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La derecha abierta

La derecha abierta

El edil de Cultura granadino es un hombre de contrastes, tan conservador como admirador de su hermano, el poeta de izquierdas Luis García Montero.

La historia de la humanidad está repleta de casos de celos entre hermanos. Casi todo el mundo ha escuchado o ha sido testigo en alguna ocasión de como el hermano con menos suerte en la vida tiene que asistir con resignación y buena cara al éxito de su compañero de sangre, una circunstancia que a veces se soporta muy mal, como si el relato bíblico de Caín y Abel no tuviese fecha de caducidad. Más de uno podría pensar a tenor de este preámbulo que a Juan García Montero, licenciado en Derecho y concejal de Cultura del Ayuntamiento de Granada por el Partido Popular, le pesa la sombra excesivamente alargada de su hermano, el ilustre poeta Luis García Montero. La realidad, sin embargo, es bien diferente. A Juan no sólo no le molesta la popularidad de su hermano, sino que además presume de ella. Es más, no se cansa de promocionar sus últimos libros o trabajos, tampoco de tenderle una mano cada vez que lo necesita.

A finales del pasado año, cuando su hermano Luis anunció que abandonaría su labor docente en la Universidad de Granada (UGR) tras ser condenado por injurias a otro profesor, Juan no dudó en asistir al homenaje público que le brindaron al poeta en su aula de la Facultad de Filosofía y Letras. Allí compartió pupitre con alumnos y con amigos íntimos de Luis García Montero, prácticamente todos posicionados en las ideologías de izquierdas. Poco le importó a él, conservador declarado, esta última circunstancia. Siempre antepondrá la familia a la política.

Juan García Montero es un hombre de contrastes, lo que no está reñido con la coherencia. Él tiene muy claro quién es y cuáles son sus objetivos en la vida. Se trata de un hombre conservador y no lo oculta, pero esta circunstancia no le impide escuchar posturas contrarias o tener un ´lado rebelde´ en forma de aficionado a las motos.

Quienes le conocen recuerdan que la habitación que compartía con Luis durante su juventud en el domicilio familiar del Paseo de la Bomba estaba dividido en en dos bandos: el ´nacional´ y el ´rojo´. El primero era suyo y en él había fotografías de José Antonio Primo de Rivera. La pared ubicada justo enfrente estaba presidida por un póster del Che Guevara. Era, evidentemente, el territorio de Luis. Este apasionado de la Semana Santa granadina –pertenece a tres cofradías: Los Escolapios, San Agustín y El Silencio– nació en el seno de una familia conservadora. Su padre era militar y él estudió en los Escolapios, uno de los colegios con más tradición de la ciudad. Con estos antecedentes se puede decir que era fácil predecir cuales serían sus tendencias políticas e ideológicas.

Juan, persona dotada de una mesura y riqueza en el hablar que lamentablemente ya no se llevan, reconoce que le hubiera gustado estudiar Filología Clásica, pero finalmente se decantó por el Derecho, una carrera evidentemente más férrea, menos dada a las libertades creativas. Quién sabe si de haber optado por otras alternativas este lector empedernido hubiese hecho carrera en el mundo de la escritura, como su hermano. Él, en cualquier caso, no se arrepiente de sus pasos. Además, su trayectoria profesional y política siempre ha estado vinculada al mundo que le gusta, el de la cultura. Tras cumplir el servicio militar en la Marina, destinado en San Fernando (Cádiz) y Almería, regresó a Granada para trabajar en la editorial Comares como empleado comercial. Fueron seis años que concluyeron con un borrón al ser denunciado por la propia editorial por supuesta apropiación indebida, estafa y falsedad documental. Le acusaban de haberse quedado con parte del dinero ingresado por la publicación de un libro, así como de falsificar la firma del director de publicaciones de la empresa en uno de los recibos que entregó al cliente que encargó dicho libro. García Montero defendió su inocencia y, en una nueva muestra de unidad familiar, contó con el respaldo decidido de su hermano Luis. El caso quedó finalmente en nada en virtud de un acuerdo entre ambas partes por el que Comares retiraba la denuncia.

Televisión.Gran cinéfilo, especialmente amante de las películas clásicas, antes de llegar al Ayuntamiento de Granada también ejerció de gerente durante la última etapa de los multicines Neptuno, antes de dejar su lugar a la discoteca Mae West. Su estreno como concejal fue sonoro, seguramente más de lo que él desearía, y no sólo por poseer un apellido ilustre en la ciudad, sino también porque le ´estalló´ en las manos el caso Comares. Tras seis años en la plaza del Carmen se muestra orgulloso de haber participado en proyectos como la gestación del centro García Lorca. Dice que la política y sus palos le han enseñado a tener mayor capacidad de reflexión y a soportar mejor las críticas. Ahora precisamente le toca lidiar con otro ´asunto peliagudo´, el de la compra de Teleideal para que el Ayuntamiento de Granada monte su tele, un negocio sobre el que se ciernen negros nubarrones. Habrá que ver si el nuevo consejero delegado de la Empresa Municipal de Comunicación Audiovisual logra hacer que escampe sobre TG7.
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