Los viejos taxistas sevillanos, que son un subgremio entrañable pero con fama de misógino, acostumbran a llevar en el salpicadero una imagen de la Virgen del Rocío con la siguiente leyenda: «Yo conduzco, ella me guía». Algún malpensado podría interpretar que ni siquiera a la Madre de Dios apean estos tipos del asiento del copiloto. Lo cierto es que hasta hace pocas décadas todo hombre llegaba al volante con un catecismo bien explícito, resumido en dos puntos: los ingleses manejan por la izquierda y la mujer al volante «es un peligro constante». El machismo imperante las quería lentas, distraídas e inseguras. Es indudable que el coche ha sido, desde el principio, el «juguetito» de ellos, pero, ¡atención!, las mujeres vienen pisando el acelerador. No sólo se ha registrado un ascenso sostenido en su incorporación a la conducción –exactamente, un 50% de aumento de nuevas conductoras en la última década–, sino que, además, han cogido confianza a los mandos. «A pesar de lo que piensan muchas personas, nosotras también sabemos «sentir» el coche que llevamos y disfrutar de él». Lo dice Arancha Pato, directora de «Motorlife Magazine».
No es nada infrecuente ya ver a féminas en potentes berlinas o al volante de un cuatro por cuatro, rompiendo el tópica de los turismos achaparrados que, en la puja familiar, les caían en suerte. En algunos casos, esta mayor confianza deriva en un aumento de la temeridad. La mujer, aunque aún en un pequeño porcentaje, está adoptando pautas de conducción más agresiva, en sintonía con las que tradicionalmente se achacan al hombre y sus índices de siniestralidad han subido. Investigadores de la Universidad de Granada mantienen en un estudio en el International Journal of Psychological Research que se ha detectado un «preocupante crecimiento del número de mujeres que sufren accidentes» pese a que «la agresividad femenina al volante tiende a pasar desapercibida; sólo se muestra de forma sutil». Para Arancha Pato, «estamos más crispadas en todos los ámbitos de nuestra vida». Mario Arnaldo, presidente de AEA, lo circunscribe especialmente al ámbito anglosajón. «Las estadísticas muestran una sobrerepresentación de los conductores masculinos en los accidentes mortales de tráfico», concluye el informe universitario.
Evidentemente, ellos siguen siendo los «gallitos del corral», y eso tiene un reflejo nefasto en las estadísticas. Lideran sin discusión, por encima del 90% los accidentes de tráfico y la pérdida de puntos. ¿Significa esto que las mujeres conducen mejor? A la luz del cumplimiento de las normas, sí. En cuanto a las habilidades puras y duras, la cuestión no está tan clara. El punto de partida es bien distinto: ellas, cerebrales y metódicas, se lucen en el teórico, mientras que los novatos –curtidos en el Scalextrix de la infancia y los pinitos «piratas» en el coche de papá– descollan en el práctico. Ya al volante…, «los hombres realizan las tareas visuoespaciales mejor, como el sentido de la orientación, mirar mapas, etc…; las mujeres tienen mejor memoria espacial y habilidad verbal, identifican mejor la falta de objetos o pueden mantener varias conversaciones a la vez», explica Arnaldo. Eso sí, tanto él como la directora de «Motorlife» coinciden en que la conducción del hombres es más «agresiva», algo que en los menores de 30 años alcanza niveles casi patológicos.
A por el carné a Cuenca
¿Pagará más por su matrícula Ana de Armas que Jon Kortajarena (en la imagen)? Si hubieran cursado el práctico en Zaragoza, donde han denunciado a autoescuelas sexistas en los precios, quizás… En Cuenca es otra historia. ¿Qué lleva a los famosos a tan apartada ciudad? ¿La fama del «carné exprés» o las casas colgadas?
A FAVOR
por Alfonso Merlos
Precaución… ma non troppo
Lo siento. Tengo que decirlo. Un carril de aceleración no es un carril de deceleración; ante una glorieta desértica no es necesario parar el coche en seco; el intermitente no hay que darlo veinte segundos antes de hacer un desplazamiento lateral; en autovía o autopista no es imprescindible rayar el límite de velocidad mínimo; y para aparcar un utilitario no hace falta una plaza de toros. ¡Es que me ponen de los nervios! No a este modesto periodista. Muchos de los hábitos de conducción de las mujeres ponen de los nervios… ¡a las mujeres! A unas cuantas que me lo han contado y que se han desahogado. Por no hablar de la prueba del algodón: al volante, el coche delantero amaga, titubea, no se define: «¡¿Qué piensa hacer?!». Y al volante uno piensa: «Mujer o abuelo».Y cuando mira de reojo al rebasar a ese vehículo… ¡no falla una!
EN CONTRA
por Rosetta Forner
No me toques el pito, que me irrito
A l volante ellos suelen picarse con una de pipas y van haciendo carreras a ver quién tiene las ruedas más redondas, compiten en la carretera lo que no saben defender en otro terreno. Antaño, las mujeres eran educadas, prudentes y sensatas al volante. Ahora, muchas se aflojaron las tuercas de la diadema tornándose damiselas y van por ahí echando humo, vociferando cual carretero, repartiendo exabruptos tratando de compensar al volante su complejo de inferioridad, tal como hacen los machistas resentidos, o sea, les imitan en lo malo. Las mujeres-reinas, al llevar las riendas emocionales de sus vidas, conducen de maravilla, pues el conducir es una prolongación metafórica del cómo nos manejamos en la vida y en el terreno psicológico. Si te estresas, no conduzcas. Lo importante es llegar «enteros» a nuestro destino, no medirse los «caballos» con todo el que se cruce en nuestro camino.