden y Mohamed Fizazi. Sus discursos podí­an leerlos o escucharlos en cassetes, que solí­an poner durante los trayectos en coche.

Además, visionaban ví­deos, muchos de ellos descargados de internet, con imágenes de atrocidades cometidas contra musulmanes en Chechenia e Irak.
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