Oro universitario
Un hoy magnífico Crucero que uno de los tres galardonados, el profesor doctor Eduardo Barea, había atravesado cientos de veces entre operarios, cemento y ladrillos durante su restauración, hace ya unos cuantos lustros, allá por los tiempos de Antonio Gallego Morell. “¡Quién me iba a decir a mí que al cabo de los años estaría ante ustedes, en este mismo Crucero, agradeciendo la concesión de este preciado galardón universitario¡”, recordó al tomar la palabra.
Al profesor Barea le acompañaban ayer, en el alto honor de recibir cada uno de ellos la Medalla de Oro de la Universidad de Granada, la profesora doctora Purificación Fenoll, Defensora de la Universidad y una eminencia en materia de ciencias, y el profesor doctor David Aguilar, antecesor en el cargo del rector actual, Francisco González Lodeiro.
Los tres profesores, muy queridos y muy de la casa. Así que el toque exótico lo pusieron las Menciones de Honor al teniente general Bretón y a la Universidad Estatal Lingüística de Moscú. La primera, que lógicamente llenó de uniformes el auditorio primero, y el soleado Patio de los Mármoles después –el general tiene últimamente a los suyos de fiesta en fiesta–, viene a cargar aún más, si cabe, la enorme lista de galardones y recuerdos recolectados por el saliente jefe del Madoc, que no sé dónde va a meter tanta medalla cuando vuelva a su casa de Madrid.
La segunda mención la recogió la propia rectora de la universidad moscovita, Irina Khaleeva, en realidad, casi tan de la casa como cualquiera de los mencionados. Aparte del antiguo convenio que une a las universidades granadina y moscovita desde el mandato de Pascual Rivas, cuentan que la rectora lleva incluida a Granada en su particular historia personal. Un viaje realizado a España junto al entonces vicerrector de la Universidad de Moscú, iniciado por ambos como colegas, terminó meses después en boda. ¿Tendría algo que ver el embrujo de Graná?
Sea como fuere, el nombre del esposo de Irina, ya fallecido, fue pronunciado durante los discursos de ayer de manera más que emotiva. Pero esta vez la rectora Irina Khaleeva acudió a Granada escoltada por el embajador ruso, Alexander Kuznetsov, con el que atendió las numerosas felicitaciones que recibió durante el aperitivo posterior servido al sol. Exactamente lo mismo que hicieron el resto de los distinguidos premiados, ampliamente aplaudidos por sus colegas. Porque como dijo el profesor David Aguilar durante su discurso de agradecimiento, “aunque parezca mentira se puede ser compañero de departamento y amigo”.
Por lo demás, pongan ustedes unos trescientos asistentes e invitados dando calor al acto con su presencia, más los componentes del coro que nos cantó el Gaudeamus Igitur, que por mucho que suene, siempre suena bonito. El Consejo de Gobierno de gala y birrete –y coleta bajo birrete, que queda estupendamente, como demuestra el profesor Gabriel Cardenete– y el resto de calle.
Me tomé un refresquillo con la directora del Carmen de la Victoria, Antón Reyes –donde tienen la suerte de pernoctar la rectora y el embajador, cara a la Alhambra–, con Raúl Alcover, que andaba recordando viejos tiempos con su antiguo profesor, José María Quintana, hombre de magníficas y constantes buenas ideas, y con el profesor Paco Sánchez Montes, portavoz del gobierno universitario y responsable de comunicación, una labor que desempeña divinamente.
Desde siempre. Incluso antes de hacerlo oficialmente. Saludé a Virtudes Molina, que me invitó al concierto que ofrecía Elena Bugedo, anoche en el Aliatar, y a Juan Montabes, presidente del Consejo Audiovisual de Andalucía, que me parece a mí que pasea una sonrisa más feliz desde que se quitó de los menesteres consistoriales y se volvió a lo suyo.
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