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La memoria recupera tres fusilados

La memoria recupera tres fusilados

Las familias de los tres fusilados autorizan al Departamento de Antropología de la Universidad para que profundice en la investigación al objeto de confirmar sus identidades.

Un equipo de arqueólogos y antropólogos de la Universidad de Granada culminó ayer los trabajos de exhumación de tres vecinos de Beas -a la espera de confirmar con análisis de laboratorio la identidad definitiva de los restos hallados en una fosa común- que murieron a tiros de la Guardia Civil en 1947, en un confuso episodio de la posguerra granadina que la causa militar instruida encubrió como un intercambio de disparos. Las familias, sin embargo, entienden que fue un fusilamiento sumario.

La apertura de la fosa se desarrolló durante tres jornadas de trabajo desde el pasado jueves, después de que el Ayuntamiento de Diezma, gobernado por el PP, concediese el permiso para abrir la fosa dentro de los límites del cementerio municipal. La autorización, tramitada por el historiador e investigador de la Guerra Civil Francisco González Arroyo, ha permitido localizar restos óseos de varias personas, algunos de los cuales podrían pertenecer a Francisco León Cobos ´El Peroles´, Manuel Rodríguez Lezama ´El Morro´ y su hijo Manuel Rodríguez Osorio, los tres represaliados por el régimen franquista a los que se les acusó de un falso secuestro para luego acribillarlos en un paraje conocido como el Cortijo de Rías.

En realidad, las labores de excavación dirigidas por el arqueólogo Francisco Carrión y el antropólogo Miguel Botella, han permitido sacar a la superficie restos óseos de varias personas que fueron enterradas en una fosa común sin lápida y que, lejos de ser un osario, se había convertido en una especie de vertedero de huesos sin nombres y apellidos. Tanto es así que fue necesario exhumar, con extraordinario mimo y meticulosidad, los cuerpos de dos personas sin identificación alguna, enterradas en sus correspondientes ataúdes y cuyos cuerpos han sido trasladados para su estudio al Departamento de Antropología.

Allí también han ido a parar los restos incompletos de otras personas que, a falta de un análisis antropológico más exhaustivo, pueden pertenecer a los tres represaliados que se buscaban, teniendo en cuenta que dichos huesos -cráneos, tibias y fémur- se corresponden a las edades que tenían ellos en el momento de su muerte, en torno a 20, 45 y 60 años.

El camino hasta el hallazgo de los huesos no resultó sencillo pese a que en el expediente militar -el procedimiento sumarísimo 692-, se detallaban las coordenadas exactas del lugar donde fueron enterrados los tres vecinos de Beas: a tres metros de profundidad en la fosa número 3 de la hilera quinta del primer patio del cementerio. Prácticamente a ese nivel, a unos dos metros y medio, se hallaron los huesos que buscaban y que, según la hipótesis de los técnicos que han participado en la exhumación, fueron apilados en un rincón, debajo de los ataúdes, muy posiblemente por las personas que enterraron años después a las dos personas en sus correspondientes cajas.

Al haber estado mezclados con restos de otras personas, los científicos descartaron ayer la posibilidad de practicar análisis de ADN fiables, por lo que confían en que sirva para su identificación el estudio tridimensional, a partir de fotografías de los fusilados, que se realizará en los próximos días en los laboratorios de Antropología.

Los familiares de los tres represaliados, que han seguido el meticuloso trabajo de exhumación de los técnicos, autorizaron ayer a los responsables del Departamento de Antropología el traslado de los huesos para su análisis. Los familiares, que agradecieron la labor de los técnicos, todavía no han decidido qué hacer con los restos óseos en caso de que se confirmen sus identidades. De hecho, barajan la posibilidad de darles sepultura en la misma fosa de la que ayer fueron desenterrados por entender que allí han permanecido juntos casi 62 años, el tiempo transcurrido desde que un día de julio de 1947 fueran asesinados.
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