Del culto a Bob Marley, a Ben Laden
En el barrio de Príncipe Alfonso de Ceuta residen 15.000 personas, todas ellas musulmanas – Los jóvenes que vivieron los años 90 «al límite» gracias al narcotráfico son ahora, sin empleo, objetivo prioritario de los reclutadores yihadistas
Gonzalo Testa
Imagen de la barriada del Príncipe Alfonso, una de las más conflictivas de Ceuta
CEUTA- La barriada del Príncipe Alfonso, la más cercana al perímetro fronterizo que separa Ceuta de Marruecos, la más populosa de la ciudad con sus cerca de 15.000 habitantes -todos ellos musulmanes-, atrae de forma cíclica y casi siempre negativa la atención del resto de España hacia la ciudad autónoma. El pasado lunes llegó hasta las portadas de la prensa nacional e internacional, pero hace apenas tres meses fue el asesinato de una niña, Suhaila, a manos del amante de su madre, la que puso al barrio en los titulares. Antes del verano fue por una ola de incendios intencionados que incluyeron varios coches y dependencias de la Policía Local; más atrás aún, por el asesinato de un joven dirigente local de IU a manos de un adolescente al que había reprochado el robo de un teléfono móvil; cada dos por tres, por la incautación de drogas y armas.
«El Príncipe es, sin duda, un gueto». Así lo cree el profesor de Ciencia Política y de la Administración Javier Jordán, que el pasado 22 de noviembre alumbró un informe profético sobre la barriada en el que, junto a su compañero de la Universidad de Granada Humberto Trujillo y bajo el título «Entornos favorables al reclutamiento yihadista: el barrio del Príncipe Alfonso», ponía sobre la mesa sin los tapujos habituales la peligrosa deriva que se vive allí.
El suyo fue el último eslabón de la cadena de sospechas sobre el asentamiento de individuos primero y grupúsculos después de fundamentalistas islámicos. «Hace seis años», explica un miembro de la Comandancia General militar de Ceuta, «que el radicalismo islámico desplazó a la ultraderecha de las preocupaciones prioritarias de asuntos internos del Ejército».
Primeros atentados salafistas
Para Trujillo y Jordán, la quema de dos pequeñas ermitas en los últimos meses, «más que una simple gamberrada o una agresión islamófoba, podría ser considerada como una acción violenta salafista». Ambos profesores consideran que las frecuentes emboscadas que sufre la Policía Local en el entorno del Príncipe pueden atribuirse a «individuos de inspiración salafista».
La «Operación Duna», ordenada por el juez Garzón y ejecutada el pasado lunes con un impresionante despliegue de más de 300 policías llegados específicamente desde la península, es el punto de inflexión definitivo para saber si los once detenidos por su presunta vinculación a una célula de la «Salafia Yihadia» ligada al Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM, al que se atribuye el atentado contra la Casa de España en Casablanca y el 11-M) se hallaban o no en condiciones de realizar una acción violenta.
En Ceuta, hablar de la comunidad musulmana o del radicalismo islámico lleva inmediatamente a hablar del Príncipe, probablemente el barrio más joven de España, un hervidero de vida día y noche al que, paradójicamente en una ciudad con sólo 20 kilómetros de superficie, no han subido nunca muchos ceutíes de la comunidad cristiana. A diferencia de la Cañada de la Muerte, su «homólogo» melillense, en el Príncipe sólo viven musulmanes desde que en los ochenta alrededor de 10.000 ceutíes de origen marroquí obtuvieron la nacionalidad española y comenzaron a levantar sus casas al calor del pujante negocio del tráfico de hachís e inmigrantes ilegales.
A día de hoy, sólo dos o tres vecinos tienen todos los títulos de propiedad de sus casas, apiñadas alrededor de minúsculas calles por las que los autobuses apenas pueden transitar, sin alcantarillado, con graves problemas de suministro de agua y unas tasas de paro y fracaso escolar desconocidas en el resto de España desde hace más de medio siglo. «Sería una irresponsabilidad y una frivolidad sostener que de la necesidad o de la exclusión social sale el terrorismo», opina el delegado del Gobierno en Ceuta, Jenaro García, quien admite, sin embargo, que «indudablemente, uno de los factores que abona la radicalización es la sensación de exclusión social».
Tras la «Operación Duna», el presidente de la Ciudad, Juan Vivas, volvió a pedir al Estado «más ayuda» para el Príncipe, barriada para la que se preparó en 2002 un Plan Especial de rehabilitación que ni se ha puesto en marcha ni hay perspectivas de que se ponga a corto plazo. Mientras tanto, miles de jóvenes coquetean a diario con el aburrimiento del desempleado que no tiene otra perspectiva más allá de ser contratado durante nueve meses para trabajar en los Planes de Empleo de las Administraciones.
Figura carismática
Quienes conocen las callejuelas del Príncipe desde que nacieron dicen que en Ben Laden, como figura carismática del radicalismo islámico de carácter violento, han encontrado un asidero al que agarrarse cuando, tras años viviendo al límite gracias en buena medida al dinero del narcotráfico y el tráfico de personas, se han encontrado a la intemperie del paro, la delincuencia, la marginalidad y el abandono de las instituciones.
«Muchos de esos jóvenes que hoy se afeitan y visten ‘a lo salafista’, o como quieran denominarse, han pasado en diez años de adorar a Bob Marley en sus coches de último modelo a adorar a Bin Laden sin saber realmente lo que dicen y a dónde pueden llevarles sus palabras», interpretan portavoces autorizados de la comunidad musulmana ceutí amparados en el anonimato.
Curiosamente, la de Atawba, la mezquita que frecuentó durante un tiempo un imam marroquí educado en Arabia Saudí y con orden de busca y captura en el país vecino, a la que acudían buena parte de los detenidos el pasado lunes, se llenó de jóvenes cuando «torció su rumbo».