Letra turbia, ideas claras
Un río de jóvenes porteadores inunda, como cada año por estas fechas, los paseíllos de Fuentenueva. En las bolsas publicitarias con las que las instituciones públicas y privadas les dan la bienvenida al mundo universitario almacenan –sin reparar en el exceso– más material de papelería del que seguramente podrán utilizar en todo el curso. Bolígrafos, agendas, carpetas, bolsas y lápices de memoria se agolpan sin orden en el interior de los pequeños sacos de papel reciclable. Varios estudiantes muestran sin pudor la orgía de libretas. Entre tanto bloc, un elemento discordante. Se trata de una pequeña revista que cierra la última página de su primer número con una cita de Aristóteles: «El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona».
Quizás demasiada profundidad para el momento, pero en todo caso una frase que resume a la perfección el espíritu con el que se puso en marcha hace unos meses la asociación cultural Letra Turbia, un colectivo que nace con la clara vocación de servir de instrumento real y efectivo a la libertad creativa y artística –pese a quien pese y caiga quien caiga–, a través de una propuesta original y fresca, que no duda en servirse para lograr sus objetivos de todos los medios de expresión a su alcance, desde la escritura, al teatro, la música, la fotografía o la ilustración y la pintura.
Juanma García, Samuel Timón, Cécile Poirier y Samuel Johnson, entre otros, formalizaron junto a Armando Soriano –presidente– el proyecto, tras muchas noches de charla en la barra de La Muralla, un garito del Camino de Ronda venido a menos en los últimos años y que recobró el lustre de días pasados gracias a las propuestas culturales –en muchos casos rompedoras– de un colectivo en el que cualquiera que tenga «algo que contar» puede encontrar su sitio.
«Nuestro fin es ofrecer a cualquier persona de la calle la posibilidad de dar rienda suelta a sus inquietudes creativas, sin ningún tipo de cortapisa, de límite o merma. Que cuente lo que quiera y como quiera», aseguran los promotores de la iniciativa, que lamentan «las enormes trabas» que impiden este fin en los formatos convencionales, «que cuentan con multitud de filtros y que obligan a pasar por unos estándares muy estrictos a todo el que quiera utilizarlos como canales para exponer sus ideas».
En Letra Turbia no hay temas tabúes, asuntos espinosos o consideraciones políticamente incorrectas. En las páginas que llenan los escritos que canaliza la asociación aparecen reflexiones sobre las maldades de la televisión, la publicidad y sus excesos, la democracia y sus trucos, el erotismo y el sexo, etc.
Tampoco fórmulas vetadas. Las pequeñas publicaciones que ya tienen en la calle dan fe de ello. «Se pueden abordar cualquier aspecto de la realidad. Se hace a través de la opinión, el ensayo, el relato, la poesía, la pintura o la ilustración. No hay limitaciones a la libertad de expresión. Tan sólo las que se imponga el autor, nada más», explica Juanma García. Como sus compañeros, no esconde que, en parte, la sociedad no está del todo preparada para admitir un enfoque tan fuera de los cánones y convencionalismos: «No insultamos. Es cierto que puede haber gente que lo tome como algo personal, pero es un problema de la persona, no nuestro».
Sin intereses. La mayoría de los proyectos del joven colectivo, cuyo epicentro radica en la facultad de Letras de la Universidad de Granada, donde estudian sus socios fundadores, salen adelante tan sólo gracias al empeño de los miembros más activos del grupo. «Somos una asociación sin ánimo de lucro. Afrontamos el coste de las publicaciones –revista, plaqués y ´litterat´s´ con poemas– como podemos, buscando financiación puntual, pero sin ninguna institución que nos subvencione. Nos ayuda a ser más libres», añaden. Esta es, sin duda, la clave de su humilde triunfo, un éxito que consideran cumplido cada vez que reciben la gratitud de ese individuo anónimo –»invisible», le llaman– que ve cumplido el sueño de ver trasladada su idea, en forma de opinión, relato, ilustración o poema, al papel.
A veces, según cuentan, se trata simplemente de darle la opción a una persona de subirse al escenario para recitar, tocar su música o representar una modesta obra de teatro. Pequeñas acciones creativas con mucho valor para el que las protagoniza. Igual que para los miembros que integran la comunidad, que se enriquece con cada uno de estos trabajos. «En contra de lo que pueda pensarse, en la calle hay muchas ideas y talento. Lo único que se necesita es el vehículo para hacerlo circular, para que todo este torrente fluya», explica Celeste, quien destaca la importancia de la comunicación, un valor que «paradójicamente, se está perdiendo en esta sociedad teóricamente tan avanzada».
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