´Niñas de hojalata´
Tiene trece años y ya ha perdido la cuenta de los hombres que han pasado por su cama. Ni siquiera sabe cuál de ellos le contagió el Sida. La primera vez que la violaron supo que ya estaba sucia, que había perdido todo su valor y que, para lo único que serviría, a partir de ese momento, sería para ejercer la prostitución. Ahora siente asco y desconfianza. Odia al género masculino en general y, en particular, a su hermano, alguien de quien se fiaba y que, luego, la vendió. La trata de seres humanos es el tercer negocio criminal más lucrativo a nivel mundial, sólo superado por el tráfico de drogas y el de armas.
La organización no gubernamental Save the Children, organiza, desde ayer y hasta hoy, unas jornadas sobre trata de niños, niñas y adolescentes en la Facultad de Sociología de la Universidad de Granada. Más de un centenar de estudiantes acudieron ayer a la charla que Fanny Curet, técnico de Promoción y Protección de los Derechos de la infancia, en la citada ONG, impartió con el objetivo de «dar a conocer la cruda realidad».
Los rostros de los jóvenes, que un futuro se dedicarán a intentar solucionar problemáticas similares, contagiaban impotencia, indignación y tristeza. Durante toda la mañana escucharon como Curet les explicaba las penosas situaciones en las que niños y niñas más pequeños que ellos viven en su día a día.
«Mientras que en un país la gente muere de hambre, en otro estamos tirando comida», exponía la técnico de Save de Children. Si ya sus comentarios herían la sensibilidad de cualquiera de los asistentes, el documental que proyectó, ´Niñas de hojalata´, de Miguel Bardem, ilustraba, de una forma tan cruel como realista, cada una de las palabras que pronunciaba.
«Cada año 12.000 niñas nepalíes son enviadas a trabajar en burdeles de toda India». Así iniciaba una intervención que dejó huella en el alma y la conciencia de todos los que pudieron oírla. «Muchas de ellas tienen trece años, y el resto, no alcanza la mayoría de edad», añadió.
Anfitriones de víctimas. Las historias y los testimonios de algunas de las víctimas que aparecían en la filmación, se centraban en las diferentes variantes de explotación sexual que se llevan a cabo, en India con miles de pequeñas procedentes de Nepal. «En Granada no es fácil encontrar casos similares, pero es que existen múltiples formas de trata», aseguraba Fanny.
«España es un país de tránsito». Según datos recientes de la Guardia Civil, un 89,92% de los menores damnificados por la explotación que llegan a la Península provienen de Europa del Este (Rumania, Ucrania, Bulgaria, Rusia) y son obligados a ejercer prostitución y mendicidad. Un 3,89 % son africanos (Guinea, Marruecos, Nigeria) y los utilizan como esclavos, para el trabajo en el servicio doméstico o para matrimonios forzosos. Un 2,95% son de origen suramericano (Colombia, Brasil, Ecuador) y un 0,87% de Asia (China), la trata de ambos suele ser en forma de explotación sexual.
«Lo que debemos tener muy claro, es que ninguno de ellos está aquí por que quiere, ni le gusta lo que hace», afirmaba la portavoz de Save the Children. En ´Niñas de hojalata´ aparecían varios voluntarios, de diferentes países, que usaban su profesión para ayudar a muchas de las víctimas. Estos testimonios removieron las entrañas de los allí presentes.
Reacciones. Al final de la charla, Fanny Curet, abrió un turno de preguntas. «¿Es que los gobiernos de los países donde pasan estas cosas no hacen nada?», cuestionaba una joven irritada.
«Desgraciadamente, no hacen mucho», respondía la responsable y continuaba, «lo más difícil no es sólo que no hagan nada, si no que, además, en muchas naciones, ni si quiera dejan a las ONGs que actúen. No paran de ponernos obstáculos».
Llegó un momento en que todos los estudiantes se plantearon el mismo enigma: «¿Qué podemos hacer?».
«Algo sencillo y al alcance de todos es informarnos de cómo es la realidad, por ejemplo, viendo el documental que hoy hemos proyectado», indicaba Curet. «Una vez que la conocemos, hay que difundirla y concienciar a tanta gente como podamos de la importancia que tiene un problema así», y argumentó, «es tan fácil como organizar una reunión en nuestra casa, con amigos y familiares, y poner las imágenes que acabamos de ver».
Eran las dos de la tarde y el aula se quedaba vacía. Todos, excepto un par de muchachas, se habían marchado con expresión pensativa y preocupada. Las dos jóvenes que se quedaron no se conformaban con meditar y asimilar aquellas desagradables historias que habían agujereado sus conciencias. «Fanny, ¿puedes ponernos en contacto con Save de Children? Queremos ser voluntarias en Nepal», dijeron convencidas.
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