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Ser padres en Almanjáyar

– Ser padres en Almanjáyar

Talleres para tratar a los hijos, para comunicarse con ellos. Es lo que organiza desde hace dos años Juan Carlos Carrión en la parroquia de Jesús Obrero, en pleno Almanjáyar.

“¿Por qué nos queremos tanto?”, le preguntó un niño a Juan Carlos Carrión, el ciudadano protagonista de esta historia, una tarde de verano en uno talleres de informática que este párroco de Jesús Obrero, en Almanjáyar, organiza para que los niños del barrio ocupen sus horas y aprendan a ser mejores. El niño había estado expuesto a electrocutarse por andar mojado y en bañador entre los cables de los ordenadores.

Le pidió que se secara, que se pusiera una camiseta y que entonces siguiera en el ordenador. Cuando ya estaba a lo suyo, le espetó la cuestión. Carrión se congratuló de que lo que él entiende como la divinidad de cada ser humano se apareciera en aquel instante pero además supo que quedaba mucho por hacer, por ir introduciendo el respeto a los demás por entre todos los rincones de la tan maltratada zona Norte de la capital.

Él era párroco en la Alpujarra y renunció a una vida más tranquila para pedir el traslado a la zona Norte de la capital. Allí montó la asociación Almanjáyar en Familia (Alfa) con la que tiene ocupados a niños de todas las edades todas las tardes, entre ordenadores, talleres de teatro y aula de deberes. “Si se les dan las herramientas, traen notables”, dice orgulloso y convencido de la inteligencia de los chavales. “Entre los cinco y los diez años, nos jugamos el tipo con ellos”, mantiene con más convicción.

Pero no vale con “entretenerlos”, ni siquiera con darles esas herramientas que nacen del afán por un barrio, por un mundo mejor. Hay que ir más allá. Y ese más allá son los padres, son cada casa donde pasan sus horas y sus vidas estos niños. Los talleres con padres surgieron hace dos años. Cada miércoles en la parroquia de Jesús Obrero, a las cinco de la tarde, se cuentan cuentos para padres.

Con ellos, el programa ‘Cucú´ trata de dar herramientas a los que mandan en las familias para que el aprendizaje de los niños no caiga en saco roto. Empezaron con ocho padres de niños de menos de cinco años y ahí siguen, más o menos en el mismo número, con unos diez padres ya también de niños mayores. “Los carteles no funcionan en estos casos sino el boca a boca”.

Los padres, sobre todo las madres que siguen siendo las más implicadas en las cosas de casa, tienen que convencer a otras para que se vayan apuntando. Es una revolución invisible la que se comanda desde aquí, y tiene una manera de entender el barrio muy activa, y de ser conscientes de que éste comienza por la familia. Por eso, Carrión trata de hablar trimestralmente con los padres de los niños que van por la parroquia, algunos con problemas afectivos y sociales importantes. Y a veces se enganchan desde esas charlas al programa ‘Cucú´.

El cuento funciona aquí como un analgésico que cura a las dos partes, que calma a los padres que muchas veces necesitan algo tan básico como “desahogarse”, y a los niños que encuentran en sus casas claves y diálogos que ya han ensayado en las dependencias que Juan Carlos Carrión tiene habilitadas en la parroquia, en el marco del proyecto Alfa. Además, crean sus propias historias como si se dieran la oportunidad de recrear su propia historia en un barrio con problemas en la calle que no son fáciles de sobrellevar.

En Navidad, unos padres representaron en el colegio Almanjáyar el cuento que habían escrito sobre la solidaridad. En él, los Reyes Magos se presentaban con un regalo particular para el niño: le pedían que fuera “más solidario”. El niño en la obra era su hijo. ¿No es injusto que unos padres pidan a un niño algo que quizá ellos no supieron ejercer? Carrión es optimista y dice que de injusticia nada. Que cuando los padres lanzan este mensaje es en el momento que ellos ya han asumido que esta petición bien vaentendida pasa por ejercerla, antes que nada, uno mismo con los demás.

Mucho por hacer. Es el lema que pareciera guiar toda la labor social de Carrión. Vio hace poco cómo un niño se fumaba un porro al filo de la medianoche en la calle. Era un grupo de menores bastante extenso. El chaval escondió la droga cuando vio aparecer al organizador de los talleres en los que a veces participa. Y Carrión pensó que hay que seguir trabajando.

Sin descanso. Sufrió pensando lo que habrá en su casa para llegar a ese extremo. Tan niño, en la calle, y con droga. Está más extendido el problema de lo que parece. Él lo sabe pero no deja de sorprenderse. Ve en los demás el sufrimiento que ni siquiera ellos pueden pensar que soportan. Va convenciendo con su mensaje a propios y extraños.

El programa ‘Cucú´ se ve complementado ahora, los lunes, también a esa hora mágica de las cinco de la tarde, con otro financiado por el Cicode (Centro de Iniciativas de Cooperación al Desarrollo de la UGR), en colaboración con Psicología. “Ana y Raquel”, personaliza Carrión cuando habla de los técnicos que llevan este taller que comenzó hace poco y contendrá ocho sesiones.

Con técnicas de comunicación y habilidades para hablar en casa y afrontar, así, problemas que se pueden solucionar mejor con un poco de cultura para aprender del otro, que es el hijo o la hija. Padres, alguna abuela, de diferentes razas, con diferentes procedencias. Los talleres son ellos porque ellos son el futuro de Almanjáyar.
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