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La esencia de Antonio Machado

La esencia de Antonio Machado

Antonio Machado es ese poeta al que más que volver, el profesor de la Universidad de Granada Emilio García Wiedemann no ha abandonado nunca, y en concreto, de Machado, le ha interesado especialmente un libro, ´Proverbios y cantares´, sobre el que hasta la fecha había publicado algunos trabajos y al que ahora dedica un extenso estudio que pasa por casi todos los aspectos que se pueden abordar sobre unos textos de cuya aparición -los primeros proverbios y cantares- se cumple ahora el primer centenario.

Los proverbios y cantares, recuerda Wiedemann, son composiciones generalmente breves; «la mayor parte consta de cuatro versos, de carácter popular, que expresan las preocupaciones de Machado en torno a la filosofía, al amor, a Dios y a la relación con los demás, llegando en ocasiones a la sentencia o aforismo».

La primera vez que estos textos llamaron la atención de Emilio García Wiedemann fue a sus 14 años. «En esa lectura de la adolescencia intuía que había algo ahí latiendo, algo que en aquel momento se me escapaba». Con posterioridad, García Wiedemann alcanzó una serie de lecturas que le fueron dando la clave de aquello que de adolescente se le escapaba. «Fui dando con el aparato crítico y una serie de lecturas que me pudieran explicar lo que me parecía que se me escapaba».

En el libro que acaba de publicar, ´Los proverbios y cantares de Antonio Machado´ (editorial Dauro), la rigurosidad y minuciosidad es la nota predominante hasta tal punto que incluso aparecen todos los proverbios y cantares que hoy no se conocen como tales y que están desperdigados por otras obras de Machado.

Estos textos a los que Wiedemann otorga tanta importancia dentro de la obra del poeta sevillano no han sido siempre vistos con buenos ojos, precisamente por la sencillez y el carácter popular que entrañan, pero el profesor de la UGR considera que conforme ha ido estudiándolos, ha llegado a la conclusión de que «no eran caprichos de pensador, ni como también se dijo, que al poeta se le había agotado la fuente lírica, o incluso que era ya un poeta de cobre y no de oro». Al contrario, Wiedemann entiende que Machado «lo que iba buscando era esencializar al máximo y condensar el pensamiento a través de una forma que era de entronque verdaderamente popular». De este modo, el poeta «pretende llegar al mayor número de personas y que cada uno pueda integrar en esos textos su propia experiencia vital». En este sentido, Antonio Machado fue utilizando, según apunta García Wiedemann, cada vez con más frecuencia metros de carácter más popular que están más cerca del elemento propiamente folclórico.

Además de ahondar en los temas tratados en los textos, en el libro se recogen todas las variantes que se han dado de los textos e incluso las anotaciones que el propio autor escribió sobre algunos.

Para García Wiedemann, los proverbios «siguen valiendo hoy, mañana y pasado», ya que «la grandeza de Machado es que en ellos supo comprimir la expresión hasta lo mínimo y entroncar con lo primigenio a través de la palabra poética».

El profesor de la Universidad de Granada considera que, a pesar de la importancia de estos textos machadianos, «más que analizados han sido citados en muchas ocasiones para ejemplificar una cosa y su contrario». En este sentido, considera que en el panorama de la literatura española «hay muchos pseudopoetas que para desgracia suya y de la ecología no han leído a Machado o lo han leído de segunda o tercera mano, porque si lo hubiesen leído no se hubieran escrito muchas de las cosas de las que se han escrito».

Machado «es el gran poeta» de la literatura española, con una obra «muy sólida, a pesar de su brevedad si la comparamos con la de otros autores», así como con un «valor específico muy definido», entiende García Wiedemann, que añade que «la propia definición que Machado hacía de la poesía, ´palabra en el tiempo´, se cumple en él de manera excepcional».

Por desgracia, asegura el autor del estudio, «intelectuales vivos de la talla de Machado abundan poco, gente con la capacidad de decir las verdades del barquero». Así, el «compromiso vital y personal» por parte de los poetas de ahora «se ve muy poco», máxime, añade, «ahora que nos acaban de dejar Benedetti o Ángel González», y es que, concluye, «el intelectualismo orgánico se ha extendido de una manera francamente preocupante y no se puede estar dando estopa con una mano y con la otra poniendo el cazo. Ése es el gran drama de hoy».
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